Los 37 años ininterrumpidos de democracia representan un ciclo inédito en la historia argentina
Editorial
Desde la Ley Sáenz Peña hasta la asunción de Raúl Alfonsín en 1983, ningún proceso democrático había alcanzado tres decenios consecutivos. Es así que, desde la perspectiva de la historia argentina contemporánea, el solo hecho de que se cumplan treinta años de aquel proceso político e institucional, que recuperó el Estado de derecho para construir nuevas formas de convivencia colectiva, resulta en sí mismo un motivo de celebración.
Es muy bueno frente a los 37 años de la democracia argentina reflexionemos sobre sus logros y también sobre sus asignaturas pendientes.
Entre los principales logros de estas tres décadas, hemos puesto Justicia sobre la violación a los Derechos Humanos, hemos sido capaces de hacer del Estado de Derecho la condición fundamental de la convivencia política, y hemos asumido a la democracia representativa como régimen de gobierno incuestionable.
En este periodo, la institucionalidad argentina condenó a los responsables de la sangrienta dictadura y resistió incólume alzamientos militares, crisis de gobernabilidad, hiperinflación y estallidos sociales que derribaron presidentes.
El Juicio a las Juntas Militares ejecutado a lo largo de 1985 por el presidente Raúl Alfonsín, apoyado por todas las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales y la mayoría de la misma sociedad que supo apoyar mayoritariamente a la dictadura, fue en efecto un ejemplo mundial. Uno de los más importantes, si no el más, desde el histórico juicio de Nuremberg a los jerarcas nazis. Sentó un antecedente concreto, clave en la jurisprudencia internacional, referido a la responsabilidad del Estado republicano ante una situación de violencia armada interna.
La democracia argentina tiene numerosas asignaturas pendientes en materia social e institucional. Las tareas pendientes siguen ahí y son muchas. Sería infantil negarlo. Así como estamos seguros de haber avanzado y mucho desde aquel histórico 30 de octubre de 1983.
Por eso hoy ante el necesario deseo de festejar y la preocupación por la amenaza de una nueva crisis como las pasadas creemos que la democracia todavía nos está esperando.
Como expreso Raúl Alfonsín cuando el sistema cumplía los 25 años y en el que fue su último discurso:
“La democracia que tenemos es nuestra casa común; el hábitat y las normas que nos deben permitir desarrollar nuestras vidas más plenamente como individuos y familias, como sociedad y como pueblo que aspira a ser una nación. Veinticinco años después, nos toca mejorarla, fortalecer sus capacidades transformadoras y dar contenido real a la igualdad de oportunidades asegurando y expandiendo nuestras libertades.
Democracia es vigencia de la libertad y los derechos, pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Tenemos una democracia real, tangible, pero coja e incompleta y, por lo tanto, insatisfactoria: es una democracia que no ha cumplido aún con algunos de sus principios fundamentales, que no ha construido aún un piso sólido que albergue e incluya a los desamparados y excluidos”…