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Un laboratorio natural para la investigación arqueológica y el estudio de la historia humana en Mendoza

Ubicado en el corazón de la precordillera mendocina, este valle fue un punto clave para las poblaciones humanas desde hace más de 12 mil años. Hoy, este paraje de paisajes impresionantes y biodiversidad única se convirtió en un campo de investigación de primer nivel para arqueólogos y científicos sociales, que buscan entender las dinámicas de los grupos humanos que habitaron la región.

Redacción
21/10/2024 22:23
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 Las arqueólogas e investigadoras Daniela Guevara y Sol Zárate Bernardi dedican su trabajo a entender los modos de vida de las sociedades prehispánicas que habitaron Uspallata, con especial atención en los aspectos demográficos, sociales y ambientales de esas poblaciones. A través del análisis de los restos óseos y los sitios arqueológicos, Guevara busca responder preguntas claves sobre cómo estas personas se organizaban, vivían e interactuaban con su entorno.

Paleodemografía: un retrato del pasado humano

Uno de los ejes de la investigación de Guevara es la paleodemografía, una disciplina que estudia la composición de las poblaciones humanas en el pasado. Este campo permite a los arqueólogos reconstruir la estructura familiar de los grupos humanos que habitaron la región, analizando la edad y el sexo de los individuos enterrados en diversos sitios arqueológicos del Valle. A partir de los análisis de los entierros se pueden identificar cuántas familias existían, cómo eran, y cuántos hombres, mujeres y niños las componían.

Según Guevara, este tipo de investigación no solo ayuda a entender cómo se organizaban estas sociedades, sino también cómo se adaptaban a su entorno. La paleopatología, otro campo de estudio en el que se especializa, busca rastros de enfermedades o dolencias en los huesos, lo que podría indicar cómo las actividades de subsistencia (caza, recolección, pastoreo y, eventualmente, cultivo) afectaban a las personas.

La relación con el entorno: cazadores, recolectores y agricultores

El Valle de Uspallata, con su abundancia de agua y una biodiversidad vegetal y animal única, fue un lugar atractivo para las ocupaciones humanas. A lo largo de los milenios, los grupos que habitaron la zona pasaron de ser cazadores y recolectores a incorporar prácticas de agropastoreo. Estos cambios en las formas de subsistencia no sólo transformaron la manera en que las personas interactuaban con su entorno, sino que también dejaron huellas en sus cuerpos. Las enfermedades derivadas de la domesticación de animales y la agricultura, así como el manejo del agua en un ambiente tan árido, influyeron en la salud de las poblaciones, lo cual es reflejado en los estudios de paleopatología.

Arte rupestre: un testimonio de identidad y comunicación

Uno de los aspectos más fascinantes de la investigación de Zárate Bernardi es su estudio del arte rupestre, en particular los petroglifos que se encuentran en las rocas del Cerro Tunduqueral y otros sitios arqueológicos cercanos. Estos grabados no solo ofrecen una ventana a las prácticas ceremoniales de los grupos humanos, sino que también sirven para comprender las relaciones entre ellos y con el territorio.

El Valle de Uspallata alberga una de las concentraciones más ricas de arte rupestre de la región, y su estudio puede arrojar luz sobre los códigos compartidos, las tradiciones y las formas de comunicación de las sociedades prehispánicas. En sus investigaciones, la arqueóloga observó que estos petroglifos no solo tienen un valor patrimonial, sino que también son una herramienta clave para comprender los procesos históricos que moldearon a estas comunidades: desde la incorporación del agropastoreo hasta la llegada de poblaciones migrantes y la influencia de civilizaciones andinas como el Tawantinsuyu, es por esto, entre otras razones, la necesidad de que la región sea un área protegida.

 

Uspallata, un patrimonio vivo

Uno de los objetivos de este trabajo es conectar el pasado con el presente, creando puentes entre los habitantes actuales del Valle de Uspallata y las historias de vida de sus antiguos pobladores. Para Guevara el patrimonio no es algo que solo se descubre o se conserva; es el resultado de la interacción continua entre las personas y el paisaje. En este sentido, su investigación tiene un componente social y comunitario, ya que busca involucrar a los habitantes actuales en el proceso de valorización y conservación de su propio patrimonio cultural.

"Mi objetivo es que los habitantes de Uspallata reconozcan y valoren esa herencia, entendiendo que forman parte de una historia viva", afirma Zárate Bernardi. En este sentido, la puesta en valor de los sitios arqueológicos y la preservación del arte rupestre no solo tienen una importancia científica, sino que también pueden fortalecer el sentido de identidad y pertenencia de la comunidad local, en especial en tiempos donde el turismo desregulado y las nuevas dinámicas de desarrollo amenazan con cambiar la fisonomía de la región.

Desafíos de Conservación

Sin embargo, el trabajo de conservación enfrenta desafíos. Los sitios de arte rupestre, debido a su accesibilidad y valor simbólico, han sido objeto de vandalismo, y muchos de los petroglifos se han deteriorado debido a factores naturales y antrópicos. Las investigadoras subrayan que no solo se trata de preservar estos sitios, sino de gestionarlos adecuadamente, desde los turistas hasta las comunidades locales, para evitar que el patrimonio se degrade aún más. Contar con un Parque Nacional en Uspallata daría protección a dichos sitios.

 

Un proyecto a largo plazo

El trabajo arqueológico no solo busca responder preguntas sobre el pasado, sino que también tiene un objetivo a largo plazo: generar un archivo de conocimiento que preserve la información proporcionada por los petroglifos y otros materiales arqueológicos, como una herramienta invaluable para futuras generaciones.

En Uspallata, también se encuentra el sitio arqueológico más antiguo de Mendoza: Agua de la Cueva, un refugio natural en la zona del cordón de Bonilla. Allí se han descubierto restos de asentamientos humanos que datan de hace 12.000 años, junto a fósiles de animales extintos que habitaron la región durante las glaciaciones. Estos antiguos pobladores cazaban especies como el megaterio y el milodón, animales que han sido recreados en otros sitios arqueológicos de interés turístico. Este lugar, de fácil acceso y actualmente en estado de abandono, muestra un gran potencial para ser revalorizado turísticamente.

El Valle de Uspallata, con su riqueza histórica, cultural y natural, continúa siendo un centro neurálgico para el estudio de la historia humana en Mendoza. La investigación de sus antiguos habitantes y su entorno es una invitación a reflexionar sobre nuestras raíces; sobre el profundo vínculo que existe entre las personas y los paisajes que habitan; y la necesidad de conservar los valores naturales y culturales que se encuentran en ese territorio.

La Fundación Natura Argentina viene realizando una serie de cortos llamados “Uspallata: un pacto con la montaña” y en uno de sus episodios se puede conocer en profundidad el trabajo de las investigadoras Daniela Guevara y Sol Zárate Bernardi. Los episodios pueden encontrarse en el canal de Youtube @UspallataFuturoPN.

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