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Las razones de la supremacía española en el fútbol europeo

Sobre la hora de la final olímpica de fútbol masculino, el gran delantero Jean-Philippe Mateta lograba empatar 3-3 ante su público, en París, generando un ambiente de locura que se pareció mucho a la definición del Mundial de Qatar 2022 ante la selección argentina.

10/08/2024 23:52
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Por Sergio Levinsky

Francia había estado 1-0 arriba en el marcador apenas en los primeros minutos cuando Enzo Millot aprovechó un gravísimo error del arquero español Arnau Tenas, pero un cuarto de hora más tarde ya estaba 3-1 abajo, con vos goles de Fermín y uno de Alex Baena, de tiro libre. Pero en el segundo tiempo, los “blue” se fueron con todo hacia el arco ibérico, descontó el talentoso Olise y llegó el penal de Mateta, que obligó a ir al tiempo suplementario. En este tipo de situaciones, y con un empate sobre la hora, los equipos locales con tradición futbolera se suelen agrandar, llevados por su público. Pero España es España, y si algo caracteriza a sus seleccionados es su enorme seguridad y su capacidad de resiliencia.

Cuando todo indicaba que ocurriría lo contrario, apareció el delantero del Rayo Vallecano Sergio Camello (formado en las divisiones inferiores del Atlético Madrid) para poner otra vez a España por arriba 4-3, silenciando nuevamente al estadio de Parque de los Príncipes, y aunque los locales volvieron a irse con todo hacia el arco rival, con las tribunas entonando La Marsellesa, en el último minuto, el mismo arquero Tenas que se había equivocado al principio, y que luego tapó un gol increíble a Mateta al final del primer tiempo, habilitó de manera excepcional, y con la mano, otra vez a Camello, quien  terminó marcando el definitivo 5-3, para llevarse la medalla dorada por segunda vez en la historia.

Era la quinta final olímpica de España, luego de caer en las finales de Amberes (1920), Sydney (2000) y Tokio (2021) y de haber ganado la de Barcelona 1992, pero no sólo eso, sino que con esta conquista, la selección española de fútbol se llevaba, en dos años, las dos competencias europeas (Liga de las Naciones de la UEFA y Eurocopa de Alemania) y el torneo olímpico.

Santi Denia, el entrenador del equipo olímpico, que tuvo como figuras, entre otras, al jovencísimo central Pau Cubarsí y al volante del mismo equipo, Fermín (autor de seis goles), ya había sido ayudante de campo de Luis de la Fuente cuando España perdió 2-1 ajustadamente ante Brasil hace tres años en la final de Tokio, y ahora -con su exjefe en el palco, y a cargo de la mayor- asumió la máxima responsabilidad.

Denia, integrante como defensor de aquel Atlético Madrid del histórico “Doblete” (1995/96) junto al “Cholo” Diego Simeone, Pantic, Caminero o Kiko Narváez, tiene otra particularidad: en aquella asamblea de la Federación Española en la que el expresidente de la entidad, Luis Rubiales, sostuvo que no iba a dimitir luego del escándalo del beso en la boca a Jenni Hermoso en el podio del Mundial femenino de Australia, y que generó polémicos aplausos de los presentes (incluido De la Fuente), él no aplaudió. Luego dijo que es lo que en aquel momento le dictó su consciencia.

Pero el dominio de España en fútbol no termina allí, porque también domina Europa con su equipo sub-19 y fue finalista de la misma competencia para el sub-21, y en mujeres, es campeona del mundo de las tres categorías (absoluta, sub 20 y sub-17), aunque en estos Juegos Olímpicos, una vez más, no pudo obtener una medalla al quedar eliminada ante Brasil en semifinales y fue derrotada por Alemania por la medalla de bronce al caer 1-0, aunque una de sus grandes estrellas, Alexia Putellas, desperdició un penal sobre la hora.

La hegemonía española se extiende también a los clubes: en la actualidad, el Real Madrid es campeón de la Champions League masculina y el Barcelona, de la femenina.

¿Por qué se produce este dominio? Por una suma de varias causas. La primera de ellas data de 2004, cuando se decidió la contratación del ya fallecido Luis Aragonés como entrenador de la selección mayor tras algunas etapas de cierto protagonismo, aunque sin llegar a pelear por títulos. España había hecho aceptables Mundiales en 1986, 1994 y 2002, en los que había llegado hasta los cuartos de final, pero hasta ese momento era más conocida como “La Furia”, un equipo en el que todos corrían y metían, pero no se podía definir con claridad un estilo.

De hecho, hasta entrar al Siglo XXI, las conquistas de España pasaban por una vieja Eurocopa como local en 1964, la medalla dorada olímpica también como local en Barcelona 1992 y ya al terminar el Siglo XX, el Mundial juvenil de 1999 en el que ya despuntaban Xavi Hernández o Iker Casillas.

El gran despegue llegó hace veinte años con Aragonés, quien se había enojado al haber considerado una intromisión cuando César Luis Menotti le dijo a quien esto escribe, en una entrevista realizada en Perú a propósito de la Copa América, que España debía definir “si quiere ser torero o toro”. Pero más allá de aquel enojo, fue claro que Aragonés tomó la iniciativa de buscar jugar a algo, a encontrar un estilo basado en jugadores de buen pie, de buena técnica, y no tuvo empacho de desligarse de un goleador del Real Madrid de los quilates de Raúl, porque no encajaba, y en cambio, convocar a muchos del Barcelona, para terminar ganando la Eurocopa de 2008. Luego, la posta la tomó Vicente Del Bosque, ganando el Mundial 2010 y la Eurocopa 2012 con una generación dorada y cuando ya le había dado marco a “La Roja”, que reemplazó la idea anterior de “meter”. Era la hora de “jugar”, que fue contagiando a los más jóvenes y a las chicas, con los resultados que vemos hoy.

España tiene, desde hace aproximadamente dos décadas, una identidad futbolística clara que pudo verse en la pasada Eurocopa de Alemania: pelota al piso, dos extremos de calidad, jugadores técnicos y mucho carácter para no darse nunca por vencida, y muy buenos entrenadores que incluso -en esto, se parece bastante al fútbol argentino- deben superar muchas veces los desaciertos o desastres institucionales colocando una especie de muro imaginario entre la dirigencia y los planteles.

Otra causa de los éxitos para por la seguridad en su juego y el convencimiento de que este sistema es la vía para ganar y que sin juego, sin pase al mejor colocado, sin una selección de los de mejor pie o que lean mejor los partidos, no hay paraíso. Y en esto, hay que incluir la resiliencia, como se probó en el último mes en Alemania o Francia.

Por todo esto, y aunque no tiene lugar ni fecha, se espera con mucha ansiedad la próxima “Finalissima” entre Argentina (campeona de América y del mundo) y España (campeona de Europa y olímpica), porque será un auténtico choque de trenes entre las que hoy son, claramente, las dos grandes potencias del mundo en el nivel de selecciones.

Por si faltara poco, durante la pasada Copa América, el entrenador argentino Lionel Scaloni era consultado, en las conferencias de prensa, por el periodismo español acerca de la Eurocopa de Alemania, que se estaba disputando en paralelo, y la respuesta era de aliento al equipo ibérico. Por un lado, porque Scaloni reside en Mallorca, pero por otro, como él mismo relató, porque en su curso de entrenador tuvo de profesor nada menos que a De la Fuente. Y nada de esto es casualidad.

También lo que ocurre con De la Fuente puede ser un buen mensaje para la dirigencia del fútbol argentino. Cuando Luis Enrique renunció a su cargo en la selección española tras el Mundial de Qatar 2022, se eligió sucesor a quien había dado grandes frutos a cargo de los juveniles, quedando a cargo de ellos su ayudante de campo. En el caso de nuestro país, quien también había desarrollado un trabajo como el de De la Fuente, con los juveniles, era Fernando Batista, quien emigró a Venezuela para hacerse cargo (por ahora con mucho éxito) de la selección mayor “Vinotinto”. Su lugar fue ocupado por Javier Mascherano, quien nunca representó un proyecto claro y llegó a la AFA, en principio, con la idea de implementar un sistema de entrenamiento para todos los juveniles con el llamado “ADN Barça”, lo que dejó inmediatamente que surgió la oportunidad de tomar el sub-20. Las consecuencias están a la vista y debería servir de lección a los dirigentes albicelestes, si es que les interesa tomarla, claro.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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