La disputa política no se detiene, incluso cuando se menciona que no es tiempo de peleas por candidaturas. Así quedó patente esta semana, con movimientos que desde todos los sectores apuntan a empezar a calentar, un año antes, el debate electoral del año próximo.
En esa dirección se inscribe la gran puesta en escena que significó la convocatoria al acto Peronismo Futuro que días atrás realizó el Frente de Todos (FdT), donde tras el liderazgo de la senadora nacional Anabel Fernández Sagasti, buscó poner un punto de encuentro a las fricciones producidas entre albertistas y cristinistas que vienen empañando seriamente la gestión del Gobierno nacional.
Pero también, para buscar un horizonte al propio peronismo de Mendoza, desgastado por tantas derrotas y una dura interna que también ya empieza a mellar aquí sus próximas chances. Un objetivo no cumplido ante la notoria ausencia de aquellos intendentes que responden a los sectores más ortodoxos del PJ, en clara puja con La Cámpora.
En la misma línea se inscribe el mandato partidario que los representantes mendocinos llevaron a la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) en estos días en La Plata, en la que han expresado su clara posición en pos del mantenimiento de la alianza que los radicales tienen con el Pro y la Coalición Cívica en Juntos por el Cambio desde 2015.
Ello, en virtud de algunos movimientos, en especial del presidente partidario, el jujueño Gerardo Morales, a quien se le atribuye la idea de ampliar o encarar otra alianza con peronistas varios en los que se menciona al cordobés Juan Schiaretti, pero también al mismísimo Sergio Massa.
La apuesta radical mendocina es mantener en el lote de los presidenciables a Alfredo Cornejo, y por eso mismo, dilatar lo más posible las definiciones sobre la sucesión de Rodolfo Suarez. Una idea que cada vez perturba más internamente ante el indisimulado accionar del lasherino Daniel Orozco, uno de los tantos anotados en la carrera local. Y por supuesto, del resto de los que en silencio miran el escenario.
Finalmente, el Partido Demócrata (PD) también movió fichas esta semana al anunciar públicamente su adhesión a la candidatura presidencial del economista liberal Javier Millei, la última novedad de la política argentina a la que los gansos, siempre propensos a las modas electorales, le ponen todas las fichas. Como en algún momento le pusieron también a Alberto Rodríguez Saá o al propio Mauricio Macri.
Como se ve, una serie de movimientos en los que las maquinarias partidarias impiden que los mecanismos que las ponen en marcha se detengan o se oxiden. Por el contrario, son justamente las acciones que aceitan y preparan el panorama para lo que será la gran competencia de un 2023 -otra vez- puramente electoral.
En todo caso, meros posicionamientos y especulaciones que parecen no advertir del todo el delicadísimo humor social, y lo que es peor aún, la falta de expectativas no sólo económicas sino en general de horizonte de un futuro concreto para gran parte de los argentinos.
Un entrenamiento que soslaya la angustia y necesidad de aquellos a los que habrá que pedirles su respaldo y acompañamiento. Un ejercicio agotado ante las escasas respuestas que se producen elección tras elección. Y donde el sufragio ha dejado de ser el necesario voto de confianza de un dirigente para ser, apenas, un ilusiorio rezo de esperanza.
Te puede interesar