Fueron más de 30 días de absoluto silencio. Un infierno de mentiras y encubrimiento. Un final triste y trágico que traería consecuencias históricas. Un crimen que conmocionó a la opinión pública a mediados de los años 90: el crimen del soldado Carrasco.
Todo comenzó el 3 de marzo de 1994, cuando Omar partió de su hogar en Cutral Có para sumarse al Grupo de Artillería 161 ubicado en Zapala. Estaba orgulloso. Iba a formar parte del Ejército argentino. Tenía apenas 19 años de edad.
A tan sólo tres días de haber sido reclutado se lo declaró desaparecido y desertor. Esa fue la primera de una sucesión de mentiras que le dijeron a su familia.
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Finalmente, el cuerpo de Carrasco apareció el 6 de abril de 1994 a menos de 600 metros del cuartel donde le tocaba hacer la “Colimba”. Fue durante un segundo rastrillaje policial, que pasó por el mismo lugar donde 15 días antes no habían encontrado nada.
Cuando los peritos revisaron el cuerpo, Omar tenía signos de haber sido torturado y las pericias determinaron que “fue escondido durante varios días en un lugar húmedo y oscuro y que luego lo trasladaron al sitio donde lo descubrieron”. Es decir, que el caso sumaba la complejidad de que había que determinar la escena primaria del crimen, ya que la secundaria fue donde lo terminaron arrojando.
Según la reconstrucción, el subteniente Ignacio Canevaro “bailó” a Carrasco por varios minutos hasta dejarlo indefenso. Otros dos soldados, Víctor Salazar y Cristian Suárez, le escondieron el lampazo con el que debía limpiar. Ellos tres fueron los últimos que lo vieron con vida.
A medida que iba avanzando la investigación, las imágenes de las marchas del silencio en Zapala comenzaron a recorrer el mundo.
“Fue uno de los casos más complejos de investigar desde el periodismo, porque la investigación judicial había sido un verdadero desastre”, recordó ante A24.com el periodista Jorge Urien Berri.
Urien Berri trabajó durante muchos años del diario La Nación y fue coautor, junto a Dante Martín de El último colimba, primer libro sobre el Caso Carrasco.
Recién, después de dos años, Canevaro recibió una condena de 15 años de prisión por homicidio simple, en tanto que Suárez y Salazar fueron sentenciados a 10 años por el mismo delito. La Cámara de Casación y la Corte Suprema confirmó la sentencia ante sucesivas apelaciones.
El crimen tuvo distintas capas de encubrimiento, entre ellos el del área de inteligencia militar. La repercusión que tuvieron estos hechos llevó a que el gobierno de Carlos Menem dispusiera el final del servicio militar obligatorio.
“Creo que tarde o temprano la desaparición del Servicio Militar iba a ocurrir. Desde su nacimiento en 1901 había cumplido un papel muy importante durante los primeros años, con soldados que ahí aprendían a leer o a vestirse, que era en parte la idea original. Pero eso fue derivando de un servicio militar obligatorio en un servicio de mano de obra gratis, de cadetes y ordenanzas que trabajaban para oficiales”, afirma Urien Berri.
A 30 años del crimen del soldado Carrasco, de las torturas, del ocultamiento de pruebas, el caso sigue siendo recordado como el que le puso el fin del servicio militar obligatorio