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La jugada inteligente: pensar el voto del equilibrio, no del desequilibrio

El domingo volvemos a las urnas y tenemos que ser responsables de nuestros actos. Ese es el significado de la verdadera libertad en Democracia.

20/10/2023 09:06
El domingo los argentinos eligen Presidente
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Por Lacho Meilán

En un país futbolero como el nuestro, acudir a la analogía deportiva suele ayudar a entender algunos temas.

En fútbol, si un jugador cuestiona con dureza un fallo arbitral, o pega demasiado fuerte, o se agarra a las trompadas con un adversario (o incluso un compañero), de inmediato recibe la recriminación de su técnico. “No hagas eso. No rompas el equipo”, le suelen decir. “Pensá, no seas loco. Hay que ser inteligente”, suele ser el consejo inmediato.

Está claro que “romper el equipo” trae la consecuencia inmediata de que los resultados no sean buenos.

Cuando un equipo se rompe, lo que en realidad se quiebra es el esquema de juego, la estrategia, lo pensado y organizado para ganar. Y las posibilidades de perder son mayores. Ni hablar si esa sucesión de errores las comete la mayoría de los jugadores.

Nadie desea esa debacle futbolística. Por eso siempre está la recomendación de no cometer locuras; de ser “inteligente” al jugar para, lógicamente, poder ganar.

Al momento de pensar el país y el voto, no se puede actuar de manera muy diferente.

Es cierto que estamos mal. Muy mal. Como pocas veces se ha visto en la historia de estos últimos 40 años de Democracia ininterrumpida.

No es menos cierto que en los últimos 80 años, los argentinos hemos ido de crisis en crisis. Y sabemos (aunque no lo digamos) que no sólo los políticos son los culpables. Mirar para otro lado también puede ser un error (incluso en el fútbol).

Pero más allá de las culpas, creer que este problema se arregla de inmediato, a los gritos, promoviendo “el estallido” o rompiendo todo, roza con la “locura” de la que habla el técnico futbolero.

Pretender que “explote todo” para que después venga alguien y como por arte de magia lo arregle es un gran error. Porque eso no sucederá.

No se trata de ser adivino. Sino que es lisa y llanamente imposible. Precisamente porque un problema de décadas no se resuelve con magia. Ni a los gritos ni “exterminando” a la clase política (algo que ni el propio Javier Milei  hará, dadas las alianzas que ha generado para ganar el domingo).

Ni siquiera con la pregonada dolarización, que bien puede ser una salida, pero no en lo inmediato. Simplemente porque el país NO TIENE DÓLARES.

Creer que hay que romper todo para que lleguemos al extremo más paupérrimo, para terminar en el nunca deseado “sálvese quien pueda”, no puede ser una salida para mejorar. No es la jugada “inteligente”.

Pretender que la cosa termine en el peor de los escenarios, es un acto de verdadera irresponsabilidad. Un desquicio.

Por eso, una vez más, el criterio racional debe primar ante la sinrazón. Mucho más cuando hay que votar por el futuro.

Nadie duda de que la elección del próximo domingo es trascendental. Y está claro que los argentinos, más allá de la desazón, el enojo y el hartazgo, nos apoyamos en la Democracia que, como siempre se dice, puede ser imperfecta, pero es la única forma conocida hasta ahora que nos da la verdadera libertad de elegir. La verdadera libertad.

Por eso es importante usar nuestro voto para buscar racionalidad, para alcanzar el orden necesario. Y comprender que este país casi destruido, no necesita un balazo en la frente para confirmar su muerte. Porque la muerte es irreversible.

Lo que este país necesita es que los argentinos dejemos de ser adolescentes irresponsables pretendiendo que todo explote. Debemos llegar a la adultez y soportar las caídas y, al mismo tiempo, empezar de una buena vez a ordenar la situación.

Habrá que dejar de gastar de más. Habrá que meter presos a los corruptos y que se queden adentro. Habrá que ajustarse -claramente- los cinturones. Habrá que ponerse a trabajar en serio y no esperar un plan o una promo.

Es cierto. Todo está difícil. Pero no podemos apelar a posiciones violentas extremas, que generarán más violencia, caos y descontrol.

En síntesis, debemos ser equilibrados. No desequilibrados.

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