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Muchas veces nos sorprendemos con experiencias, fenómenos o crisis en la historia a las que no les encontramos explicación

Por Emilio Vera Da Souza. ([email protected])

Para eso, para que nos expliquen lo que no entendemos, existen los especialistas, los estudiosos, los investigadores metódicos que trabajan con denuedo para intentar llevar algo de luz en donde hay tinieblas.

Jorge Orduna, periodista free lance, mendocino, que ha vivido en varios países latinoamericanos y europeos, ha estudiado los más variados temas y publicado informes y libros sobre los resultados de sus investigaciones. Acá en Mendoza, como dice la ley no escrita, ninguna institución, academia o grupo de interés le ha dado bolilla.

Orduna investigó a los grupos vinculados a las drogas, lo que ahora se llaman narcotraficantes y narcomenudeo, se metió de lleno en las multinacionales ecologistas, (“Ecofascismo” ed. Martínez Roca, 2008) con gran repercusión en la audiencia de la Argentina y la región.

Investigó sobre las consecuencias sociales y culturales de que la mayoría de los argentinos tengan doble nacionalidad. Investigó y aportó datos sobre el crecimiento y lo que pasa con las pseudociencias y la magia esotérica y su influencia, con las consecuencias que vemos hoy en día de antivacunas, negacionistas y terraplanistas.

Cuando tenía cerca de veinte años, Orduna fue a ver qué pasaba en el Chile socialista de Salvador Allende y fue expulsado al poco tiempo por la dictadura pinochetista.

Vivió años en Francia, Ecuador, Bolivia y Perú. Conocíó medio mundo occidental, para luego volver y afincarse en una pequeña cabaña en las montañas de Los Andes, entre Potrerillos y Vallecitos.

Actualmente reside en Quito, confinado por la pandemia a tres cuadras del Palacio Presidencial, desde donde colabora con entrevistas y reportajes e investigaciones periodísticas y científicas para diarios, revistas y autores de medio mundo.

Su último libro, “Teocracia”, publicado en la Argentina por editorial Octubre, aun puede pedirse en librerías o en algunos sitios de internet.

Orduna junta, reúne, arma y compone el mapa de la realidad política desde lugares poco frecuentados. Analiza una serie de datos que explican muchas de las cosas que nos están pasando como sociedad y en la arena política. Desde la caída de Lugo en Paraguay, la destitución de Dilma en Brasil, el aumento de normativas, ordenanzas, leyes cada vez más conservadoras en nuestros sistemas democráticos de baja intensidad, pueden ser explicados desde su perspectiva y particular visión, con datos, con documentos, con testimonios y opiniones contrastables. El golpe a Evo Morales, la cárcel y prescripción a Lula para que ganara el ultraderechista Jair Bolsonaro, el avance en varios países de posiciones cada vez más retrógradas, se encuentra en los datos que trae este escritor.

Dice Orduna en su investigación que un cuarto de la población de Brasil, la nación católica más grande del mundo, ya se asume protestante, y las distintas iglesias evangelistas tienen allí una enorme influencia a nivel político: a tal punto que impusieron un vicepresidente (Michel Temer) y más de un centenar de diputados y senadores,  jefes comunales y gobernadores, Un presidente (Bolsonaro) y medio gabinete de ministros (una mitad evangélicos y la otra militares evangélicos).

Guatemala es el primer país latinoamericano donde la mayoría de sus ciudadanos se declaran protestantes, y esa mayoría ha decidido en la última elección presidencial.

En la Argentina, según los datos del registro de cultos, hasta antes del confinamiento obligatorio se abre una iglesia evangelista cada 24 horas.

Son sólo tres ejemplos, pero la tendencia parece incontenible: todo un continente corre hacia un cambio de religión en lo que representa un fenómeno sociológico inédito por su magnitud.

El crecimiento de las religiones en el mundo contemporáneo es un buen punto de partida para entender que el auge evangelista en América Latina puede explicarse en tanto una pieza del tablero de la política internacional.

Tal vez no sea casual que todas estas preferencias confesionales que hoy se multiplican en el continente respondan o deriven de la matriz cristiana norteamericana, tengan el sello puritano de aquellos Padres Fundadores del País del Norte y sean, de manera más o menos explícita, anticatólicas.

La exhaustiva investigación del periodista Jorge Orduna intenta colocar en el centro del debate el avasallante proceso que en la actualidad se multiplica en América Latina y que puede explicar algunas cosas que resultan poco claras y que nos permiten revisar datos de la historia reciente, de lo que ha pasado en la región y de lo que pasa acá cerca, a la vuelta de la esquina.

El triunfo por pocos electores del conservador, xenófobo, racista, machista, proarmamentista Donald Trump en EEUU y ahora su apuesta de reelección.

El esfuerzo de sacar de sus posibilidades de candidatearse de Lula Da Silva, y el avance de las posturas conservadoras, individualistas y más retrógradas en lo comunitario indican que algo diferente está ocurriendo.

La pandemia con sus diferentes modelos para enfrentarla de acuerdo a criterios divergentes, y en algunos casos antagónicos según los que hace cada gobierno, se ven cuestionados sus apoyaturas científicas, en la mayoría de los casos, por posturas basadas en planteos de orígenes pre modernos, religiosos, oscurantistas, con el consiguiente atraso en tratamientos y estrategias basadas en avances técnicos y científicos sanitarios.

Cuando se trata de asumir las creencias y sus consecuencias en forma individual y sin daños a terceros, no hay discusión. Cada quién puede pesar y creer en lo que quiera. Pero cuando esos pensamientos y creencias ponen en riesgo políticas administradas por los estados, los asuntos basados en la fe y cuestiones de práctica religiosa, no pueden usarse para argumentos o sostén de políticas sociales. Las vidas y las consecuencias son responsabilidad de quienes determinan las aplicaciones de las políticas públicas. Y eso, no debiera ser un asunto de fe. Sino de acciones públicas para proteger a la población. 

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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