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La desmesura presidencial utilizada como un activo que no es

Milei cultiva un perfil duro que reivindican sus seguidores y que vuelca a políticos, periodistas y -sobre todo- economistas que critican, pero también a las relaciones internacionales, con consecuencias imprevisibles

Redacción
07/07/2024 11:09
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Por JOSÉ ÁNGEL DI MAURO / El presidente hace un culto de la desmesura. Lejos de avergonzarlo, Javier Milei considera que sus excesos son una cualidad, de la que hace gala cada vez que puede. Forma parte del personaje que ha creado y con toda lógica está convencido de que ese es un activo que le rinde.

Como “decir la verdad”, tal cual se vanagloria respecto de una frase que circunscribe al discurso de campaña en el que anticipaba un ajuste con motosierra que está aplicando y que la gente “soporta, apoya y justifica”, tal su convicción, basada en encuestas como la de Jorge Giacobbe (h) que se conoció el viernes, según la cual el presidente mantiene una imagen positiva del 54,7%. En esa encuesta, el ministro de Economía del ajuste, Luis Caputo, tiene 45 puntos; y el artífice de la motosierra, Federico Sturzenegger, 31,6%. Todo bastante alto, como se ve.

Milei cultiva un perfil duro que reivindican sus seguidores y que vuelca también a las relaciones internacionales. A priori, una decisión controversial, pues son actitudes que traen consecuencias, aunque a él eso lo tenga sin cuidado. A lo largo de estos poco más de seis meses, Milei ha fustigado no solo a Nicolás Maduro; ha sido impiadoso con los gobernantes de México, Colombia, Brasil y llevó la relación al borde de la ruptura con España y Bolivia. Al mexicano Andrés Manuel López Obrador lo llamó “ignorante”; al colombiano Gustavo Petro “asesino terrorista”; ni qué decir del español Pedro Sánchez, a quien calificó de “payaso” y a su esposa le dijo “corrupta”.

Respecto a Bolivia, Milei dio por probado que fue “falso” el intento de golpe de Estado allí -una estimación a todas luces probable, pero en boca de un presidente, una inapropiada intervención en asuntos internos de otro país-, coincidiendo en un todo nada menos que con Evo Morales. Con Lula Da Silva fue aún peor: lo acusó de “corrupto” y “comunista”.

Se sabe que Milei va siempre a fondo, y con Lula no fue la excepción, pues tras decidir no participar de la Cumbre del Mercosur que se hará en Brasil, este fin de semana visitará en calidad de “turista” ese país para participar de un evento organizado por la ultraderecha, donde se verá con Jair Bolsonaro. Es todo un desafío que la primera visita de Milei como presidente a Brasil sea al principal rival de Lula.

Javier Milei muestra en el poder una elevada capacidad de rencor. No deja de recordar que tanto Lula como Pedro Sánchez se inclinaron públicamente en favor de Sergio Massa durante la campaña. Es menester observar también que lo que Milei hace ahora es exactamente lo mismo que les reprocha a sus rivales.

Esa desmesura la proyecta también con los epítetos que dedica a los economistas que lo critican. Ha roto relaciones con Carlos Rodríguez, de quien era amigo, y ya ha comenzado a rayar a Domingo Cavallo, al que llegó a definir como “el mejor ministro de Economía de la historia”; destrata a Roberto Cachanosky y Miguel Angel Broda, y se ha burlado y dicho de todo contra Ricardo López Murphy y Carlos Melconian.

“El es así”, lo justifican desde su entorno, pero en economía nunca nadie debe hacerse el superado. Tan severo fue con López Murphy que el bloque que él integra y lidera Miguel Pichetto salió a defenderlo: “Es una constante del presidente agraviar a quien piensa distinto o plantea algún tipo de crítica a su gestión. Ante su incapacidad para debatir ideas, Milei ataca a quien las profiere”, dijeron en un duro comunicado desde el bloque de diputados de Hacemos Coalición Federal, clave para la aprobación de la Ley Bases.

Una ley que, como dijimos la semana pasada, no alcanzó para potenciar las expectativas de este gobierno. Pareciera que su aprobación sirvió más para evitar tempestades, que para alentar expectativas. Los mercados se mostraron a partir de entonces y durante buena parte de la semana impiadosos con esta administración tan “pro-mercado”. Como tantas veces hemos visto, el dólar blue cobró vida y agigantó la brecha con el oficial. Los reproches a este equipo económico se multiplican desnudando cierta falibilidad. Emparentándolo con anteriores gestiones que cuando los mercados se encabritaron, la economía se les fue de las manos.

Quienes auguran un futuro adverso para la experiencia libertaria, afirman que más allá de la invulnerabilidad social que pareciera mostrar el presidente Milei, cuando le entre una bala, le entrarán todas. No faltaron los que imaginaron que ese momento había llegado esta semana.

Todos los datos de la economía están en rojo. En el Gobierno lo justifican recordando el cuadro que recibieron y el fenomenal ajuste que están implementando. Pero sectores que están blindados respecto del mismo muestran señales también adversas. Por caso, la liquidación de dólares por la exportación de cereales alcanzó en junio pasado 1.977.224 dólares, lo que implica un aporte de divisas para el primer semestre del año similar al volumen del mismo período de 2023, signado por una sequía histórica.

Si el tiempo de liquidación de divisas se termina, ¿qué futuro le cabe al plan económico? Como hemos dicho, se hace cada vez más imprescindible la salida del cepo y para eso el Gobierno necesitaría contar con un colchón de divisas que por lo menos debería ascender a 10.000 millones de dólares. Para contar a partir de ello con plata del Fondo Monetario y otras fuentes de recursos que garantizaran al menos 25.000 millones con los que estuviera en condiciones de sacar el cepo. Hoy esa posibilidad es utopía.

En ese marco surge el nombre de Rodrigo Valdés, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, figura que el Gobierno quiere apartar de las negociaciones con el Fondo. El chileno ha sido también destinatario de la ira presidencial, quien no lo nombró, pero lo señaló. Parte de las desmesuras de las que hablábamos.

El presidente se dio finalmente el gusto de designar a Federico Sturzenegger al frente de un ministerio creado para él mismo: el de Desregulación y Transformación del Estado. Los observadores prevén un horizonte de conflicto con su ahora colega Luis “Toto” Caputo, con quien no se lleva bien desde los tiempos de Cambiemos. De hecho, muchos adjudicaban la demora en nombrarlo a esa mala relación y al temor de que generara “inestabilidad” al frente del Palacio de Hacienda.

Para el exdiputado Alejandro “Topo” Rodríguez, el diseño organizacional con la irrupción de esta nueva cartera “alimenta el conflicto y hace prácticamente inevitable el choque entre Sturzenegger y Toto Caputo”.

Alerta el actual director del Instituto Consenso Federal sobre una serie de funciones que deberán compartir ambos ministerios, obligados entonces a trabajar juntos, de manera coordinada en torno a la elaboración de políticas para aumentar la competitividad, facilitar el funcionamiento de los mercados, impulsar el crédito, disminuir regulaciones y controles, aumentar la libertad económica y disminuir los costos del sector privado. También deberán impulsar acciones que permitan simplificar y/o suprimir restricciones a la oferta de bienes y servicios, así como las exigencias normativas que distorsionen los precios de mercado.

Además, deberán revisar juntos esquemas tributarios, exenciones impositivas y regímenes especiales que generen privilegios o distorsionen el funcionamiento de los mercados y la economía; e impulsar reformas estructurales para crear empleo privado, desarrollar la economía y equiparar estructuras tributarias.

“Pero las materias en torno a las cuales deben cooperar, son fuente de disputas conceptuales y fuertes diferencias prácticas entre ambos ministros. Eso, sumado a los conflictos preexistentes entre ambos, augura una crisis de gabinete en poco tiempo”, sostiene “Topo” Rodríguez.

El Pacto de Acasusso no se estaría cumpliendo, a los ojos de Mauricio Macri.

Con estos nubarrones que esta semana se vislumbraron claramente, una relación que sí ya se endureció es la de Milei con su principal socio político, Mauricio Macri, con el que no se reúne desde hace más de dos meses. Y con el partido que este fundó y preside, clave para que salgan las leyes. Sucede que Milei, y sobre todo su hermana, “El Jefe”, consideran que ya tienen los votos del Pro, así que no necesitan ninguna alianza formal con éstos, solo la resignación para ser absorbidos. Patricia Bullrich se sumó bajo esas condiciones y le costó la eyección del partido que presidía hasta hace poco tiempo.

Macri no está dispuesto a disolver su partido y mucho menos a perder la Ciudad, donde gobierna el Pro hace 16 años. Por eso reclamó los fondos de coparticipación que ordenó la Corte que se le pague y que Milei le retiró a Kicillof, pero no devolvió a CABA. El bloque de diputados secundó el reclamo de Mauricio Macri, con algunas bajas que responden al bullrichismo. Se verá si en un futuro inmediato existe un correlato en los bloques.

El expresidente sería partidario de establecer una alianza como la que él encabezó cuando le tocó gobernar, en la que los partidos que integraban Cambiemos y luego Juntos por el Cambio mantuvieron siempre su identidad.

Como sea, y a sabiendas de que la relación de fuerzas institucional y de medios no le es favorable, el macrismo quiere dejarle claro al Presidente que él podrá tener circunstancialmente sus votos, pero el Pro tiene el número y el expertise para sacar las leyes. De lo contrario, Milei no podrá impulsar ninguna reforma aun si ganara las próximas dos elecciones.

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