El Día de Muertos es una de las festividades más importantes de México y se celebra con intensidad cada comienzo de noviembre en el país azteca. Esta tradición, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial por la Unesco, permite a los mexicanos recordar y celebrar la vida de sus seres queridos fallecidos, mientras mantienen vivas sus raíces.
Con orígenes que se remontan a las culturas prehispánicas, el Día de Muertos simboliza el regreso temporal de las almas al mundo de los vivos y se caracteriza por altares llenos de color, flores de cempasúchil, y las comidas favoritas de quienes ya no están.
Las raíces del Día de Muertos se encuentran en el México prehispánico, donde ya se realizaban rituales en honor a los muertos. Las culturas indígenas conservaban cráneos como trofeos para honrar a sus ancestros y practicaban ceremonias en las que simbolizaban el ciclo de la vida y la muerte. Sin embargo, con la llegada de los españoles, esta festividad se adaptó al calendario cristiano, coincidiendo con el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, el 1 y 2 de noviembre respectivamente. Actualmente, estos días se dedican a los niños y adultos difuntos, manteniendo viva la mezcla de culturas que ha enriquecido esta tradición.
Uno de los elementos más característicos de esta festividad es la flor de cempasúchil, reconocida por su vibrante color naranja. La leyenda dice que los mexicas utilizaban esta flor para iluminar el camino de las almas hacia el mundo de los vivos, creyendo que sus pétalos contenían la calidez del sol.
Hoy, estas flores son esparcidas desde las puertas de las casas hasta los altares en los cementerios, formando un camino simbólico para guiar a los difuntos hacia su familia.
Los altares son el corazón de esta celebración, y su elaboración es una verdadera obra de arte y espiritualidad. Estos varían en niveles: los más simples tienen dos y tres escalones, representando el cielo y la tierra, mientras que los más elaborados pueden llegar a tener siete niveles.
Elementos como el pan de muerto, las calaveritas de azúcar, velas, agua, copal y el papel picado no pueden faltar, pues cada objeto tiene un significado especial que evoca la presencia y la memoria de los difuntos.
En palabras del José Guadalupe Posada, el caricaturista encargado de crear en 1910 "La Calavera Garbancera" (garbanceros eran los indígenas que querían ser como europeos), explicó la elección de dicha parte ósea.
La convivencia en los cementerios, las decoraciones coloridas y las canciones de despedida convierten en esta festividad en un tributo lleno de amor y tradición, que los muertos siempre están presentes en el corazón de sus seres queridos.
Fuente: BBC Mundo