Dos jugados, dos ganados, sin goles recibidos y ya clasificados para los cuartos de final le dan aire a este nuevo ciclo de la Selección Argentina.
Y, encima, con lo que queda de Messi, que igual sigue pesando en oro puro para su equipo y perturbando a los rivales.
Esta imagen simplifica cualquier análisis respecto de qué gravitación puede tener un crack que acaba de cumplir 37 años de edad.
Quedaron atrás esos arranques electrizantes desparramando rivales como si fuese conos o esos mano a mano zigzagueando entre tres cuartos y la penetración al área abriendo ángulos de tiro.
Cuatro jugadores de Chile van sobre él: cuatro, no uno o dos. Y esto le seguirá pasando en esta Copa América o, quizás, en el Mundial próximo como despedida definitiva a sus 39 añitos.
Un líder referencial se gana ese reconocimiento en el día a día y sin necesidad de transformarse en un personaje egocéntrico que necesita de protagonismo como combustible para extender su existencia.
Leo es esto, hoy. Una leyenda viviente como lo fue Diego, dentro y fuera de la cancha. Y a cada momento. Celebrémoslos.