El humo de su habano dibuja volutas que se difuminan a su alrededor. Daniel Angelici está sentado a sus anchas, en la mullida silla de su oficina. Sobre el escritorio, reposan nueve botellas de vino. Están recién sacadas de la caja. El ex presidente de Boca Juniors (2011-2019) las contempla, orgulloso. “Cupra“, está impreso en la etiqueta. Es por Cupra Marittima, pueblo sobre el Adriático del que su padre, Remo, emigró a la Argentina en 1948.
En uno de los extremos de la etiqueta -una abigarrada ilustración de estilo clásico- se ve a Don Remo. “1930”, en números romanos, se lee en el pedestal. Con pose de emperador, como si fuera una escultura renacentista, alza dos banderas: la nazionale de Italia y la estrella laureada, el escudo de la “Repubblica”. Del otro lado, la efigie de un hombre más joven. Tiene la bandera argentina y el escudo del gorro frigio en su mano derecha; sobre la izquierda, un libro de leyes. Junto a su pie izquierdo, una pelota de fútbol, atravesada por cinco naipes de poker. Debajo, también en números romanos, una inscripción: “1964”. Es un retrato del propio Angelici. “Qualis pater, talis filius”, el lema que corona la imagen. “De tal padre, tal hijo”, en latín.
“Al principio, no lo vi como un negocio”, cuenta Angelici, hombre con intereses empresarios que van del juego -el sector con el que más se asocia su apellido- a la hotelería, la tecnología, el software, las telecomunicaciones y los servicios legales, sobre su primera apuesta a la industria vitivinícola. “No sé si quiero ganar dinero con esto. Pero perder, no vamos a perder”, asegura.
A su espalda, en el despacho de su estudio jurídico, destacan las fotos de sus hijos: Leandro (21), Daniela (20) y Victoria (15). “Famiglia Angelici”, como bautizaron al emprendimiento, tiene mucho de historia familiar.
“Mis hijos ya estaban creciendo. Quería tener un proyecto con ellos“, cuenta “El Tano”, el apodo con el que se lo sigue identificando en el mundo del fútbol y el de la política. En Cupra Marittima, Angelici aún tiene familiares que elaboran vino. “Una vez que decidimos emprender algo juntos, hacer vino es una manera de transmitirles nuestra cultura. Es algo que vi en Italia. Por el arraigo, voy seguido. Los Angelici de allá hacen vino”, comenta. Era, también, la forma de rendirle un homenaje a su padre, fallecido en 2010.
Los Angelici activaron el proyecto a fines de 2019. “Cuando dejé el club e iba a tener más tiempo”, sonríe. Alude al fin de su gestión en Boca, donde no tenía reelección al haber cumplido dos mandatos consecutivos. Su gusto por el vino y su presencia en Mendoza -es accionista del casino de esa ciudad-, prácticamente, definieron la ubicación.
“Dijimos: ‘Vamos a ir de poco’. Era algo que llevaría su tiempo. Compramos uva en distintas fincas del Valle de Uco y alquilamos un espacio en una bodega para elaborar nuestra primera cosecha”, narra. Los insumos, no obstante, son propios. Entre eso, el alquiler y la contratación de una enóloga (Estela Perinetti), la inversión inicial ascendió a u$s 80.000, calcula.
La primera cosecha, de 2020, fue de 8000 botellas, elaboradas en ese espacio alquilado a la bodega Mangato. Angelici ya vendió 5000, en su mayoría, como vino de guarda. “La guarda es de dos años y, recién, pensamos en exportar la marca a Europa”, apunta.
Con muchos ya colocados entre amigos y conocidos, esperaba vender los otros 3000 tras el lanzamiento, que será en la noche del martes. Para eso, desarrolló un e-commerce en Internet (www.cuprawines.com). “Por ahora, no llegará al público masivo. Se venderá a hoteles y restaurantes de Buenos Aires para que los incluyan en sus cartas y el resto, entre amigos”, indica. Ya tiene acuerdos cerrados para su distribución en el circuito gastronómico. Aún negocia otros. “No descarto que se venda en vinerías. Veremos”, sugiere.
Para la siguiente cosecha, la 2021, Angelici ya piensa en 10.000 botellas. “Nos escalamos”, asegura. El plan de expansión contempla 20.000 unidades para la cosecha 2022. Serán 10.000 de Malbec, 7000 de blend y 3000 de rosado. El rosado ya tiene nombre: Incoronata, en homenaje a su mamá. “Se puso un poco celosa”, bromea él.
“A Carlos (Tévez), le mandé. A Mauricio (Macri), no: no bebe alcohol”, responde la curiosidad del cronista. Reconocido afiliado a la Unión Cívica Radical (UCR), souvenirs de esa militancia se mezclan en su despacho con miniatura de caballos, recuerdos y fotos familiares, y alegorías al Mundo Boca que tan a fondo vivió. Angelici cuenta cuál fue su primera premisa con este proyecto: “Traté de hacer un buen vino. Si no me gustaba a mí, directamente, cancelaba todo”.
El gran debut de Cupra fue en un acontecimiento especial, por lo que significaba en lo personal y, sobre todo, en la génesis del emprendimiento: el cumpleaños de 15 de su hija menor. Un momento culminante, que se hizo desear mucho más de lo esperado. La pandemia postergó en seis meses el plazo para que saliera la primera botella.
“Todo esto es apasionante. Sacar un buen vino lleva entre 18 y 20 meses”, dice él, ya totalmente metido en su nuevo negocio. Así como venció la tentación de usar los colores azul y oro para su marca (“Lo pensé. Pero no puedo apropiarme de los colores del club”), también debió aprender a domesticar su ansiedad con un producto en el que el tiempo es, prácticamente, el principal hacedor.
No sólo el Covid fue una variable imprevista. También, una dificultad crítica, común a toda la industria vitivinícola: la escasez de botellas. “Tuvimos problemas. En eso, ayudó ser conocido y que algunos fabricantes sean hinchas de Boca”, ironiza. “Somos muy chicos. No era tanto lo que necesitábamos”, aclara cómo las consiguió cuando muchas grandes bodegas, todavía, penan por conseguirlas.
En el lanzamiento, los precios son de $ 40.000 la caja de seis unidades y $ 21.000 la de tres. “Yo puse el precio: u$s 60 la botella. Si se vendía, se vendía; si no, me lo guardaba“, explica. Apeló a su intuición para definirlo: “Más o menos, lo mismo que vi en los vinos de esa gama. Los costos, por lo menos, los vamos a cubrir“.
Angelici confía en agotar la primera cosecha. La siguiente estará disponible entre septiembre y octubre de este año. Si bien admite que el “Grupo Angelici”, si se puede hablar de algo como tal, está conformado por una veintena de sociedades, la bodega es la primera en la que participan directamente sus hijos: el mayor es presidente y la mayor de las mujeres, directora. “La más chica, todavía, tiene que esperar”.
Cupra ya gana una dimensión por la que dejó de ser sólo algo cuyo objetivo exclusivo era compartir momentos entre padre e hijos. “En los primeros dos, tres años, mantendremos la escala. Pero ya para la cosecha 2022, probaremos mercados: Brasil, los Estados Unidos y estamos hablando con un distribuidor que podría llevarlos a Europa“, anticipa.
Asegura que, en un escenario como el actual de la Argentina, “ayuda” que el sector se mueva a dólar oficial, al menos, para lo que es inversión. “Armar una bodega propia no va a ser muy costoso. Lo fundamental, que son los equipos, ya son nuestros. Pero dependerá mucho del contexto”, señala.
La decisión clave de expansión, en tal caso, será adquirir una finca propia. En ese punto, la única definición ya hecha es la zona: “Valle del Uco. Son las mejores uvas. Además, desde el vamos, aprendimos que es clave que diga ‘Valle del Uco’ en la etiqueta de un vino“.