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Vinicius Jr. expone al fútbol español

Este pasado fin de semana, por la anteúltima fecha de una liga que va llegando a su fin con mucho estrés, en cada uno de los diez partidos, sus jugadores salieron con una pancarta contra el racismo en el fútbol español, y no es casual que esto haya ocurrido.

29/05/2023 20:08
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

 

Desde que Vinicius Junior decidió no dejar las cosas como estaban y continuar con la polémica desatada en Mestalla cuando fue insultado por algunos hinchas aislados al grito de “mono”, ya las cosas no volvieron a ser iguales.

 

El gran delantero brasileño, hoy de manera incontestable entre los mejores diez jugadores del mundo y decisivo en el Real Madrid, no es de carácter fácil. Es un muchacho contestatario, respondón y hasta provocador en los campos de juego, con y sin pelota, capaz de un movimiento o un gol excepcional (uno de los pocos que puede animarse a una marianela en un tiempo como éste de ideas cortas y mandatos largos desde los bancos), como de darle pasto a comer a su marcador.

Sin embargo, parece vergonzoso -aunque en estos tiempos, necesario- recordar que nada de todo esto justifica un insulto racista, y mucho menos, señalarlo como el iniciador de algo que no tiene nada que ver con el desarrollo de un espectáculo que siguen decenas de miles en un estadio, y cientos de millones desde los distintos aparatos existentes en todo el mundo.

 

De hecho, en el partido ante Valencia en Mestalla, Vinicius Jr fue insultado nomás al bajar del micro para ingresar al estadio, cuando quedaban dos horas paras el inicio, prueba cabal de que no fue el delantero brasileño el provocador de nada. No le ocurre, además, sólo a él sino que alguien de carácter completamente distinto, que prefiere quedarse en silencio y no seguirla con aquellos que profieren los gritos más descalificantes, sino al delantero del Athletic de Bilbao Iñaki Williams, también pasa por la misma situación semana a semana, como veinte años atrás el simpático de Roberto Carlos, que saludaba con una sonrisa a sus rivales, y poco después, Samuel Eto'o, que hasta amagó alguna vez con retirarse.

 

El fútbol español no es el único, y acaso los insultos en los estadios sean menos frecuentes que en algunos países vecinos, y hasta tal vez sea cierto el dato que esgrimió un lloroso presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), Javier Tebas, acerca de que la entidad apenas registraba nueve casos de insultos racistas en toda la temporada, cuando se habían jugado 25 fechas, a diez encuentros por fecha (es decir, en 350 partidos). Sin embargo, el dirigente tiene claro que así no se puede seguir y reconoció que muchas veces se encuentra solo en esta lucha.

Lo cierto es que el Caso Vinicius Jr llegó a las cumbres presidenciales, a la diplomacia (el embajador español fue llamado a consulta por el gobierno brasileño de Lula) y en Brasil comenzó a mencionarse cada vez con mayor fuerza que el fútbol español es racista, aunque también existieron los medios locales que amplificaron el “mono, mono” de todo un estadio valenciano cuando en verdad el grito era el de “tonto, tonto” cuando expulsaron al brasileño, o el listillo del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, aprovechó para sacar el máximo de provecho de la polémica para que le retiraran la expulsión al negro delantero blanco y de paso, que los integrantes del VAR (que verdaderamente informaron mal al árbitro sobre una agresión sin más a jugadores del Valencia sin contar lo que ocurrió antes) sean despedidos sin más por la Federación Española.

 

Si todos los estamentos del fútbol quisieran que el caso Vinicius Jr fuera un hito, un mojón para que de allí en más todo fuera distinto, no sería como dijo alguna editorial, acerca de que cada uno quiere sacar tajada para lo propio más que imponer una ética deportiva.

Filippo Ricci es el corresponsal del diario italiano “La Gazzetta dello Sport” en España y días pasados, sobre este tema, lanzó otro desafío en diálogo con este cronista: ¿por qué no ir más allá, aprovechando las circunstancias, y plantearnos entonces los insultos en general, sean racistas o no? ¿Por qué en un estadio de fútbol quien quiera puede insultar a un árbitro, a un director técnico, a un jugador sin que pase nada y que se tome como que ya es parte del folklore? ¿Dónde dice que el paquete de las entradas que se compran traiga incluido el derecho al insulto?

 

¿Generará Vinicius Jr un cambio en serio o de aquí en más deambulará por las canchas teniendo que tragar lo que le vayan a decir o arrojar? ¿Hasta cuándo la liga, la Federación, el hincha común que sólo quiere ver un buen espectáculo y que gane su equipo, van a tener que soportar estas cosas, en pleno siglo XXI?

 

Pareciera que no hemos aprendido de las guerras, de los conflictos, de la desigualdad, de las injusticias, de millones y millones de migrantes que deben cambiar de país, de cultura, de lazos afectivos en busca de la supervivencia dispuestos, en muchos casos, a todo, incluso a dar la vida a cambio de un futuro para sus seres queridos. ¿Cómo es que a esta altura, no nos conmueven esos dramas, como si no nos corriera sangre por las venas?

Y tuvo que ser un jugador de fútbol, en este caso Vinicius Jr, el que, harto ya de estar harto, como diría Joan Manuel Serrat, dijo “basta” y decidió volcar en las redes sociales, con mucha inteligencia y bastante de ironía, su impotencia y su clamor, como cuando escribió, con mucho tino, el lema de la Liga, el que usa para vender en todo el mundo, el que acompaña ideas como mandar un partido entre Villarreal y Atlético Madrid a los Estados Unidos sin importar que los abonados al “Submarino Amarillo”, que pagaron por todos los partidos del año como locales, se lo pierdan, o el de cobrar una multa al club que presente espacios vacíos en la tribuna porque no ayuda a la “venta” de derechos al exterior: “No es fútbol, es la Liga”.

 

Vincius Jr decidió no tragar, no dejarlo ahí, sino avanzar, instalar el tema en el mundo, haciéndole otra marianela ficticia a la dirigencia, a todos los estamentos, a los que van a las canchas a insultar, a los que miran para otro lado, a los que quieren sacar rédito de todo. Y los expuso como nunca. A ver qué excusa ponen de ahora en más, mientras la ultraderecha gana cada vez más espacio en el mismo territorio. ¿Casualidad?  Las pancartas ayudarán a tomar algo de consciencia, pero se necesitará de acción y educación para no volver a repetir historias nefastas que ya la humanidad conoce de sobra.

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