Diego Gareca es fanático de los procesos, de la experiencia, de la observación de lo que sucede en los distintos pueblos que componen, en este caso, a la regiones, los departamentos y los barrios de Mendoza.
Así lo reveló en su charla con los periodistas Luis Ábrego y Luis Martínez, luego de la presentación de su libro de 160 páginas “Tender un puente, cultura y política” en el que buscó explicar la forma de cómo lograr un equilibrio laboral, desde la gestión cultural, con un resultado eficaz.
“Cuando pensábamos en hacer el libro ya estábamos con la duda de cuál iba a ser el título“, ventiló durante la mañana del martes 21 de febrero en la Ciudad de Mendoza. En la narración no solamente aparece la función pública de Diego Gareca sino que también su familia. Allí el autor aún sigue recordando el primer libro que leyó en su vida gracias a un regalo de su madre: El príncipe feliz de Oscar Wilde.
A partir de los concursos de lectura en los que comenzó a destacarse en la Escuela Guillermo Cano del Carril Godoy Cruz, en San José, Guaymallén, el hombre comenzó a acuñar su propia biblioteca estudiantil. Todo por la influencia de su madre que tanto insistió con el hábito a sus tres hijos varones.
A lo largo del libro de Gareca se comparten muchas fotos, historias de familia, del entorno y de repente aparecen figuras emblemáticas de las artes hispanoparlantes: Juan Gelman, León Gieco, Joaquín Sabina, Papo Napolitano, entre los miles que idealizó y logró conocer en vida.
“Cuando estuvo Gelman en Mendoza durante unos tres días yo no me quería ir a mi casa. Yo tenía algunas preguntas para hacerle. Cuando me enteré que había muerto. Cuando me llamó un amigo para contarme. Me largué a llorar, porque es uno de los tipos de cabecera para mí. Siempre me intrigó la cosa política de Juan Gelman. Su paso por Montoneros. Cuando vino a Mendoza lo hizo con Del Amor, con -Rodolfo- Mederos”, recordó en la entrevista en Lado A, de Radio Jornada.
Gareca precisó que esa charla se dio en viaje a una bodega, “cuando íbamos a almorzar y nos sentamos en el fondo de la trafic íbamos charlando y me confesó que se habían sentido admirados por haber sido contratados por un municipio radical. Y me dijo que no me preocupara porque esa discusión ya la había vivido en los ´70. Y que había que preocuparse por los problemas que tenía ahora la sociedad“.
En tanto, el escritor confesó que trabajar para la política, desde la función pública, con la cultura como objetivo principal, hay experiencias de valor en Mendoza: “Godoy Cruz ha sido como un laboratorio cultural para mí, donde ensayar propuestas, acciones, ideas, que puedan funcionar o no. Esto me ayudó cuando nos fuimos a trabajar a la provincia con una gestión cultural que ya venía de aprovechar lo vivido en Godoy Cruz“.
Explicó que para que un departamento mendocino pueda ofrecer actividades culturales públicas “la gestión estatal debe estar saneada. Lo que me sucedió es que muchas veces debimos demostrar a los intendentes que hemos tenido que esto va a funcionar”, dijo por los distintos proyectos que debió defender y de los cuales algunos no cristalizaron.
Sin embargo aclaró que “la creatividad es una herramienta necesaria para las distintas gestiones” de un gobierno que apuesta a la cultura. “En términos de pensar la política pública de cultura de un municipio es necesario. Lo primero que digo es que hay que armar equipos. A veces es difícil por la realidad de cada departamento. En mi libro cuento lo que viví con tres intendentes en Godoy Cruz. Arranqué con César Biffi, después seguí con Cornejo y ahora sigo con Tadeo. La tarea pesada la tuvo el primero porque había que ordenar el municipio y recuerdo cuando se hizo la vendimia sin presupuesto. Hasta me tocó actuar. Esa tarea fue una situación límite y sin embargo se concretó“, recordó.
Desnudando su obra, admitió que “desde lo simbólico uno pone a muchos artistas desde lo nacional y de la cultura latinoamericana por que han enriquecido a nuestra sociedad. Un amigo me destacó que es increíble todos los artistas que han pasado en este tiempo por Godoy Cruz. Y ahí es como que uno cae en la cuenta en medio de un momento en el que casi se naturalizan todas estas situaciones“.
Mirando unos 30 años atrás, cuando en el Barrio La Estanzuela, del mismo departamento donde hoy trabaja, nació la idea de un Centro Cultural “El hombrito”, contó cuando ese poblado hasta sufría el estigma del sonado crimen bautizado como el caso de Christian Guardati en 1992.
“Fue una gran experiencia. Incluso desde el afecto, porque en ese momento le pedí permiso a mi viejo para usar la cochera de mi casa. Mi padre se había fundido, tenía un almacén. En el portón pinté una adaptación del Guernica de Picasso y a partir de allí comencé con la idea de una biblioteca popular. Con un espacio cultural”.
“El laburo fue para que el barrio empiece a figurar no en las crónicas policiales solamente. Estábamos pensando que con la cultura podíamos generar cambios en un barrio muy grande. El trabajo empezó de abajo y así me lo hizo notar El Negro Heredia cuando me dijo que no me preocupara por lo chico del emprendimiento. Que los verdaderos movimientos culturales habían iniciado de la misma forma. Eso sucedió después de los de León -Gieco- que para nosotros fue una cosa tremenda“, dijo Gareca destacando la actitud del músico y cantante que a esa altura ya los había apadrinado.
En el difícil momento de los inicios en El Hombrito, “hasta una vez fabricamos alpargatas y las salían a vender. Hasta participamos en el Club del Trueque que se había puesto de moda. Fueron momentos difíciles y además con una respuesta que trataba de vislumbrar lo que podíamos hacer con un barrio tan estigmatizado por la pobreza y con una crisis tan severa. Eso de hacer cultura en los barrios es lo que nos puso duro el cuero”, aseguró.
Después vino el época de salir a pedir colaboraciones a los comerciantes del barrio, “con una revistita en la que les pedíamos poco, como si fueran hoy 10 pesos, y con eso juntábamos para pagar el sonido para que fuera a tocar, por ejemplo, un gran día, La Jarillera, que había sacado un disco y por el cual no cobraban por su show en vivo en los barrios de Mendoza. Así que llegó una banda de blues y rock a un barrio donde se decía que todos eran cumbiancheros. Fue un momento con un proceso muy interesante desde lo cultural”.
Ya en el presente, el cruce entre la política y la cultura en tiempo de elecciones en Mendoza, argumentó que “siempre cuando uno desarrolla la cultura pública o vinculada a lo institucional siempre la cuenta va a dar que estamos en deuda. Lo veo en otras redes de la cultura latinoamericana, siempre estamos hablando de esto. Pero en nuestro caso no hay que perder de vista lo que nos sucede en Mendoza, con toda la diversidad que encierra en sus distintas regiones, departamentos y barrios. Por eso es muy difícil que un programa funcione de la misma manera en todos lados”.
Invitando a recorrer el resto del país con sus diversos festivales tradicionales como las fiestas de la vendimia en Mendoza, marcó que “ninguno de ellos da ganancia. Todos son financiados por el Estado que no lucra e invierte con esa tarea. En ese sentido lo que tenemos que tener en Mendoza y desarrollar es muy buena infraestructura que tiene. Esto me recuerda cuando fuimos a Buenos Aires por la Fiesta Nacional del Teatro y en la espera un tucumano me dijo que ojalá le tocara a Mendoza, porque ellos cuando la tuvieron debieron salir a alquilar cocheras para realizar obras por la falta de salas“.
Y agregó: “Todos estaban felices de venir a Mendoza porque había infraestructura, tanto pública como privada. Eso, por citar un caso, es un buen ejemplo. ¿Falta? Sí, muchísimo. ¿Podemos desarrollar mucho más? Sí, probablemente. Por eso también es importante pedirle al sector privado que se involucre más”, dijo aludiendo a la falta de publicidades en las vendimias de las mismas bodegas.
Destacó además la diferencia, “entre la política del show de la pública cultural. La primera pasa muy rápido. Es como cuando uno se debate entre copiar y estudiar. Podés hacerte el mejor machete, tener la astucia para que no te viera la profesora y aprobaste. Pero la política pública, la de la cultura, tiene un proceso que será disfrutado por las generaciones posteriores a su inicio. Lo que en Mendoza debería suceder es integrar a los 18 departamentos en una política de cultura pública. Y los sectores artísticos deben pensar en esos procesos, trabajo que no es fácil, por el tiempo que requiere”.