Si fuera un automóvil podríamos emparentarlo con un Ford Fairlane V8. Claro, ya no está bonito como cuando salió de fábrica o recorrió kilómetros y kilómetros durante las primeras campañas. El chasis está rallado y varias de sus autopartes algo averiadas con el paso de los años.
Pero El Ford va. A gas, pero va. Muchas rectificadas le dieron la fuerza para seguir saltando a las rutas, para seguir dando pelea, para seguir siendo competitivo y para seguir ganando.
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Seguir ganando luego de varias décadas no es para cualquiera. La decencia, el amor, pero, sobre todo, la pasión, hacen de ese Fairlane algo único, increíble. Ese Fairlane, emparentado en nuestra imaginación es José Andino, El Coquito, ese peón de lujo, el mejor de la historia del ciclismo mendocino junto al Pollo Jorge Cornejo o Ariel Jaime (ganador de una Vuelta de Mendoza). El Coquito sigue demostrando su vigencia.
No alcanzó a sacar la chapa de ídolo, no tuvo esa suerte, pero sí, ganarse el reconocimiento de sus pares y del público en general como el de “gran corredor”. Ese sí que no se lo quita nadie.
Coquito venía de sufrir un terrible accidente laboral. Cayó de una altura de tres pisos y se quebró varias partes de su cuerpo. Cualquier otro se hubiese quedado en caso como muchos lo hacen ahora en tiempos de pandemia.
Pues Coquito no lo hizo. Agarró la bici, primero, para volver a trabajar. Fue a San Juan y ganó. Fue a los libres a las carreras de San Martín y también ganó. Probó en los Master de la Asociación Ciclista Mendocina y sí, también ganó.
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Un todoterreno, un luchador, un gladiador. Faltan calificativos para ensalzar la figura de un corredor que sigue vigente y demostrando que el ciclismo de antaño era muy distinto al de ahora.
Es una pena que la ACM no resaltara tamaño logro de un ciclista humilde, querible y sobre todo competitivo, porque Andino llegó con los elite, lo que hace un más grande su proeza conquistada el pasado fin de semana en Maipú. Aplausos para un ilustre, aplausos para el Gran Coquito Andino.