"Vuelvo a casa", tiró Fernando Gago al aterrizar en Argentina, resumiendo en una sola frase lo que significa su regreso a Boca, esta vez desde el banco de suplentes. Con 38 años, el técnico no dudó en escuchar a su corazón, pagó de su bolsillo la cláusula de 1.500.000 dólares que lo ataba al Guadalajara y volvió al club que lo vio crecer como futbolista. Decidió dejar la plata en segundo plano para cumplir el sueño de dirigir al Xeneize.
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La noticia explotó en las redes sociales, y los hinchas, en su mayoría nostálgicos, lo recibieron con los brazos abiertos. Entre tanto cariño, el apodo que lo acompaña desde pibe se repetía sin parar: "Pintita". Pero pocos saben de dónde salió ese nombre.
Algunos suponen que viene por su manera de jugar, siempre con una elegancia que rompió el molde de lo que se esperaba de un cinco en Boca, más acostumbrados a tipos rudos como el propio Raúl Cascini. Otros dicen que el mote le va por sus looks de técnico, siempre de saco y corbata, impecable.
Pero la verdad es más sencilla. El encargado de bautizarlo como "Pintita" fue Ramón Maddoni, el histórico formador de cracks en el club Social Parque, de donde salieron varias promesas que luego nutrieron a las inferiores de Argentinos Juniors y Boca. Gago contó en una nota que todo empezó en un partido de baby fútbol, cuando Maddoni le gritó: “¡Dejate de hacer pintita y corré!”. Y así quedó, para siempre.
Gago siempre tuvo una relación especial con Maddoni, tanto que cuando el entrenador de juveniles se mudó a Boca, el pibe Fernando lo siguió, dejando las infantiles de Argentinos. No se equivocó: con apenas 19 años, Gago ya se había ganado un lugar en el medio, obligando a Cascini a mirar los partidos desde el banco. En esa primera etapa en Boca, se colgó cinco medallas: Apertura 2005, Clausura 2006, Copa Sudamericana 2005 y las Recopas 2005 y 2006. Además, dejó su huella con un gol a Vélez en la Bombonera, antes de que el Real Madrid pusiera 27 millones de dólares sobre la mesa para llevarse al volante más fino que había pisado la cancha en esos tiempos.
Ahora, el desafío es otro: desde el banco, Gago sueña con escribir una nueva historia gloriosa para el club de la Ribera.
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