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Lourdes Arrieta, triste, solitaria y final

La diputada nacional vivió su semana más oscura al ser expulsada de su bloque y separada del armado libertario en Mendoza. Las explicaciones que todavía faltan y las enseñanzas que el caso, más allá de los escándalos, debería dejar.

29/08/2024 23:29
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Como el final anunciado de una mala novela, producto de un guionista mediocre, con protagonistas inexpertos, la fugaz carrera política de Lourdes Arrieta llegó a su fin. Y si bien, aún tiene mandato como diputada nacional hasta diciembre de 2027, la otrora promesa libertaria no será más que un largo y lento eclipse para su estrella.

Difícil superar tanta impericia, tanta desubicación, tantos yerros propios, pero también, su absurda sobreexposición. En política los pasos en falso se pagan, y los escándalos, espantan.

Por eso, en una misma semana fue no sólo separada del armado (y el poder) de La Libertad Avanza (LLA) en Mendoza (donde ya había generado todo el daño y las controversias posibles con padrones copiados, firmas truchas y la inclusión de personas fallecidas), sino que también fue expulsada de su bloque por decisión de sus pares tras el escándalo de la visita a genocidas en Ezeiza. Contradicciones, denuncias, explicaciones infantiles, acusaciones a los propios, terminaron por dejarla fuera.

Eso sí, su reacción fue al mejor estilo de la casta política: armó un monobloque, pidió que no le quiten los privilegios y las oficinas. Mucho menos, los contratos para nombrar gente que le responda. Pero todo eso ya es historia.

Tal vez aquí sean necesarias ahora otras reflexiones. La primera tiene que ver con las explicaciones que todavía los mendocinos están esperando por parte del Partido Demócrata (PD) y el Partido Libertario (PL), principales aliados e impulsores de su candidatura, sobre las razones que encontraron para incluirla en un lugar tan expectante en las listas. ¿Qué méritos, qué capacidades, qué talentos se evaluaron? ¿O Arrieta era una desconocida para ellos?

 

 

¿Sabía el experimentado dirigente demócrata Carlos Balter lo que estaba avalando? ¿Estará arrepentido? ¿Admitirá que se equivocó? ¿Pedirá disculpas públicas él y su partido? ¿Cómo podremos asegurarnos que algo así no volverá a suceder?

¿Cuánto conocía a Arrieta, el liberal José Caviglia? ¿Alguien le impuso su nombre? Repito, ¿estará arrepentido? ¿Admitirá que se equivocó? ¿Pedirá disculpas públicas él y su partido? ¿Cómo podremos asegurarnos que algo así no volverá a ocurrir?

Más allá de esto, la ciudadanía toda deberá también sacar conclusiones y aprendizajes. La lista sábana es la guarida ideal para que arribistas como Arrieta, improvisados, sin formación, desapegados o inconscientes del rol institucional que cumplen, encuentren un lugar para jugar a la política con la excusa del servicio público.

Pero no sólo eso, nosotros, votantes y ciudadanos, como fiscales de la República, debemos exigir mucho más a los partidos y a sus postulantes. Conocerlos, indagarlos, estudiarlos para -si fuera necesario- detectar a tiempo a los impostores.

La democracia, pero en especial las delicadas condiciones sociales y económicas de nuestro país, no puede darse el lujo de distraer recursos y esfuerzos en las ocurrencias y distorsiones de quienes creen que el voto popular es un salvoconducto para sus arbitrariedades o dogmas. O lo que es peor, un período de prueba para adquirir conocimientos o demostrar capacidades que deberían tener previamente, y que si no lo tuvieran, al menos exigiría la prudencia o el recato.

 

Lourdes Arrieta hizo en estos meses casi todo mal. Y es posible que los libertarios inauguren con la mendocina un peligroso estilo de purgas en el Congreso que se replicó en el Senado con Francisco Paoltroni, también separado por sus disidencias internas. Hasta una fuerza en creación y disruptiva por naturaleza se hartó de su inconsistencia y dislates. 

Lo que venga, no exento de nuevos traspiés o más escándalos, será el contínuo ocaso de la joven que se deslumbró con el protocolo y las pompas, pero que nunca pudo desprenderse de sus prejuicios y limitaciones que rompieron lo que quedaba en pie. Como siempre, la cuenta la pagamos todos.

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