Por Luis Abrego
Los últimos sucesos de la política nacional han llevado al oficialismo a un estado de tensión inimaginable tras las pompas de la asunción de Javier Milei. Está claro que los gobiernos desarrollan con el paso del tiempo procesos de desgaste, propios del rigor de la gestión y su dinámica, así como la adversidad de los problemas que deben enfrentar. Y el desafío no era menor después de la debacle kirchnerista de Alberto Fernández, hoy de contundente e indiscutible evidencia.
Pero el nivel de deterioro y conflicto que las huestes de La Libertad Avanza (LLA) han exhibido en poco más de ocho meses asombra por la velocidad y la virulencia de los roces, las internas y el destrato a propios y extraños. Pasados de rosca, se asemeja a un "todos contra todos" cada vez más feroz.
Los actos por la conmemoración de San Martín, el dietazo del Senado y la oposición al pliego de Ariel Lijo para la Corte Suprema, pusieron a la vicepresidenta Victoria Villarruel en un lugar aún más incómodo que en el que estaba. Al extremo que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos salió a admitir las más que públicas y evidentes diferencias entre el Presidente y su compañera de fórmula.
La evolución de ese vínculo pone en alerta (y tal vez en riesgo) la continuidad del proyecto libertario, que -en el poder- parece repetir los vicios que en campaña se le achacaban a la casta política.
Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Cuánto de las intrigas, resquemores y ruidos entre Milei y Villarruel son atribuibles a la todopoderosa hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei? Una protagonista que junto al asesor presidencial, Santiago Caputo, despiertan enconos, suspicacias y reacciones encendidas en el oficialismo; pero también en aliados hasta ahora casi incondicionales como el Pro de Mauricio Macri.
Mientras tanto, todo parece encarrilado en los senderos de la prudencia, las omisiones y el silencio pour la galerie que desde todos los bandos administran, no sin dejar trascender venenosos dardos. Lo que derive de esta guerra fría en el futuro es una verdadera incógnita.
Peor aún es la situación, a esta altura insostenible, de la diputada nacional por Mendoza, Lourdes Arrieta, quien no se cansa de coleccionar escándalos. A su todavía no del todo explicada visita a genocidas en el penal de Ezeiza, sus balbuceantes excusas, se sumó en estos días su virulento ataque al jefe de la Cámara de Diputados, Martín Menem que incluyó una denuncia contra sus compañeros, desestimada por el fiscal con argumentos que avergonzaría a cualquier político con mínimas aspiraciones.
Para mayor shock, trascendió un audio de la destemplada reunión que terminó a los gritos y con nuevas denuncias entre los pares libertarios, y que parece haber sellado la expulsión o el aislamiento definitivo de la mendocina en el bloque del Presidente. Como muestra, apenas un botón: su compañera también mileísta, Lila Lemoine, la tildó lisa y llanamente de "desequilibrada".
Lamentablemente, los escasísimos antecedentes de Arrieta, su paupérrima preparación y los traspiés tanto en su gestión como "armadora" de La Libertad Avanza (con la presentación de avales truchos que derivó en la imputación judicial de su hermano Martín), más las controversias por sus designaciones en el PAMI y en la Anses, dan cuenta del severo daño que la obtención de su banca ha generado en todos los ámbitos en los que se ha desarrollado en tan corto tiempo.
Nadie puede aventurar hoy cómo evolucionará esta escalada de tensión libertaria, en poderes distintos, que tiene como telón de fondo escasas respuestas a la caída de la actividad económica, la recesión y la pérdida de poder adquisitivo. Es decir, resultados más allá de una baja significativa de la inflación que todos cruzamos los dedos para que se mantenga.
Por el contrario, la sucesión de revés como el rechazo al DNU que pretende asignar 100 mil millones de pesos para Inteligencia, cuando se amenaza con vetar la recomposición de las jubilaciones o el financiamiento de las Universidades, augura para el futuro próximo más confrontación política y descontento social que desde Las fuerzas del cielo sólo responden con disidencias, peleas y rupturas. Demasiado caos interno frente a tan compleja adversidad. Así, efectivamente, no hay nervios que aguanten.