Fue un 25 de septiembre como este, pero de 1972 y del que hoy se cumple medio siglo de cuando la hallaron sin vida producto de una decisión trágica -consumió 50 pastillas de barbitúricos, según el forense-.
Con permiso del psiquiátrico, había optado por regresar a su casa de Buenos Aires y allí, de manera inesperada, tomó la extrema decisión y se despidió con apenas 36 años de edad.
Alejandra Pizarnik dejó una huella en la poesía argentina con una temática recurrente: amores, desamores, soledad y muerte.
De niña sufría bullying escolar con su tartamudez, acné y un español con acento extranjero -su padre era ruso y su madre, eslovaca-.
Estudió literatura, periodismo y filosofía, hasta que en 1960 se radicó en París como traductora -fue amiga y confidente de Julio Cortázar y también generó lazos amistosos con Octavio Paz-.
Con cinco libros publicados ("Extracción de la piedra de la locura", el más emblemático) recibió las becas Guggenheim 1969 y Fullbright 1971, nada menos.
Su voz, sin dudas, nunca se apagó ni se apagará.
Releo "Tu voz" por enésima vez:
"Emboscado en mi escritura cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a tu fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo para que nunca despierte."
Cinco puntos finales a cada frase corta encriptada en esta poesía.
En ese quinteto de oraciones hay planteo, desarrollo y definición.
La síntesis perfecta en cada pensamiento.
La aparición de la imagen literaria ni antes ni después, justo a tiempo.
Ya ni hace falta describir por qué causa Buma (flor en idish; así la apodaron sus padres) es un clásico poético que impacta sin necesidad de moda o marketing.
Cuántos interrogantes se llevó Alejandra consigo...