Como venimos diciendo el racismo sigue vivo, sigue matando personas y sigue causando una frustración profunda que nos obliga a una inevitable comparación de esta situación con los momentos más duros e inhumanos de la segregación racial (legal) que experimentó Estados Unidos a mediados del siglo XX
Los días de disturbios que se ven en casi todo Estados Unidos ocasionados por el asesinato de George Floyd, un afroamericano, bajo la rodilla asfixiante de un policía de raza blanca, muestran los pendientes que ese país y el mundo tienen con erradicar los prejuicios. Lo que estamos viendo en el país del norte es un grito desesperado contra la violencia sistémica que, durante siglos ya, han sufrido las personas simplemente por el color de su piel. Como denunciaron históricamente, entre otros grandes de la humanidad, Martin Luther King y Muhammad Ali.
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Hoy se cumplen cuatro años de la muerte de Ali, quien sacrificó la mejor época de su vida deportiva por defender sus creencias, alimentó su brío gracias a la amistad con personajes como Malcolm X y Martin Luther King, personalidades que lo llevaron a elevar su voz y a que su discurso fuera escuchado por millones.
Para mí sí fue el más grande de la historia. Trascendió boxeando, y lo hizo a lo grande. Pero también como hombre, como gran defensor de su raza, y fundamentalmente como un gran pacifista.
El gran escritor estadounidense Norman Mailer lo definió como: “ El mayor ego de Norteamérica. Y también es la más veloz personificación de la inteligencia humana hasta el momento habida entre nosotros: es el mismísimo espíritu del siglo XX, es el príncipe del hombre masa y los masivos medios de comunicación”.
Sin ser un activista político ni social, su carácter contestatario le hizo enfrentarse a la reaccionaria América blanca de los años 60, y se convirtió en un símbolo de rebeldía para los afroamericanos que peleaban por sus derechos políticos más básicos.
Alí ha estado involucrado en muchas causas humanitarias, y ha seguido desafiando al sistema político de su país con visitas a Corea del Norte, Afganistán, Cuba e Irak, entre otras naciones. En 2005 recibió la Medalla de la Libertad, el mayor honor que pueda recibir un ciudadano estadounidense.
Invitamos a los lectortes a ver el video de una entrevista con la BBC en 1971, donde se refería a su raza, con la verborragia e ironía que lo caracterizaba:
El asesinato de Charles Floyd y el recuerdo de Muhhamad Ali, ante un nuevo aniversario de su muerte, nos lleva a recordar a uno de sus grandes mentores Martin Luther King.
Fue en Washington, frente a más de 200 mil personas reunidas en el Monumento a Abraham Lincoln, donde pronunció el que se considera su discurso más conocido y citado y mencionado como uno de los mejores de la historia.
“Cien años después”, recordaba King, “el tiempo trascurrido desde la Proclamación de Emancipación de los esclavos en 1863, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra”.
57 años después de sus palabras, dichas el 28 de agosto de 1963, la realidad de los negros en Estados Unidos está lejos de ser un “sueño”.
Según cifras del Urban Institute de Washington, por cada seis dólares que tienen los blancos, los negros solo tienen uno.
Las personas con ese color de piel tienen cinco veces más probabilidades de ser arrestados y las penas que se le aplican son 20 veces superiores, de acuerdo con la Comisión de Sentencias de Estados Unidos. Si bien los afroestadounidenses son el 12% de la población del país, representan el 40% de las personas encarceladas, apunta la Universidad de Stanford, en California.
El prestigioso centro Southern PovertyLaw Center (SPLC), que se dedica a monitorear los grupos de odio en Estados Unidos, reconoce un total de 130 organizaciones vinculadas al Ku Klux Klan.
“Son tiempos duros cuando un presidente no parece entender que África es un continente y no un estado, y se refiere a países como Haití, Nigeria y El Salvador con las palabras que conocimos” (Son “países de mierda” había dicho en 2018), manifestó a la prensa Martin Luther King III, hijo del luchador por los derechos civiles y también un activista de esa causa.
Lamentablemente, Estados Unidos está más cerca hoy de una “pesadilla”, que de la nación soñada por un pastor bautista hace 57 años: “Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”.