En la interna del Frente de Todos ya no hay lugar para equilibristas. El único que todavía —aunque cada vez menos— puede colgarse ese mote es Sergio Massa, quien, por su rol institucional, actúa de mediador entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Pero su relación con la Vicepresidenta y los dirigentes que la rodean está cada vez más aceitada. El otro que mantenía una postura parecida, también por cargo —y necesidad—, era Axel Kicillof. Sin embargo, esos tiempos quedaron atrás y el gobernador de la provincia de Buenos Aires ya no esconde que se encolumna detrás de la ex presidenta.
El horizonte final de la guerra sin cuartel que se está librando en el oficialismo son las elecciones del año que viene. Aunque ahora, al menos en público, hablar de eso sea mala palabra —el discurso está enfocado en combatir la inflación—, la ingeniería electoral del Gobierno ya está en movimiento y los principales actores de la coalición empezaron a analizar sus alternativas. En este rompecabezas, Kicillof es una pieza clave porque gobierna el distrito más importante de la Argentina en términos electorales; además, es el refugio del votante duro de Cristina Kirchner.
A contramano de lo que muchos le recomiendan en base a proyecciones de cómo estará la situación social y económica del país en 2023, el mandatario bonaerense no está pensando en desdoblar los comicios. Su intención es que el mismo día se voten los cargos provinciales y nacionales. El motivo es uno solo, irrefutable e imbatible: la certeza de que Cristina Kirchner será candidata a senadora nacional para renovar la banca que obtuvo en 2017.