El Manchester City, por fin, luego de tantos intentos fallidos y de definiciones perdidas -entre ellas, la de este mismo torneo de 2021 ante el Chelsea- se coronó campeón de la UEFA Champions League mucho más como resultado de su abrumador dominio de estos años con un fútbol atildado proveniente de figuras que costaron cerca de mil millones de dólares en contrataciones, y con el estilo de un entrenador como Josep Guardiola, defensor del fútbol estético y que no conseguía el título desde sus lejanos tiempos como entrenador del Fútbol Club Barcelona, en 2009 y 2011.
Sin embargo, este primer título del Manchester City, acostumbrado a ver festejar históricamente a sus vecinos del United, no llegó de la manera que se esperaba, con un triunfo abrumador ante un Inter que parecía que venía a la final de Estambul a aguantar y que terminó vendiendo carísima su derrota, apretando como pocas veces se ha visto a los que eran candidatos a imponerse por una goleada y acabaron sufriendo como acaso nunca fueron obligados. Por eso, además y sin dudas, fue la ovación final que los italianos recibieron por parte de su gente.
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De esta manera, el Manchester City logra un histórico Triplete, al ganar en la misma temporada la Champions League, la Premier League y la Copa inglesa, además de representar ahora a la UEFA en el próximo Mundial de Clubes de Arabia Saudita, en tanto jugará en agosto la Supercopa de Europa ante el Sevilla, ganador de la Europa League.
Todo lo que los seguidores del fútbol imaginaron para esta final, no ocurrió. El fútbol, imprevisible, dinámica de lo impensado -diría Dante Panzeri- volvió a ofrecernos otra muestra de lo que es capaz, con un Inter que dominó psicológicamente el partido. No desde lo territorial, es cierto. Pero siempre se jugó a partir de los deseos de los italianos y especialmente de su inteligente entrenador, Simone Inzaghi.
Desde el mismo inicio de la final, el Inter achicó espacios, trató de anticipar en el medio porque sabe que es la zona en la que todo se empieza a gestar siempre en el Manchester City y ya conoce que si la pelota sale limpia de allí, llega el peligro. Por lo tanto, sus tres volantes interiores -Barrella, Brozovic y Çalhanoglu, y sus dos laterales, Dumfries y Di Marco, se esmeraron en cortar, quitar o ensuciar, como mínimo, cada intento rival y tal como describió muy bien Josep Guardiola en la conferencia de prensa previa, después los de Milán se las arreglan para generar algo en el arco de enfrente porque basta con alguna conexión entre los del medio y los dos puntas, Lautaro Martínez y Edin Dzeko.
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Bastó entonces que el arquero brasileño del Manchester City, Ederson, saliera nervioso con tres errores en medio tiempo -un mal pase que terminó en un lateral en ataque del Inter, estar mal parado al lado de su arco en un anticipo de Lautaro y una salida en falso que casi termina en un gol desde lejos de Barella, y algunas imprecisiones en los centros desde las dos bandas ofensivas de los ingleses, para que todo Inter -sus tifosi incluidos- se diera cuenta de que la cosa no era para tanto ni lo que tanto se insistió desde los medios y el ambiente del fútbol en general.
También Guardiola lo predijo, y parece cierto, que un cero a cero significa “ir ganando” para un equipo italiano en una final y así pareció porque se vio muy a gusto al equipo en esa solidez, en ese no dejar hacer nada al gran goleador noruego Erling Haaland, completamente maniatado por la línea de tres defensores “neroazzurri”. Apenas una sola vez, el alto y rubio atacante se pudo desprender pero su remate fue a parar a las piernas del arquero Onana.
Y todo pareció profundizarse con la inesperada lesión del belga Kevin de Bruyne, el mayor símbolo creativo del Manchester City, reemplazado por el joven Phil Foden a los 36 minutos. La sensación de que el Inter se iba cómodo al descanso, fue in crescendo.
Los primeros minutos del segundo tiempo no cambiaron la ecuación, pero promediando la etapa, en uno de los retrocesos de la defensa del Inter, el Manchester City logró, por fin, una cierta continuidad del dominio en el borde del área de los italianos, y así llegó el gol a través de un remate seco de Rodri, entre tantos pases buscando el claro.
Ahí el partido comenzó a dar un vuelco cuando quedaba medio tiempo. El Manchester City había conseguido lo más difícil, y es que los italianos, ahora, se vieran necesitados de empatar y por lo tanto, a adelantar sus líneas. Pero otra vez el fútbol, imprevisible, le dio una cachetada a la lógica porque apenas había transcurrido un minuto del gol cuando el lateral Di Marco aprovechó una pelota aérea en el área inglesa, cabeceó de emboquillada, y con Ederson vencido, dio en el travesaño. El rebote le volvió a quedar al italiano, pero su volea baja pegó en el cuerpo de Lukaku, que había ingresado como suplente en el lugar de Dzeko.
Más allá de esta jugada aislada, ya el Manchester City se sintió en su salsa desde que sacó la ventaja y ya fue encontrando espacios a partir del necesario adelantamiento del Inter, al que el tiempo se le escapaba como arena entre los dedos, sin poder generar demasiado al no encontrar la pelota que, caprichosa, tampoco se quiso meter cuando Lukaku la encontró casi al lado de la línea del arco de Ederson pero el balón pegó en las piernas del arquero.