Por CAROLINA JACKY / Los economistas nos dicen que deflación es una contracción de la oferta monetaria que provoca una bajada general de los precios. Es decir, lo contrario a la inflación.
Los argentinos, acostumbrados a la inflación, fuimos notificados que pasaríamos por una recesión, algo sobre el cual una gran parte de los compatriotas pueden llegar a entender.
Hoy, desde el gobierno se nos dice que nuestros pesos se han valorizado, que el peso ha ganado hasta un 25% sobre el dólar, o sea, nuestro peso se ha apreciado.
El mismo gobierno indica que nuestros ingresos han crecido en capacidad de compra, que hoy con tus pesos compras más dólares que el 10 de diciembre, se entiende, aunque no se perciba.
También se informa que algunos precios se reducen, baja el precio de algunos productos.
La ciencia económica nos dice que la disminución de precios es el resultado de una reducción de la oferta monetaria (menos pesos en el mercado), lo que hace que con la misma cantidad de dinero podamos comprar más cosas.
Esta bajada de precios debería ser generalizada para bienes y servicios, algo que todavía no se aprecia en Argentina.
La idea de esta nota es poder diagnosticar si estamos en recesión o si estamos entrando en deflación.
Cuando hay deflación observaremos una caída del consumo, porque todos esperan a que bajen los precios, consumen solo lo indispensable.
Por otro lado se debería observar un aumento del ahorro y una caída de la actividad económica que aumenta el desempleo por la falta de ingresos en empresas y comercios.
La ley de oferta y demanda juega de una manera especial con la deflación.
Esta se produce por un exceso de bienes que hace que los vendedores bajen sus precios o por una contracción de oferta monetaria (lo que hoy sucede en Argentina), que en ambos casos lleva a disminuir el precio por parte de los vendedores, beneficiando a los compradores.
El miedo a una recesión puede llevar a que se reduzca la demanda de bienes y servicios, lo que sin dudas afecta negativamente en la actividad económica.
Desde ya que la baja de precios, mientras los salarios no se reduzcan, tiene una ventaja para los compradores que aumentan su poder adquisitivo (parte del discurso del gobierno argentino).
Si hay ahorro debería haber más crédito, más oferta de dinero para préstamos. Esto provocaría que bajen las tasas de interés.
Ciudado con la deflación
Aunque aparentemente parece beneficiosa, la caída de precios, llevará también a la caída de salarios por razones de altas tasas de desempleo, caída de producción, una viciosa espiral que agudizaría la recesión actual.
Si la expectativa es una baja de precios, esto lleva a la paralización de la economía, todos postergan sus compras y sus inversiones a la espera de que los precios encuentren su estabilidad.
Todo al revés de lo que hacemos en inflación.
La inflación es una experiencia de la cual Argentina está familiarizada, y de la que pretende salir.
Su gente sabe vivir con inflación, pero nunca ha vivido una deflación.
Hoy vivimos una recesión, pero hay indicios de que podríamos entrar en deflación.
La deflación es más grave que la inflación, ya que se caracteriza por ser de larga duración, algo que esperemos no transitar.
La pregunta del millón es el porqué llegamos a este punto, porque se eligió este camino, y posiblemente la respuesta está en las famosas Leliqs (que tanto preocupaban a Milei y que mágicamente parecen haber desaparecido).
Se han desdibujado, una parte mínima se ha licuado, pero siguen existiendo bajo otro ropaje, pero sin dejar de ser una bomba explosiva que el gobierno pretende desactivar pidiendo un préstamo que ni el FMI quiere dar, será porque sabe para qué se usará, para salvar a los tenedores de esos instrumentos, los bancos y sus ahorrista.