Las imágenes evocaron aquellos tiempos oscuros de violencia en el fútbol argentino, que llevaron a la decisión de prohibir la presencia de hinchas visitantes en los estadios hace ya muchos años. La fiesta que prometía la noche del miércoles en Rosario se desmoronó debido a los incidentes protagonizados por hinchas de Boca, de Gimnasia de La Plata, y la policía. Todo comenzó cuando un grupo de fanáticos del Xeneize, desde la platea alta, lanzó butacas hacia la popular del Lobo justo antes de empezar el segundo tiempo.
Te puede interesar
La intervención policial, en lugar de calmar la situación, la agravó con el uso de balas de goma. En un gesto icónico, el presidente de Boca, Juan Román Riquelme, acompañado por los integrantes del Consejo de Fútbol, Chicho Serna, Raúl Cascini y Marcelo Delgado, se metió entre los hinchas para intentar poner fin al caos, que se extendió por casi media hora. Su intervención fue decisiva. Al verlo presente en medio de la acción, los barrabravas comenzaron a retroceder, suavizando la tensión en el sector.
Sin embargo, el conflicto ya había escalado. Los miembros de "La 12", la barra brava de Boca, habían roto un portón para invadir la platea, mientras que los hinchas de Gimnasia, también víctimas de las agresiones, intentaban romper otro acceso para responder a los ataques. La policía reprimió a ambos lados con gas pimienta y balas de goma, lo que generó aún más indignación. Para ese entonces, los jugadores de ambos equipos ya estaban a un costado de la cancha, tratando de calmar los ánimos.
Jugadores de Gimnasia, como verdaderos bomberos en medio del caos, repartían botellas de agua a la gente, mientras que Marcos Rojo y Luis Advíncula se colgaron del alambrado intentando frenar a la barra de Boca, que estaba decidida a romper el portón y unirse a la batalla campal. No tuvieron éxito.
Finalmente, La 12 avanzó entre los plateístas que intentaban escapar del conflicto, ajenos al violento espectáculo. En ese momento, la policía respondió con más balas de goma y gas pimienta, intensificando el descontrol. Fue entonces cuando apareció Riquelme, calmando a los hinchas con un abrazo simbólico, casi como si estuviera arreando ganado. Su intervención logró desactivar la situación.
Luego de unos 25 minutos de caos, el ídolo de Boca volvió a su palco, como si todo hubiera terminado. El partido siguió, y la sensación que quedó fue esa tan conocida en el fútbol argentino: "Todo pasa".