El valor de la victoria de Independiente Rivadavia no se agota en el pitazo final del árbitro sino que abre puertas con vistas a lo que vendrá. Si el debut de la temporada mostró a una formación que había pasado de un plan A positivo a otro pasaje de baja frecuencia, en este enfrentamiento en La Plata hubo un giro de 180 grados. De un viernes a un martes hubo un cambio notorio, por lo cual no puede centrárselo en ensayos de entrenamiento dada la escasa cantidad de días entre el juego ante Independiente de Avellaneda y este frente al Lobo platense. No fue un hecho casual, tampoco. El click se dio colectivamente, luego de unos minutos iniciales con zozobra y pérdida de la orientación. La cuestión psicológica primó como punto de partida y, también fue perceptible, que la retroalimentación entre el entrenador y sus jugadores decantó en la llegada a un justo punto medio. Aquí no hubo individualidades: prevaleció el juego de equipo.
El azul encontró su fortaleza en ambas áreas, lo cual indica que lo hizo en el lugar exacto donde se definen los partidos. En defensa, el trabajo visitante se centró en darle espacio a Marinelli cuando este salía debajo de los palos para ir a descolgar, achicar espacios o despejar hacia los costados; en una, además, el arquero ganó un mano a mano a mano con astucia y evitando ir al choque con el atacante – pudo haber terminado en penal y expulsión si lo hubiese hecho-. Para que un guardameta tenga confianza, esta se la tienen que dar sus marcadores centrales y tanto en Petrasso como en Maidana está sobradamente trabajada. En el área de enfrente, se atacó la posición a través de dos formas: desde la pelota parada hasta la ocupación de espacios en el contraataque. Y, en el medio, aunque no haya deslumbrado hay que resaltar cómo Gil Romero trabaja por detrás de la línea del balón para estar siempre bien ubicado a la hora de distribuir o de cortar.
En ataque, la labor táctica de Reali alcanzó un alto estándar de eficiencia en su misión de desdoblarse en la función ataque/defensa. No brilló, esta vez, por sus desbordes o centros, pero sí lo hizo en posición ocho/siete para abrir los espacios desde el lateral derecho y luego buscar el apoyo de los volantes. Inclusive, su aporte en modo defensivo fue el de obturar la salida del lateral izquierdo Gallo – el mismo que sorprendía en el cuarto de hora inicial -.
De Arce se espera lo que mejor sabe hacer: mixtura de intuición/posición para ganarse el espacio libre y precisión/potencia/dirección al impactar la pelota. De hecho, un central de jerarquía como Morales lo tomó en zona en la primera parte del encuentro, pero luego lo perdió en el envío del corner que derivó en el gol de apertura. El delantero buscó el palo que no cubría Insfrán y, a partir de ese desequlibrio en el marcador, el equipo aumentó su resiliencia en la faz defensiva pero sin retroceder hacia el área propia, sino a plantarse en zona media manejando la pelota. El espléndido remate de Vázquez, que provocó la segunda conquista, también fue producto de cómo la autoestima “leprosa” se hallaba en ese momento, en el cual podía probar de larga o media distancia sin temor al reproche o papelón si se fallaba en el intento.
Ya en el segundo tiempo, tras el descuento de Gimnasia, la mejor decisión azul fue la de hacerse fuerte en la zona central distribuyendo hacia los costados o triangulando en corto para evitar el vendaval local, apoyado por un fervor desde las tribunas y plateas que nunca decayó. El aprovechamiento de Asenjo – definió de pique al suelo sin buscar hacerlo en dos tiempos – volvió a la diferencia de dos goles arriba en otra instancia clave del duelo. El desgaste físico derivó en los presumibles cambios de hombres pero no de funcionamiento. El descuento vino a poco del final y, lejos de achicar espacios hacia atrás, Independiente abrió la cancha a través del circuito chico de dos a tres toques para sostener la posesión del balón.
No solo se logró un triunfo histórico, desde lo estadístico, sino que – quizás lo más importante - el equipo tuvo dimensión de tal en modo colectivo y dio la talla respecto de lo que implica jugar en la primera división del fútbol argentino. Ya no es únicamente el resultado lo que vale, porque el funcionamiento -tras un comienzo zozobrante- demostró que hay una idea de juego que está consustanciada entre cuerpo técnico y jugadores. La Lepra, en definitiva, hizo camino a su andar.