Por Emilio Vera Da Souza, Redacción Jornada
La escritora Almudena Grandes está en su casa, lejana y española. Allí está encerrada para escribir su siguiente novela. Quien no la conoce debería conocerla. Quien no la ha leído, se pierde una pieza importante de la literatura de habla castellana. Y quien la escucha, siendo un ser sensible, no tiene más remedio que querer seguir escuchándola.
Otra consideración que siempre se me viene apenas escucho o leo sobre ella: una persona que se llame Almudena merece toda mi atención.
La Almudena es una mujer realmente grande… tan grande que es en plural: Grandes.
Lo primero que recuerdo es que fue la ganadora del premio Sonrisa Vertical, un premio literario que les dan a las novelas eróticas. “Las edades de Lulú” tuvo su Sonrisa Vertical, y a mi que dejó la vista perdida.
El Premio “La sonrisa vertical” de narrativa erótica fue un concurso literario convocado y publicado por Tusquets Editores desde el año 1979 hasta 2004. El jurado estaba presidido por el director de cine y especialista en “erotismo” Luis García Berlanga.
En 2004 la editorial decidió suspender el premio ya que el material literario que les llegaba para ese año, tenía escasa calidad dentro del concurso y por fuera de la literatura la difusión del erotismo literario ya era muy poca dentro del escenario de la literatura en general.
Dice esta novelista que escribe porque de chica no supo dibujar, y como la mandaban callar los domingos en donde todos se sentaban alrededor de la radio a escuchar el partido de fútbol de la semana, para que se quedara en silencio le daban lápices de colores. Ella dibujaba tan mal que con los lápices comenzó a escribir historias de colores.
Ya de grande, estudió historia pero siempre trabajó como escritora por encargo… y mientras cuidaba a su pequeño hijo, se levantaba a las 5 de la madrugada para escribir hasta las ocho y llevar al niño a la escuela. A la tarde, escribía por encargo, epígrafes de imágenes de enciclopedias, guías de turismo y capítulos de libros de colección.
Dice la Almudena desde su encierro por la pandemia: “el confinamiento fue un cambio radical, como para cualquiera. En mi vida quizá más. Tenía la agenda llena de reuniones y viajes de promoción de mi última novela, “La Madre de Frankenstein”. Con el confinamiento pasé de no tener un minuto para respirar, por los viajes por toda España, a estar metida en casa sin poder salir.
Después me di cuenta de que el confinamiento me ha regalado una novela, la que estoy escribiendo ahora y me ha pasado de todo, supongo que como a todo el mundo”.
“Uno de los efectos más importantes de la crisis del coronavirus ha sido poner de manifiesto algo que mucha gente se resistía a reconocer. Los servicios públicos son necesarios en los malos momentos. Son necesarios en todo momento, pero en los malos solo puedes confiar en lo público, solamente puedes encomendarte a lo público.
En España durante décadas se ha hecho una exaltación de las privatizaciones por parte de varios gobiernos. Han logrado infiltrar en el ánimo de algunas personas la idea de que lo público es feo y antiguo mientras que lo privado es flamante y mejor. Todas esas campañas se han estrellado durante la pandemia. La única solución para salir adelante es reforzar unos servicios públicos igualitarios y de calidad.
La cultura como necesidad esencial
Y la cultura juega un papel fundamental cuando hablamos de servicios públicos. La cultura es un ingrediente de la felicidad, es una fuente de emoción, es una fuente de alegría. Nos hace felices, nos entretiene, nos ayuda cuando estamos deprimidos. Los productos culturales nos ayudan a pensar. A pensar en nosotros mismos, en el papel que jugamos en una sociedad determinada, a pensar en el pasado, a pensar en cómo queremos que sea el futuro. No existiría el pensamiento crítico si no existiera la cultura, y en ese sentido, creo que la cultura es un ingrediente esencial de la identidad de las personas, y por eso creo que hay que ayudar a la cultura como un bien esencial, porque lo es. Una sociedad sin cultura no solo sería una sociedad más infeliz, triste y aburrida, sería sobre todo una sociedad sin identidad, más frágil y fácil de manejar.
La polarización política o una grieta con acento español
En un contexto de emergencia sanitaria sin precedentes, con personas muriendo, con los hospitales saturados, en todos los países del mundo ha habido pactos de colaboración, treguas, banderas blancas y ofertas de cooperación para sacar adelante al país por parte de todos los actores de la política de esos países. Menos en España, donde no ha ocurrido.
Es verdad que la sociedad se ha unido, hemos visto cosas, más allá de los aplausos de las 8, que fueron muy emocionantes. La sociedad civil se comportó con mucha responsabilidad, con mucha madurez y la clase política no ha estado a la altura, especialmente la oposición.
Pienso que un sector importante de la oposición, en un principio, vio en la pandemia una ocasión ideal para dañar al gobierno y se dedicó a eso en vez de acompañar para solucionar la emergencia sanitaria. Si en un momento tan crítico ha pasado esto, no se me ocurre cómo se puede solucionar esto en el futuro.
Almudena dice que “crecimos en un país donde el pecado era delito”. En sus historias narra lo que se ve en las esquinas iluminadas pero sobre todo lo que se oculta en los lugares oscuros resplandecientes.
Dice la Grandes que tiene suerte de ser escritora ya que habitar la literatura es un territorio donde hay más libertad que en el cine y la TV.
Almudena y el periodismo
Una de las novelas de Dickens, Historia de dos ciudades, tiene uno de los comienzos más brillantes y fabulosos de la literatura universal de todos los tiempos: “Aquellos fueron los mejores tiempos, aquellos fueron los peores tiempos”. Creo que para el periodismo en España ahora se podría decir lo mismo. Por un lado, son los mejores tiempos, por otro son los peores. Los mejores, porque por un lado la prensa digital, con medios como infoLibre, elDiario.es, o Público, ha revolucionado el panorama de la prensa escrita tradicional. Han abierto la panoplia de posibilidades a los lectores.
Han hecho un trabajo muy bueno muchos medios, y no solo digitales escritos. Durante la pandemia, algunos medios se han coronado haciendo un trabajo espléndido. Pero también, estos son los peores tiempos porque cada vez hay más desaprensivos o sinvergüenzas que, porque tienen un título de periodismo, se dedican a decir que son periodistas. También es cierto que, a través de algunos medios digitales, blogs y todo este universo digital en el que es tan fácil falsificar, estos últimos tiempos de la pandemia han sido el paraíso de las fake news, de las mentiras, de la difamación. Es un momento delicado porque el mejor periodismo está coincidiendo con el peor y parece que los periodistas más rigurosos, más honestos y más capaces de asumir riesgos son lo mismo que ciertos aventureros de la prensa o “pseudoprensa”.
Adelanto de lo que hace durante su confinamiento
Voy a contar algo de mi próxima novela. Estoy haciendo algo así como un episodio como los de mi serie Episodios de una guerra interminable, pero un episodio del futuro, porque es una distopía, una novela de anticipación. Se me ocurrió en el confinamiento, el 1 de abril del 2020. No lo olvidaré nunca. De repente, empecé a pensar cómo se sentiría una mujer de mi edad que perdía el contacto con sus hijos por la pandemia. Se me fue la cabeza y aquello creció y creció y ahora estoy escribiendo una novela que transcurre en la primera mitad del siglo XXI, pero sin determinar un momento concreto, porque es todo ficción. España se convierte en una dictadura ultracapitalista. El país entero se transforma en una empresa privada que tiene dueños, los propietarios de las grandes compañías españolas. Naturalmente, también hay unos buenos resistentes, porque en mis novelas siempre hay resistencia contra las dictaduras. Ya llevo casi 90 folios, así que novela hay. Yo al confinamiento le debo una novela, no está mal. He padecido, como todos, pero también tengo que agradecerle esto.
De qué trata “La Madre de Frankenstein”
En 1954, el joven psiquiatra Germán Velázquez vuelve a España para trabajar en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, al sur de Madrid. Tras salir al exilio en 1939, ha vivido quince años en Suiza, acogido por la familia del doctor Goldstein. En Ciempozuelos, Germán se reencuentra con Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, que le fascinó a los trece años, y conoce a una auxiliar de enfermería, María Castejón, a la que doña Aurora enseñó a leer y a escribir cuando era una niña. Germán, atraído por María, no entiende el rechazo de ésta, y sospecha que su vida esconde muchos secretos.
Durante la lectura se descubrirá su origen modesto como nieta del jardinero del manicomio, sus años de criada en Madrid, su desdichada historia de amor, a la par que los motivos por los que Germán ha regresado a España. Almas gemelas que quieren huir de sus respectivos pasados, Germán y María quieren darse una oportunidad, pero viven en un país humillado, donde los pecados se convierten en delitos, y el puritanismo, la moral oficial, encubre todo tipo de abusos y atropellos.
“En los cuarenta había más hambre y menos empleo, pero había esperanza de que Franco no se eternizara. En los cincuenta siguió la pobreza y llegó la desolación absoluta, ya se sabía que Franco iba a continuar en el poder y se había aniquilado la resistencia interior”, reflexiona.
La parricida crea muñecos de trapo con genitales y vellos púbicos, y así Almudena Grandes se adentra en la psiquiatría española, donde pugnaban dos protagonistas fuertes: el coronel Antonio Vallejo Nájera y el miembro del Opus Dei Juan José López Ibor, dispuesto a curar la homosexualidad con lobotomías. “Vallejo Nájera era un psiquiatra eugenesista que durante la guerra escribió tres libros sobre la posibilidad de mejorar la raza hispánica mediante la eugenesia. La diferencia con la eugenesia nazi es que él era un católico ferviente y no era partidario de las esterilizaciones. Sin embargo estableció que el marxismo era un gen asociado con la debilidad mental, que había que extirpar para que España volviese a ser una nación fuerte”, señala en uno de los corredores del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, el complejo dedicado a enfermedades mentales más grande de España, donde se apostó por la laborterapia desde antes de la guerra.
La escritora descubre cómo se ejercía la psiquiatría en la dictadura, la injerencia de la iglesia y los pequeños focos de resistencia como el sanatorio del Doctor Esquerdo, “donde se podían refugiar homosexuales para esquivar la cárcel por el hecho de ser homosexuales”.
La vida privada no era privada y las mujeres “pagaron un peaje extra porque la dictadura franquista afianzó el exceso patriarcal propio de la cultura española. España fue un país oficialmente machista. Por una parte, las mujeres eran imbéciles legales, no tenían capacidad jurídica para disponer de su propia vida, y además, vieron su vida coartada. Su propio cuerpo era un problema. Las mujeres no tenían capacidad de decisión sobre su destino más allá del color sobre el que se hacían los trajes”.
“Vivimos encima de una mina de oro y no lo sabemos. Estamos llenos de historias extraordinarias. España es un país anormal y eso es motivo para estar en medio de la crisis. Que no es una sola, son muchas crisis una de tras de otra. Y allí está lleno de historias”.
“Me interesan los héroes que tienen miedo. No los que tienen poderes. Todos mis personajes fracasan en sus acciones públicas pero se salvan, porque siempre sobreviven a Franco y eso es un final feliz”.
Almudena Grandes ha escrito varias novelas como parte de los Episodios de una Guerra Interminable. Los que gustan de grandes narraciones, de personajes intensos y entrañables, inolvidables, de historias bien contadas de personajes y sus propias vidas pero metidos en la historia reciente común quedaran esperando más y más.
Esta novela tiene como protagonista a una mujer, como todas las historias de Almudena siempre son las mujeres quienes son atravesadas por la narración para decirnos los detalles de donde está el nudo del conflicto. Y como otras veces la autora nos pasea por una metáfora de la España del franquismo, y a la relación entre un médico que ha regresado del exilio, una paciente célebre y una humilde enfermera criada en ese lugar.
Almudena fue galardonada con el Premio Nacional de Narrativa en 2018, por su novela anterior “Los pacientes del doctor García” uno de los libros con mejor recepción por la crítica y los lectores.
Obra de Almudena Grandes
Las edades de Lulú (1989)
Te llamaré Viernes (1991)
Malena es un nombre de tango (1994)
Atlas de geografía humana (1998)
Los aires difíciles (2002)
Castillos de cartón (2004)
El corazón helado (2007)
Los besos en el pan (2015)
Episodios de “Una guerra interminable”
Inés y la alegría (2010)
El lector de Julio Verne (2012)
Las tres bodas de Manolita (2014)
Los pacientes del doctor García (2017)
La madre de Frankenstein (2020)
Libros de relatos
Modelos de mujer (1996)
Estaciones de paso (2005)
Películas basadas en sus novelas:
Las edades de Lulú (de Bigas Luna, 1990)
Malena es un nombre de tango (de Gerardo Herrero, 1995)
Aunque tú no lo sepas (de Juan Vicente Córdoba, 2000). Adaptación del relato «El vocabulario de los balcones», de su obra Modelos de mujer
Geografía del deseo – adaptación de Atlas de geografía humana; miniserie chilena de Boris Quercia e ideada por María Izquierdo Huneeus, 2004)
Los aires difíciles (de Gerardo Herrero, 2006)
Atlas de geografía humana (de Azucena Rodríguez, 2007)
Castillos de cartón (de Salvador García Ruiz, 2009)
Fuentes:
Diarios: El Diario, El País, Público, La Jornada, InfoLibre, El Diario. Página/12.
Boschi, S. (2014) Almudena Grandes: “No me interesan las novelas de arquetipos”.
“Entrevista a Almudena Grandes, escritora”, 2003, Escritura pública, No. 19, pp. 40-41.
“Un acercamiento a la narrativa de Almudena Grandes” en Claves y parámetros de la narrativa en la España posmoderna.
Martín, A. 1996, “Modelos de mujer, de Almudena Grandes” en Clarín: Revista de nueva literatura.