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Miles y miles de fieles van llegando a Mercedes para visitar el santuario del Gauchito Gil

Si bien la conmemoración de su muerte, será el próximo lunes 8 de enero, los devotos van llegando desde distintos puntos del país. Será el 146 aniversario de su muerte

Redacción
06/01/2024 10:01
Fieles visitan el santuario en Mercedes
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El pueblo correntino de Mercedes será el anfitrión de miles y miles de fieles que asistirán al santuario del Gauchito Gil cuando el próximo lunes 8 de enero, se conmemore el 146 aniversario de su muerte.

Sin embargo, en los días previos, devotos de todo el país van llegando a Corrientes para sumarse a la gran peregrinación.

Un gauchillo, bandido rural y desertor, apresado y pasado a degüello sin juicio previo por una partida militar, protagoniza casi un siglo y medio después de su sangriento final el fenómeno de devoción popular pagana más potente de la Argentina. Tanto se arraigó y se extendió, que la iglesia Católica decidió acompañar, sin autorizarlo, el culto a quien el pueblo concibe milagroso e intercesor ante Dios.

Es el Gauchito Gil. La figura, celeste en la camisa y roja en la vincha, el pañuelo al cuello y la faja, se multiplica recortada sobre una cruz marrón en los altares que la creencia popular le levanta profusamente, especialmente en los barrios humildes y a la vera de las rutas. Las banderas rojas desplegadas al viento tornan inocultables los sitios de veneración, donde los devotos encienden velas rojas y dejan toda clase de objetos para cumplir la promesa por los favores sobrenaturales recibidos.

El fervor que despierta su imagen se expandió vorazmente en los últimos treinta años. Los especialistas lo atribuyen a dos fenómenos centrales. El primero, la difusión sobre ruedas de los camioneros de la ruta del Mercosur, que se rindieron a la devoción por el Gauchito Gil, y la concretaron en altares y ermitas a lo largo de las rutas argentinas. El otro, la crisis económica persistente que expulsó a los correntinos de su tierra y los empujó al Conurbano bonaerense, donde izaron en cada barrio las banderas rojas, emblemas de su pasión.

La sangre de un inocente

Dice la leyenda que fue en un espinillar donde Gil, que había desertado para no participar en la lucha fratricida entre los celestes (unitarios) que lo reclutaron y los colorados (federales), fue sorprendido por la partida que lo perseguía. Agrega que Gil no se resistió, y que en vez de conducirlo a Goya para juzgarlo, lo colgaron de los pies de lo alto de un árbol, y el coronel que mandaba la tropa lo degolló.

Cuentan que sus últimas palabras dirigidas a su verdugo fueron “la sangre de un inocente salvará a otro inocente”. La frase cobró sentido cuando el militar llegó a su casa y halló a su hijo al borde de la muerte. Desesperado regresó adonde todavía estaba la sangre fresca del muerto, y untó con ella el rostro del pequeño, que se salvó. La póstuma declaración de la inocencia de Gil acentuaría su fama.

En agradecimiento, el militar erigió una cruz en el lugar del martirio, que comenzó a ser frecuentado cuando se corrió la voz del hecho milagroso. Pero la invasión de devotos alteró al dueño del campo, que derribo la cruz y desbarató las ofrendas. Según la creencia popular ese acto le provocó locura y muerte. La cruz volvió a levantarse, el lugar se convirtió en un santuario pagano, y desde entonces no para de crecer.

Al gauchito no le gustan los negocios

En vida y después de muerto, Gil concitó la adhesión de los pobres, que primero lo protegían agradecidos porque compartía con ellos el fruto de sus asaltos a los ricos, y después de su sacrificio perpetuaron su memoria. Pero la fe en los poderes del Gauchito atraviesa todas las clases sociales, como pudo comprobarse con las ofrendas que durante décadas se acumularon en el santuario.

Campeones mundiales de boxeo como Látigo Coggi pasaron a dejar sus guantes y batas; muchos héroes de las Malvinas depositaron sus sables y uniformes; centenares de novias se desprendieron de sus blancos vestidos, y miles de chapas patentes de automotores cubrieron las paredes de los salones destinados al depósito de las ofrendas, entre las que no faltaban joyas valiosas. Todas en agradecimiento por los favores recibidos.

El Gauchito, la Iglesia y el papa Francisco

La posición de la iglesia Católica respecto del culto a Antonio Gil, en cuya celebración anual participa activamente (el acto inaugural de la fiesta es una misa), y a otras figuras que despiertan devoción popular como la Difunda Correa, fue resumida por un alto representante de la institución, el monseñor José María Arancibia en estos términos: “Son personas que quizás no van a ser nunca canonizadas, pero son leyendas de gente abnegada que lucho por otros”.

El Gauchito es un viejo conocido del papa Francisco, que cuando era arzobispo de Buenos Aires lo encontraba con asiduidad en las visitas que realizaba con frecuencia y preferencia a las villas y barrios populares, en los que suelen abundar las imágenes y las banderas rojas que identifican la arraigada veneración popular que concita.

 

 

 

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