El pasado 14 de mayo, en el Hall de Honor de la Casa Rosada, el actual mandatario, Javier Milei, rendía un “merecido” homenaje al ex titular del Poder Ejecutivo, el peronista Carlos Menem, colocando su busto en ese histórico lugar.
Lo hacía para reivindicar su figura, ya que en tiempos del peronismo kirchnerista su busto no había estado en ese Salón. Y lo hacía en el 35° aniversario de uno de los triunfos más resonantes del peronismo argentino, cuando en 1989, el riojano llegaba al Sillón de Rivadavia para quedarse durante una década.
Milei consideró ese homenaje como “un acto de justicia” con quien para él fue “el mejor presidente de los últimos 40 años”. Y lo hizo recordando que Menem “recibió una catástrofe hiperinflacionaria” cuando asumió, trayendo él mismo la similitud con el estado económico del país en diciembre pasado, cuando tomó el poder.
Está claro entonces que aquel acto parece haber sido más que un homenaje. Fue quizás la forma de demostrar que el libertario quiere parecerse lo más posible a quien hace tres décadas, logró una forzada estabilidad económica a través de la Convertibilidad, ideada por su ministro de Economía, Domingo Cavallo (también oportunamente alabado por Milei).
Ese presidente que histriónicamente se paseaba en una Ferrari Testarrosa (regalada por un empresario admirador de sus políticas); que jugaba al fútbol, al básquet, al tenis; que aparecía constantemente en las revistas de chismes y en programas de TV, principalmente de humor.
Un presidente que hasta tuvo romances “inventados”, entre los que se cuenta uno con nada más ni nada menos que Amalia “Yuyito” González.
Un presidente que ideó y logró promulgar la Ley de Educación Superior, para las universidades argentinas, que tiene aciertos y desaciertos pero que se enmarcó en una fuerte confrontación con la comunidad universitaria, principalmente con los estudiantes, quienes nunca cesaron en su reclamo por más presupuesto y, sobre todo, en contra del arancelamiento.
Hoy, como en aquellos tiempos, este “Menem del siglo XXI” no deja de sorprender con parecerse a su político idolatrado.
Lo hace desde el discurso, tal como lo indica el periodista italiano Roberto Da Rin, quien señala que “Menem anteponía su plan ‘Primermundo’ de manera similar al “Plan ‘Motosierra’ de Milei”. Lo hace también desde lo ejecutivo, utilizando Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) que el propio Menem transformó en constitucionales en 1994.
Lo hace desde lo económico, vindicando cada vez que puede aquel plan de Convertibilidad y el 1 a 1 peso dólar, al plantear la dolarización de la economía.
Lo hace además con histrionismo actitudinal, casi como un personaje creado para llamar la atención (no olvidar que participaba en un panel de stand up).
E incluso se parece cuando transforma en realidad una relación con Yuyito.
La actitud frente a las universidades públicas también muestra llamativos parecidos con lo ocurrido con Menem en los 90.
Aunque sí es cierto que sus argumentos son distintos. Milei no es peronista. Él cuestiona desde lo político a la incidencia kirchnerista en las casas de estudio y desde esa posición las define y niega más fondos. Menem basaba su posición meramente en lo económico.
Milei fundamenta su actitud en que el pretendido financiamiento universitario “…acarrea problemas técnicos que imposibilitan su implementación ordenada y afecta de manera tangible los objetivos de política económica” del Gobierno. Así lo indica su Decreto 879/24.
En tanto se diferencia del también ex gobernador riojano por su virulento ataque frontal a quienes piensan distinto, tal como ocurre con la mayoría de los universitarios y de quienes defienden a la universidad pública.
Pero sí hay un fuerte parecido en el escenario de lucha entre el actual presidente y las universidades. El tema es que los tiempos han cambiado. Nadie duda de que los fondos y los controles deben ser mejorados. Sobre todo donde se comprueben irregularidades administrativas y de gestión universitaria.
Pero hasta el propio Menem logró los consensos necesarios. Confrontar infinitamente sin atender requerimientos no es la salida. Como tampoco lo es pretender que hoy se repitan las historias de los 90. Eso sería retroceder 30 años en la historia. Y ésa no es la salida para garantizar la educación del futuro del país.