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Estamos mal, pero iremos peor

  ¿Qué pasa si este plan económico fracasa?: las expectativas unilaterales de los argentinos. El apoyo a Milei es menor que lo que suele decirse. Las vacilaciones del gobierno. Confrontar a las universidades, una idea riesgosa. Senadores: Villarruel lanzó la piedra y escondió la mano

Redacción
20/04/2024 21:02
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

  “Estamos mal, pero vamos bien”, sintetizaba Carlos Menem en los años noventa. Quería decir que estábamos claramente mal, pero que en el futuro estaríamos mejor: que estábamos en el buen camino. Y eso es lo que hoy casi una mitad de los argentinos piensa. Las encuestas muestran que en lo personal la economía es pésima -casi un 40% declara “no llegar a fin de mes”-, pero se supone que en cierto momento se estará mejor, que este es el sufriente camino a un buen futuro. Lo curioso es que cuando el encuestador les dice: “¿Y si esto sale mal, y no salimos de la actual situación?”, los partidarios del buen futuro se quedan silenciosos y perplejos: no saben qué decir.

  El plan económico no parece un plan económico sino la búsqueda unilateral del Déficit Cero, un no gastar y no invertir, echar gente del Estado y cerrar oficinas públicas: no hay mucho más. Las palabras “producción”, “empleo”, “desarrollo”, “industria”, están por completo ausentes del vocabulario oficial.  Y el anhelo presidencial parece ser que las cuentas cierren en el Excel. Si no se atiende a las inundaciones o al tratamiento del dengue, es lo de menos. La gestión del Estado, ausente casi por completo.

  El presidente se jacta de expulsar decenas de miles de trabajadores estatales bajo el fácil apelativo de “ñoquis”, si bien se ha cerrado oficinas completas que funcionaban y donde -es obvio- la mayoría trabajaba con regularidad y persistencia. Y le parece un gran autoelogio hablar de que su ajuste es “el más grande de la historia”: el que las personas sienten diariamente cuando ya no pueden tomar un café, comprar para asado, llevar pan a la casa. Tamaña constatación le parece extraordinaria.

  Igual, la inflación sigue siendo muy alta y la suba de tarifas de este mes difícilmente la haga bajar. En tiempos de Fernández y el ministro Guzmán, la inflación era la mitad de la actual, y mucha gente se quejaba: de modo que el número de ahora no es soportado porque sea maravilloso, sino porque se cree que podría mejorar en el futuro. Todo está afirmado en la tenue trama de una expectativa positiva, que nada garantiza que se cumpla.

  Sin plan de desarrollo, sin apelación importante a la industria y al empleo, con abandono a las fuerzas del mercado, el gobierno sale a buscar dinero en el exterior, y el FMI se lo niega reiteradamente. Allí elogian a Milei pero le piden “mejor calidad” en el uso de los recursos del Estado: no confían en la sustentabilidad del plan a mediano plazo.

  Además, si la inflación bajara a costa de una enorme caída salarial -tal cual ocurre hoy- no le serviría a nadie. Un ejemplo de cómo engañan los números, es que, como dice el presidente, “con la suba de tarifas la inflación es por una sola vez”. Cierto. Pero a la vez siguiente la tarifa no vuelve a pagarse como antes, sino con el nuevo precio. De tal modo en la inflación el aumento aparece una sola vez, pero en los pagos viene todos los meses.

  ¿Se entiende? Si Ud. pagaba, digamos, 15 mil pesos de electricidad y ahora pasó a 55 mil, en la inflación la subida aparecerá sólo este mes. El mes siguiente Ud. deberá pagar nuevamente los 55 mil: así deberá erogar ese mes, y todos los que vengan. Pero como subió de una sola vez, en la inflación de esos meses será cero. De tal modo, por más que Ud. tenga inflación baja, si antes subieron precios y tarifas y los salarios no se aumentaron en igual proporción, el resultado es totalmente deficitario.

  Y por cierto, Milei tiene el índice de aprobación más bajo que un presidente argentino haya tenido en muchísimos períodos de gobierno, para igual tiempo en la gestión. Esto no se dice, porque se lo mide por el ajuste draconiano que ha hecho: para una política tan hambreadora, es sorprendente lo bien que le va. Pero resulta que lleva apenas cuatro meses de gobierno: tener algo menos de 50% de aprobación es muy mal número, si se lo compara con los 60% ó 65% que para el mismo tiempo de 4 meses llevaban Cristina, el mismo Macri o Alberto Fernández. Es curioso que ningún encuestador señale esta situación: los números de apoyo a Milei son los peores de cualquier presidente argentino en los últimos tiempos. Y basta mirar la economía familiar para saber por qué.

El mal show en Senadores: acción silenciosa del gobierno y de JxC

  Es discutible el escándalo que se hace por el aumento de las dietas en el Senado. Claro que la población está sufriendo, y que los legisladores ganan muchísimo más que el promedio de ciudadanos. Pero también es verdad que Adorni, el pintoresco vocero presidencial, subió su sueldo previamente: y a él no lo eligió ningún voto popular, ni tiene que viajar desde las provincias o pagarse un hotel. Y por cierto que Adorni también registró aumento en el sueldo de su hermano, y además su hermana obtuvo un alto cargo: lo que configura una familia afortunada, que compite ahora en número de puestos con el apellido Menem, ampliamente presente en el gobierno.

  También ha aparecido el proyecto -aún no aprobado, según parece- de que los altos directivos de YPF se gratifiquen con un modesto salario de casi 70 millones de pesos por mes. Sí, leyó Ud. bien: los Senadores, al lado de esto, son mendigos. En este envidiable espacio directivo están dos ministros del gobierno de Milei: Francos y Posse.

  De cualquier modo, la acción en Senadores fue desprolija e inoportuna. Milei aprovechó para echar la culpa a “los otros” -luego rectificó exceptuando a algunos de JxC- y Macri también lanzó dudosas expresiones sobre la transparencia de su bloque legislativo. Sin embargo, dentro de la confusa situación donde no hubo mucho tiempo para levantar las manos en votación ni para oponerse, parece que la aprobación fue casi unánime: sólo dos senadoras de la UCR se habrían opuesto, y lo manifestaron por nota.

  Lo cierto es que por más que tengan diferencias entre sí, Villarruel y Milei son compañeros de fórmula. Y la vicepresidenta fue quien dirigió la sesión y quien pidió la votación a mano alzada, dándola por cerrada de inmediato y sin conteo específico. Es decir: fue la representante del gobierno nacional la que habilitó el tratamiento -por más que diga que es lo que le correspondía hacer-, y la que determinó el abrupto final de la sesión, dando por aprobado a toda velocidad.

  Además, es curioso que el gobierno alegue no tener que ver, cuando está estampada la firma del senador Olivera como uno de los que propiciaron el aumento: el insólito argumento de que no sabía bien qué es lo que estaba firmando, no soporta el más mínimo análisis.

  Y mientras Macri decía que los suyos no eran responsables de lo sucedido, se distraía de que fue el senador Romero quien propuso públicamente -aunque a las corridas- el tratamiento del proyecto. Un senador ligado a Juntos por el Cambio.

  De cualquier modo, la tv oficialista y la palabra de Milei, que puede lanzar afirmaciones de cualquier tipo que un sector social siempre aprueba, lograron que buena parte de la población pueda creer que esto fue culpa de “la casta”, y que el oficialismo no tendría nada que ver. Y a la vez, el ruido del asunto ha permitido ocultar la subida de cargos de Adorni y de varios otros personajes del entorno presidencial -es el caso de Karina Milei- que asumieron rango ministerial con la consiguiente alza de sus sueldos.

¿Quién le teme a las universidades?

  Apalear autoridades universitarias, puede serle menos popular al gobierno que apalear piqueteros. Si bien esto último es inaceptable -al menos que exista una situación extrema para la seguridad de la población-, igual muchos lo aplauden: pero la educación pública tiene 80% de aprobación en la opinión ciudadana, y las autoridades universitarias promueven considerable respeto. De modo que las manifestaciones universitarias difícilmente se puedan reprimir según el habitual “estilo Bullrich”: y si se lo hace, el costo político puede ser muy alto.

  Condenadas a un raquítico e inverosímil presupuesto del año 2023 para funcionar en el 2024 (con más de 200% de inflación), las universidades no podrán funcionar más allá de mayo o junio: ya tienen en la UBA que obligar a alumnos y docentes a subir 17 pisos por la escalera, para no gastar en las tarifas eléctricas que se devengan por el uso del ascensor.

  Muchos alumnos han dejado de cursar, porque no pueden pagar los pasajes a las Facultades o los accesorios mínimos para el estudio. Obviamente, los que dejan son los que menos recursos tienen: el gobierno colabora a sostener y aumentar la brecha social entre ricos y pobres. Bien se sabe, al respecto, que muchos comedores comunitarios han dejado de recibir alimentos, así como algunos pacientes terminales -oncológicos, en muchos casos- han dejado de receptar sus medicamentos.

  Hay quienes pueden pensar que la universidad no les interesa: no tienen familia que trabaje o estudie allí. Pero en verdad, es donde se forman los médicos, las enfermeras, los ingenieros, los odontólogos, los comunicólogos, los diseñadores, los arquitectos…todos los profesionales que son decisivos para la vida social, que cuidan la calidad de nuestra salud, de nuestras viviendas, de los puentes, de los caminos, de los productos industriales en general, de la información pública, de la extracción petrolera o el futuro del agua. Es decir: la universidad tiene que ver con la sociedad entera, no sólo con quienes concurren a ella como docentes, alumnos o administrativos.

  Universidades que se han mantenido calladas durante varios meses, esperando alguna rectificación. El gobierno, feliz con someterlas al ajuste, según su planilla del Déficit cero. Y de a poco la paciencia se ha ido terminando. La manifestación desde la Univ. Nacional de Cuyo fue monumental la semana anterior: promete ser aún mayor para la semana entrante, donde se expresará al mismo momento que se lo hará en todo el país, en busca de que la problemática del sector se tenga en cuenta.

  La jugada del gobierno fue exponer falsos porcentajes y se habló de un gran aumento, que en realidad es muy pequeño: el 90% del presupuesto se ocupa en salarios, de modo que aumentar sólo en gastos de funcionamiento tiene poco efecto para la mejora económica. No hay una oferta seria para superar la situación, y todo hace pensar que los universitarios pueden ser una chispa social importante.

  Es que el gobierno comienza a dudar, y en parte a retroceder. Lo de las prepagas fue notable: Milei las desregula y les permite subir precios a su antojo, y luego se queja de que subieron demasiado. El mal humor social ante las altísimas tarifas y precios del transporte, empezó a combinarse con prepagas y dramas universitarios. Dejando atrás toda su doctrina -estamos ante un gobierno que prolifera en discursos adoctrinadores contra el Estado- ahora el oficialismo quiere regular las prepagas. Y lo hace de manera confusa, sin que se sepa si se cobrará lo de meses anteriores, cómo será el procedimiento, y por qué no están incluidas todas las empresas en la nueva reglamentación.   

  Mientras, los universitarios se preparan para el día 23 y la CGT para la fecha emblemática del 1 de mayo, así como para el paro general del día 9. Se acercan tiempos movidos en el país, donde la paciencia social empieza a achicarse.-

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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