El gol de Diego a los ingleses revive en cada momento en el que los argentinos quieren mencionar un instante perfecto, único, de todos. Y como si fuera parte de la propia jugada, reaparece también el relato radial de la epopeya de Diego
Por Víctor Hugo Morales
Lejos de los atributos artísticos de la jugada, pero acaso muy cerca del valor emocional que aún hoy tiene ese gol, que arrancó el grito más vivo, loco, hostil, ronco y unánime que el fútbol le haya generado al pueblo argentino. No puede encontrarse un momento más perfecto, y compartido, en la historia del propio país. Nada le ocurrió más importante, por cierto, a este relator.
Durante años, las imperfecciones que la enajenación, el estallido neurótico, la mente tan en blanco como en las llamadas emociones violentas que explican ciertos crímenes, todo eso que es la narración de la jugada, fue un verdadero dique que impedía escuchar el propio relato. Y no era modestia. Era sincero rechazo, el mismo que experimentaría alguien que ha sido filmado en un arranque de ira y luego es sometido a observar su comportamiento en un video.
Desnudar el alma sucede sin que nos demos cuenta. Pero recrearse con la imagen, es casi imposible. Andando los años, y en la misma medida en que la jugada de Diego, aquel alarde de la imaginación y de la valentía, aquella perfecta definición de lo que llamamos arte, fue aceptada sin retaceos junto al relato de la radio, el dique fue cediendo, para que la fuerza de la gratitud arrasara los pruritos, los pudores, los tecnicismos que las palabras, y los gemidos, y el llanto incontenible, habían traicionado.
Es ese gol el primero de los motivos, en estos días de angustia vividos por Diego y trasladados al pueblo, por los que la gente revivió su amor por el fabuloso artista nacido en Villa Fiorito. Hay múltiples razones que unen la gratitud, al orgullo, al eterno asombro, para amar a ese muchacho rebelde y tantas veces absurdo que se empeña en morir antes de lo que debe, mucho antes de lo que estamos dispuestos a soportar. Todos viajamos hacia la muerte, pero algunos aceleran y Diego a veces toma vuelo como en su jugada más extraordinaria.
Pero entre las razones y las sinrazones del amor por Diego, el gol a los ingleses, la consumación de la única revancha posible en tiempos de dolor, en la única pelea realmente mano a mano y con las mismas armas que se podía tener con el poderoso imperio, ese gol, aquella corrida legendaria, es el origen de la gratitud unánime. Viajar con Diego mientras driblea ingleses, empujar con él la pelota y salir gritando hacia la gloria eterna, ha sido el más inmenso privilegio que la vida pudo ofrecer a este relator. Es por ese grito que valió la pena elegir esta profesión.
Narración completa de Víctor Hugo Morales
“La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, deja el tendal y va a tocar para Burruchaga… ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta… ¡¡GOOOOOOOOL!!! ¡¡¡¡GOOOOOL!!!! ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona… Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2-Inglaterra 0”.