Por Luis Abrego
Tras el triunfo de Javier Milei, Argentina ingresó en un cambio de régimen no exento de las dificultades profundas que eso implica. Una situación que se materializó en el retiro del Estado de numerosas áreas que controlaba o incentivaba y el cierre directo de reparticiones y organismos.
Así, y devaluación mediante, el sector público aumentó las cifras del desempleo argentino, y con la suba de la inflación también treparon las estadísticas de la pobreza y la indigencia.
Si bien el último dato de desempleo es de fines de 2024 (5,7%) se trata de un número que podría variar en este tiempo ya que se espera el índice más bajo de contrataciones de los últimos tres años, según midió la agencia Búmeran.
En lo que va del año, la pobreza llegó al 55,5% y la indigencia al 17,5% según datos de la Universidad Católica Argentina.
En ese contexto, el relato oficial ha puesto énfasis en lo doloroso de este proceso como una instancia necesaria para la reconstrucción de un país cansado de fracasos. Con la mira puesta en la ineficiencia estatal y el daño producido por los desaciertos de la política, lo demás fue obra de las variables económicas: caída de actividad, recesión y como consecuencia de la parálisis, baja sostenida de aquella inflación que marcó los primeros meses de la gestión.
Según el Estimador Mensual de Actividad Económica que mide el Indec, sólo en el primer trimestre de 2024 la economía cayó un 5,3%, profundizando así una situación que ya se venía arrastrando desde noviembre del año pasado. Por su parte, algunos economistas hablan de caída de ventas del 12% para los productos de consumo masivo, pero superiores al 30 y hasta el 50% en otros rubros.
Pese a la desaceleración marcada, la inflación de este año acumula ya -sin el dato de mayo- un 65%, mientras que en Estados Unidos, por ejemplo en el mismo período, ha sido del 2,2%, al igual que en Chile. Todos datos que hablan del estado terminal de nuestra economía, y con ello del cuesta arriba de todos los que la padecemos.
Mientras tanto, la gestión del presidente no parece tener el derrotero claro, pues contradicciones y cambios de funcionarios han sido la tónica de un equipo que tantea el escenario para redoblar o desdecirse según el caso. La marcha atrás con las prepagas, o el aumento de los gastos de funcionamiento de las universidades aparecen como intentos fallidos de una dirección ideal que cambió de rumbo entre el discurso y la práctica. Las recientes denuncias sobre el accionar del ministerio de Capital Humano no hacen más que abrir interrogantes sobre la viabilidad de un gobierno inexperto y en algún punto desentendido de sus obligaciones.
Por cierto, en el medio, paritarias planchadas y tarifas en alza aceleraron la pérdida de poder adquisitivo en un océano de promesas que todavía no alcanzan a vislumbrarse y que ni siquiera tienen un correlato cierto en el plano político, pues la Ley Bases, decálogo fundacional del mileísmo en el gobierno, ha sufrido demasiadas concesiones y todavía no puede superar la decisiva instancia del Senado que terminará de definir su suerte.
Mientras tanto, los ciudadanos comunes atraviesan su propio juego de la oca, sorteando los obstáculos con el que hemos sido entrenados durante décadas por el sólo hecho de vivir en Argentina. Todas estrategias de supervivencia, capaces de hacer alargar el mango, sólo para que pase el temporal, o al menos hasta que aclare. Un día a día y mes a mes, en el que la esperanza parece estar puesta más en no volver al desbarajuste del kirchnerismo que en las certezas que este nuevo modelo ofrece.
Es por ello que no deja de sorprender que en medio de esta batalla cuerpo a cuerpo por la subsistencia que no permite distracciones para salir lo menos dañado posible, algunos dirigentes ya estén planteando públicamente cómo se deben organizar para las elecciones legislativas de octubre de 2025. Una especie de utopía política lejana y muy ajena a las necesidades del presente que ni siquiera alcanza al octubre de este año.
Días atrás, en Mendoza, el ministro de Defensa de la Nación, Luis Petri aventuró su deseo de conformar un gran frente electoral que nuclee a La Libertad Avanza, el Pro y también los radicales como él que están acompañando a Milei. Lo hizo en el contexto de un encuentro del que también participaban Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo. Nada ingenuo.
Tal vez por interés personal en su candidatura a gobernador (que todavía sostiene) o en la lógica anticipatoria de una construcción que para la pelea política de 2025 y luego 2027 llegue consolidada, Petri parece operar muy lejos de la sintonía en la que se debate el día a día de miles de mendocinos.
Es de esperar que para entonces muchos de los serios problemas y arduas preocupaciones de los argentinos hayan desaparecido de la agenda pública e individual. Por lo pronto, es de tal magnitud el sacudón de estos meses que pensar hoy en las elecciones que vienen resulta casi un proceso de alta imaginación que, de no mediar el padecimiento de tantos, hasta podría ser entretenido.