El economista Javier Milei, flamante ganador de las PASO nacionales, se confiesa “anarcocapitalista”, un vocablo utilizado por quienes se ubican en un extremo del capitalismo ideológico, que pretenden que no exista ninguna intervención del Estado en el mercado.
El vocablo le agrega al “capitalismo” -definido como sistema económico en el cual el dominio de la propiedad privada es fundamental sobre los medios de producción- el concepto de “anarquía”, ausencia total de estructura gubernamental en un Estado, lo que implica ausencia de normas, jerarquías, autoridades y que sirve para designar situaciones donde se da la ausencia del poder público.
Más allá de si el anarcocapitalismo es viable o no, indudablemente, en un Estado presente, normatizado, en el que se hacen valer los derechos y se respetan los deberes de las personas, cualquier concepto anárquico puede enmarcarse en una situación al menos, caótica.
Así quedó demostrado con lo sucedido en estos días en Mendoza. El caos se fundió con el miedo de las personas a comprar, a comerciar y hasta de viajar en micro o asistir a la escuela o a la Universidad.
Y esto se dio por la aparición de una forma de anarquía relacionada con la Comunicación que, podría denominarse “anarco-comunicación”.
Desde fines de la semana pasada, decenas de mensajes se “viralizaron” a través de los sistemas de mensajería y redes sociales convocando a presuntos saqueos en distintos comercios.
De a poco el miedo se apoderó de los usuarios de whatsapp que alertaban sobre la situación. Y quienes tenían responsabilidades comunicacionales, desde periodistas hasta el propio Gobierno, intentaban sostener la coherencia comunicacional mediante pedidos de chequeo de la información y recomendaciones que, en la mayoría de los casos, resultaron infructuosas.
La gente hizo caso omiso a las recomendaciones y pasó lo que suele pasar en esos procesos. Más allá de que nunca se comprobó un saqueo espontáneo, colectivo, de comunidades afectadas por la pobreza , el hambre, a raíz de la durísima crisis económica que atravesamos, sí hubo desmanes, hubo intentos de saqueos, pero organizados por grupos minúsculos, de hecho violentos.
Se dieron en distintas partes de la provincia e incluso, en otros lugares del país, llegando finalmente a la Capital Federal.
En Mendoza, la máxima tensión se dio al mediodía del martes, cuando el pánico se apoderó de comerciantes del centro mendocino, atentos a supuestos mensajes que convocaban al saqueo de los mercados persas, lo que hizo que muchos frentistas de calles vecinas cerraran sus comercios.
La paranoia se trasladó a la gente común. Pulularon los mensajes de saqueos en micros, escuelas, universidades. Los comercios cerraron, la gente decidió que sus hijos faltaran a clases.
Y muchas personas se sintieron en la necesidad de reenviar los mensajes de modo solidario, pero sin chequear datos.
Una y otra vez, el Gobierno y la Justicia advertían que los mensajes convocando al caos eran “falsos”. El ministro de Seguridad, Raúl Levrino, dijo en conferencia de prensa que “el que roba en Mendoza va preso”, para tranquilizar a la gente.
Y hasta el gobernador Rodolfo Suarez salió con un video propio para llevar calma a los hogares mendocinos, mensaje que incluso, fue replicado hasta por el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández.
Sin embargo, la gente no escuchaba razones. Atendía más a lo que les llegaba por las redes. Y seguía reenviando. Instruidos profesores de universidades y escuelas, comerciantes, micreros, kiosqueros… Todos fueron presa del miedo y al mismo tiempo, mensajeros del pánico.
Y lógicamente algunos aprovecharon la oportunidad. Hubo más intentos de saqueos, enfrentamientos, piedrazos, comercios “reventados”, personas armadas.
Los mensajes habían surtido su efecto. Generaron miedo, fueron caldo de cultivo para los desmanes y la violencia propiamente.
Está claro que los saqueos no fueron espontáneos como los de hace 22 años. No fue el 2001. Fue el 2023, tiempo de híper comunicación, híper información que en definitiva se transforma en desinformación.
Fue caos comunicacional y la reacción de algunos avivados que quisieron aprovechar la desorientación. Fue anarco-comunicación.
Más allá de las convocatorias truncas, el Estado hizo lo posible para estar presente.
Al momento de escribirse esta nota había más de 60 personas detenidas y 37 imputadas, según lo informado por el Ministerio Público Fiscal. Algunas fueron enviadas al penal y arriesgan penas de prisión de hasta 3 años, no excarcelables.
Los políticos se solidarizaron con la sociedad (y el Gobierno) y se pusieron a disposición del orden. Los empresarios se organizaron y comunicaron su repudio a los saqueos y llamaron “a la paz social”. Algunos gremios hicieron lo propio, repudiando cualquier tipo de violencia.
La institucionalidad, con sus normas, estuvo donde debía estar. Porque el Estado puede tener errores de gestión, pero nunca estar ausente.
Pero por un día al menos, fuimos víctimas de la “anarco comunicación”, moderna forma de anarquía.
Ojalá hayamos podido entender lo que eso significa.