Esta semana el presidente Javier Milei entronizó el busto de Carlos Menem en la Casa Rosada. Un acto de aggiornamento histórico al que el kirchnerismo siempre se negó, apegado a los relatos ideológicos, aunque tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández usufructuaron en Santa Cruz el caudal electoral de ese líder al que después denostaron y negaron con pasión.
Te puede interesar
Lo cierto es que la ocasión no significó un mero acto protocolar en la agenda presidencial. Por el contrario, el Ejecutivo creyó ver en esa instancia la reivindicación del período más liberal del peronismo, pero también una década en la que hasta los rancios Alsogaray adherían a lo que se definió como "el ingreso al Primer Mundo".
Sin beneficio de inventario alguno, Milei no sólo nos dejó en claro que hay castas políticas malas y también buenas, pues la dinastía Menem sigue (de la mano de Milei) teniendo injerencia en los poderes del Estado, como es el caso del presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem y su primo Eduardo Lule Menem, armador y estratega de La Libertad Avanza; sino que también todo el proceder de Carlos Saúl Menem merece ahora -a los ojos del gobierno mileista- el tratamiento de prócer de la Patria. Un ejemplo a seguir.
"Les duela o no, ha sido el mejor presidente de la historia", aseguró contundente Milei, aunque los grises de sus gobiernos aún sigan causando impotencia o indignación. Y sólo para citar algunos ejemplos bien pueda utilizarse una rápida enumeración trazada por el colega Martín Appiolaza en la red social X. "#Menem (1989 y 1999): contrabando de armas; lavado de dinero; corrupción generalizada; embajada de Israel; AMIA; explosión de Río Tercero; impunidad judicial; Corte adicta; doble de homicidios en 10 años; desocupación de 7,6% a 17,5%; 10% más de pobres; 70% más de deuda pública".
Claro, a ello se le podría agregar una reforma con desguace del Estado y privatizaciones cuestionadas; jubilados y docentes padeciendo la crudeza del ajuste; baja de inflación a costa del aumento del desempleo y la informalidad laboral; achicamiento de la clase media; indulto a los jerarcas genocidas de la dictadura y a los líderes guerrilleros responsables de la violencia política de los años '70; alineamiento acrítico y "relaciones carnales" con Estados Unidos; introducción del terrorismo internacional en la realidad nacional; eternización con la re-re-reelección; hostigamiento a la tarea periodística y ataques a la libertad de prensa; intento de arancelamiento de la Universidad; falseamiento de sus propuestas de campaña; farandulización de la política; algunas de las características de aquel "triunfo del mercado" que hoy Milei desempolva para mostrar supuestas "virtudes" que tal vez las nuevas generaciones desconozcan. U otros olvidaron.
¿O será tal vez que la prometida dolarización de Milei está inspirada en aquella convertibilidad menemista, caballo de Troya capaz de hacer creer a la inmensa mayoría de este país (y por mucho tiempo) que un peso era igual a un dólar? ¿O tal vez tendrá Milei en su cartera de opciones para bajar la inflación un plan Bonex como al que recurrió Menem y canjear así -forzosamente- depósitos en plazo fijo por bonos a 10 años como sucedió en el '89? Una salida que el presidente descartó oportunamente pero que en post de su pragmatismo reciente tal vez pueda echar mano inspirado en la figura del riojano.
Es muy probable que la sucesión de equívocos y desatinos de la política argentina hayan comenzado con aquellas promesas de "revolución productiva" y "salariazo" con las que Menem ganó las elecciones, desregulación económica como la que se intenta aplicar ahora, y adopción del Consenso de Washington mediante, agravadas luego con la tormentosa salida de esa famosa convertibilidad que estalló con la crisis del 2001.
Todas consecuencias de aquel modelo político neoliberal hoy recuperado por el Presidente y la "contrareforma" que también el peronismo (pero ahora en su versión kirchnerista) hicieron en sentido contrario para borrar todo rastro de menemismo (incluso la imagen de su figura en mármol).
En búsqueda de similitudes entre Menem y Milei, más allá de lo ideológico, la excentricidad o cierto desapego por las formas que parecen anecdóticos ante el renovado intento de sacralizar el mercado. O tal vez haya que decirlo, ¿de ofrecer a todos nosotros en su altar como ofrenda de sacrificio?
Por lo pronto Milei parece dispuesto, entre otras audacias, a romper el prejuicio que aún entre los que en aquel momento votaron a Menem, no asumían en público su defensa. O se arrepentían con el paso del tiempo.
Por el contrario, el actual presidente desea inscribirse en una tradición histórica que además integran Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento, Julio A. Roca y ese Menem rescatado del pudor de los propios para ponerlo de ejemplo libertario, adelantado visionario de un desapego hacia el Estado que no fue tal, pues gran parte de su vida laboral fue -precisamente- en el sector público.
Será la historia, siempre caprichosa y sesgada la que termine de modelar lo que la política y sus encuadres pretenden encorsetar. Nuevos relatos para viejos problemas de un país que ni en el revival de sus crónicas recientes parece encontrar un camino certero de soluciones.