Este 24 de mayo, el francés Eric Cantona cumple 58 años de edad y, en cada aniversario de cumpleaños, es costumbre evocar uno de los momentos más recordados del fútbol en la Premier League.
Ocurrió cuando el delantero galo jugaba en Manchester United y jugaban de visitante ante Crystal Palace en "Selhurst Park", el 25 de enero de 1995.
En un momento picante del partido, un espectador lo insultó: "¡Vuelve a tu país, hijo de puta francés!".
La reacción del galo sorprendió hasta a sus propios compañeros del "ManU" porque directamente lanzó una tremenda patada voladora en modo kung fu al "hooligan" Matthew Simmons, quien lo había insultado desde la primera fila de la platea.
A Cantoná, el tribunal de disciplina de la liga inglesa le aplicó una sanción de 9 meses sin jugar.
EL MOMENTO DE LA REACCIÓN INESPERADA
Años después, el exfutbolista expresó sin vueltas: “Patear a un fascista no se saborea todos los días; me arrepiento de no haberle pegado más fuerte”.
¿QUE SUCEDIÓ ANTES?
La prensa británica indagó en la vida de Simmons y descubrió que había participado en actos de extrema derecha y que se definía como racista. Además, tenía una condena por intento de robo a una estación de servicio en 1992. Y después, en 2006, sumó un nuevo altercado: atacó a golpes a un entrenador de infantiles del Fulham por haber dejado afuera a su hijo.
La primera reacción de los medios con Cantona fue el repudio. En la BBC, el histórico arquero Alex Stepney dijo que Sir Matt Busby (técnico del campeón de Europa de 1978) lo habría despedido del equipo; sin pelos en la lengua, el entrenador Brian Clough dijo que se habría “cortado las pelotas”.
Pero otras voces comenzaron a tomar relevancia, sobre todo cuando algunos detalles de la vida de Simmons se hicieron públicos. Los hinchas del United lo apoyaron.
PROTAGONIZÓ UNA PUBLICIDAD
Nike lo puso como protagonista de una publicidad: “Quiero disculparme por mis errores: el año pasado, en el 5-0 contra el City, solo anoté un gol”, bromeó frente a cámaras. Y hasta Ian Wright, leyenda del Arsenal, dijo que se sentía “celoso”. Es que no eran solo los goles lo que lo convertían en leyenda: era una patada voladora.