La palabra “zonda” significa “cielo alto”, y en San Juan hay todo un departamento que lleva su nombre y una quebrada también, esa quebrada donde, hace mucho tiempo, Sarmiento escribió una frase que lo trascendería: “¡Bárbaros! Las ideas no se matan”. Hay varias leyendas que explican el origen del viento patotero.
En algunas puede detectarse sustancia cultural, pura, de nuestra región, y en otras una mezcla de elementos culturales cuyanos con influencias de la cultura calchaquí o de la quinchua. Cuenta una leyenda que un nativo de la zona, huarpe de toda huarpidad, llamado Gilanco era un guerrero excepcional, muy habilidoso con el arco y la flecha, poseedor de una prodigiosa puntería, pero muy engreído, muy vanidoso.
Cazaba no sólo lo que necesitaba para comer sino que lo hacía por gusto y para que admiraran su destreza. Su actitud producía graves daños en la fauna de la zona. Tenían nuestros pueblos abuelos númenes protectores de la fauna. “Yastay” era uno de ellos.
“Yastay” se disgustó mucho con la actitud de Gilanco porque acosaba a los guanacos solo por divertirse. Un día a Gilanco se le apareció “Yastay” y le dijo que tanto él como la Pachamama estaban enojados con su forma de actuar y que le advertía que terminara sus correrías o recibiría un castigo ejemplar.
El castigo sería para él y para toda su comunidad. Gilanco se asustó mucho, pero a los pocos días volvió a ser el depredador que había sido siempre y tornó a repartir muerte entre los animales. Entonces fue la misma “Pachamama” la que se le apareció. Muy enojada formó grandes nubarrones de polvo arenisco, que se transformaron en remolinos, quedando Gilanco adentro de ese lío de viento y polvo.
Y desapareció para siempre. La leyenda sostiene que se suele escuchar su voz, su voz de lamento, cuando llega el zonda a los lugares de Cuyo. Nosotros, los actuales cuyanos, heredamos ese castigo para siempre.