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Sube la inflación, diciendo que se la baja

Inflación de más del 25% en diciembre: todos la notan en sus bolsillos, a pesar de haber recibido -sólo los trabajadores formales- el medio aguinaldo de fin de año. Inflación duplicada y aumentada más aún en alimentos, donde llega al 30%. Un fuerte golpe movilizado por la devaluación de la moneda y el abandono de todo control de precios.

13/01/2024 23:19
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

Lo más insólito es que se festejara ese número desde el nuevo gobierno diciendo que se evitó así una mayor inflación, una del 50%. Un razonamiento extraño: así, si en un próximo mes la inflación fuera del 40% habría que festejarlo porque no es del 150%, y si fuera del 150% habría que celebrarlo porque no es del 1000%. Lo cierto es que se duplicó el índice inflacionario, y que ello es muy preocupante.

Febrero será peor, porque ya no estará el medio aguinaldo y la luna de miel de Milei habrá comenzado a opacarse. Cada vez será menos eficaz el relato de que aumentando la inflación se va hacia bajarla, que aumentando las tarifas las podremos pagar mejor, o que eliminando los subsidios nos irá bien con el transporte. Los combustibles subieron 100% en un mes, con los efectos -no todos ya desplegados- de aumentos en la amplia gama de productos. Y el problema no es sólo la inflación: es el poder adquisitivo. Si la inflación es alta pero los salarios suben proporcionalmente, es una cosa. Si suben los precios y no los salarios, la condición es desastrosa para el conjunto de la población.

Algunos han asumido el relato sacrificial de que “hay que sufrir para luego estar bien”. Lo malo es que no piensan qué ocurrirá si sufren, y luego están peor. ¿Qué podrán hacer entonces, cuando el actual plan económico refundacional esté consumado? Porque no es caminando al Norte que se llega al Sur, no es bajando que se sube, no es yendo al Oeste que pronto se llega al Este: no es subiendo fuertemente precios y tarifas, que se  llegará a mejor solventar precios y tarifas.

Mientras, la pretensión oficialista de que se aprueben rápido el super/DNU y la mega/ley, quiere obligar por amontonamiento de temas, a que muchos pasen sin que sean suficientemente analizados. El ministro Barra dijo ignorar quién redactó la Hiper/ley, lo cual es desconcertante. Y sigue insistiendo el presidente en que es “a todo o nada”, cuando son cientos y cientos de leyes disfrazadas de ser sólo una: y cuando ya es obvio que muchas no serán aprobadas (pesca, reforma política, plenos poderes presidenciales, quita de fórmula de suba de jubilaciones).

La idea de aprobar todo a toda velocidad, muestra el miedo al creciente rechazo social. El paro de la CGT para el día 24 es contestado con “nunca se le hizo un paro tan pronto a un gobierno”. La respuesta es que “nunca un gobierno tomó medidas económicas regresivas tan rápido como éste”.

Bullrich sigue con sus admoniciones, si bien no pudo explicar qué era aquello de que “tres o más personas no podrán estar juntas en algún lugar público”. El disparate autoritario no pudo ser ratificado ni por los más represivos legisladores: la ministro dijo que se retira ese capítulo del proyecto, alegando no se sabe qué relaciones con la Ley de Tránsito que sólo faltó que ella dijera que quedaban “en un lugar muy interesante”.

Mientras, ella pretende cobrar a sindicatos y organizaciones sociales cerca de 50 millones de pesos a cada una, por los gastos del operativo que decidieron montar contra la movilización del día 27 de diciembre en Bs.Aires. No se sabe desde cuándo es obligación de los ciudadanos solventar los gastos policiales de manera personal y directa, además de lo que se hace por pago de impuestos. La medida es tan inconstitucional que ya fue reclamada a organismos internacionales, y ciertamente nadie piensa hacer caso a una intimación que parece más propia de grupos de presión que de alguna administración estatal.

Tanto se insistió en la discusión legislativa, que el “tapado” Sturzenegger tendrá que hacerse cargo de sus responsabilidades con algún cargo de gobierno: hasta ahora era el responsable oficioso e invisible del mamotreto que se está tratando en el Congreso. Pero no ha aparecido por el sitio de las discusiones, como tampoco el inefable Caputo, que tras ser actor principal de la deuda contraída con el FMI que nos condiciona por décadas, se permite un apriete nada velado al lanzar “si no aprueban la ley, vamos a tomar medidas más duras”. Claro que si las toma, hay que ver si podría sostenerlas.

La TV lo muestra todos los días: el bolsillo está exhausto, la clase media no puede pagar más, y los sectores populares registran aumentos alarmantes de la limosna, el pedido casa por casa y la búsqueda en tachos de basura. El gobierno aún cuenta con quienes tienen esperanzas de futuro, pero el hilo no es interminable y el aguante social está puesto a prueba.

Nada hace pensar que la voluntad gubernamental sea atenuar o modificar las draconianas medidas que se están tomando. El tiempo dirá si es posible llegar a ciertos  límites extremos en las condiciones de vida de la población.

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