El mundo del arte y la narrativa perdió una de sus mentes más extraordinarias. David Lynch, el cineasta, pintor y guionista que desafió las convenciones con su visión surrealista y oscura, falleció ayer a los 78 años, según confirmó su familia en un comunicado publicado en Facebook.
“Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y artista David Lynch. Agradeceríamos un poco de privacidad en estos momentos. Hay un gran hueco en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él diría: ‘Mantén la vista en la dona y no en el agujero’”, expresó la familia en un mensaje cargado de emotividad, destacando además que Lynch se despidió bajo cielos dorados y azules, en un día “precioso hasta el final”.
Una lucha final contra el tabaco
En 2024, Lynch había revelado que sufría de enfisema, una enfermedad pulmonar vinculada a décadas de tabaquismo, hábito que el director había iniciado a una edad sorprendentemente temprana: los ocho años. Aunque fue diagnosticado en 2020, no dejó de fumar hasta 2022, cuando su condición de salud alcanzó un punto crítico.
“Vi la escritura en la pared y decía: ‘Vas a morir en una semana si no lo dejas’”, confesó Lynch en una de sus últimas entrevistas. Su voz, que en un principio abrazaba el misterio y la creatividad, se transformó en un poderoso mensaje de advertencia sobre los peligros del tabaco.
La mente detrás de los sueños oscuros
La carrera de Lynch fue tan fascinante como sus propias creaciones. Tras comenzar como pintor, debutó en el cine con Eraserhead (1977), un inquietante largometraje que le ganó culto y atención en el circuito artístico. Poco después dirigió The Elephant Man (1980), un drama que le valió ocho nominaciones al Óscar y lo consagró como un director de renombre.
Aunque sufrió un revés con la fallida adaptación de Dune (1984), Lynch se reinventó con obras maestras como Blue Velvet (1986) y Wild at Heart (1990), esta última galardonada con la Palma de Oro en Cannes. Sin embargo, fue con Twin Peaks (1990) donde marcó un antes y un después en la televisión, introduciendo narrativas complejas y surrealistas que desafiaron las convenciones del horario estelar.
Un artista multidimensional
Más allá del cine y la televisión, Lynch exploró diversas formas de expresión. Exhibió pinturas en prestigiosas galerías, lanzó discos de música experimental y publicó un cómic titulado The Angriest Dog in the World. Además, como defensor de la meditación trascendental, fundó la David Lynch Foundation para promover esta práctica en comunidades vulnerables.
Su carrera fue reconocida con numerosos galardones, incluidos el León de Oro en Venecia y un Óscar honorífico. “El arte es el lugar donde los sueños y las pesadillas coexisten”, solía decir, una frase que encapsula su filosofía creativa.
Un legado que perdura
David Lynch deja cuatro hijos —Jennifer, Lula, Austin y Riley—, junto con una vasta obra que continuará inspirando a generaciones. En su despedida, queda la imagen de un hombre que transformó su tormento en arte y, con ello, iluminó los rincones más oscuros de la imaginación humana.
Como él mismo escribió alguna vez: “El misterio es el corazón de toda obra de arte. Y en el misterio, siempre hay belleza”.