Con el mismo fervor que vibró en el Monumental de Núñez, donde los hinchas de River Plate encendieron el estadio con pirotecnia para alentar a su equipo en la difícil tarea de remontar un 3-0 adverso ante Atlético Mineiro, al otro lado del Río de la Plata, los fanáticos de Peñarol replicaron el espectáculo. El Centenario, icónico estadio con capacidad para más de 60,000 personas, fue testigo de la entrega charrúa y del deseo de lograr una hazaña contra Botafogo, que había asestado una dura goleada de 5-0 en el duelo de ida en Río de Janeiro.
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Desde el arranque, el equipo dirigido por Diego Aguirre intentó ignorar el peso del marcador global y se lanzó al ataque con remates de Leonardo Fernández y Damián García, aunque sin éxito. Mientras tanto, el conjunto de Artur Jorge Torres intentó responder con balones parados ejecutados por Alex Telles, que hicieron temblar el arco defendido por Washington Aguerre. El Centenario, que alguna vez vio nacer la Copa del Mundo, respiraba fútbol, pero el marcador seguía sin moverse.
Hasta que, casi a la media hora, un control de pecho perfecto de Jaime Báez desembocó en un golazo impresionante que dejó sin respuesta al arquero John. El estadio explotó de euforia, y apenas unos minutos después, Guzmán Rodríguez estuvo a punto de ampliar la ventaja con un cabezazo que se estrelló en el palo, encendiendo las esperanzas de los locales.
Pero el final del primer tiempo trajo un momento insólito: Aguerre cayó en la provocación de John y terminó pisándolo frente a los ojos del árbitro chileno Piero Maza, quien no dudó en expulsarlo. Obligado a jugar con uno menos, Peñarol tuvo que encarar la segunda etapa con Guillermo De Amores en el arco, sustituyendo a Damián García. La intensidad del partido comenzó a diluirse ante este golpe inesperado.
Pese a todo, el conjunto uruguayo no dejó de luchar. La garra charrúa resurgió cuando, en una rápida jugada de tiro libre, Jaime Báez volvió a aprovechar un descuido defensivo del rival para anotar el 2-0. Sin embargo, el reloj seguía jugando en contra, y con menos de 15 minutos restantes, la remontada parecía lejana. Aun así, el partido se puso diez contra diez tras la expulsión de Mateo Ponte.
Cuando el tiempo apremiaba, Botafogo selló su pase a la final con un gol de Thiago Almada que apagó los últimos vestigios de esperanza uruguaya. Facundo Batista logró un tercer gol para el Carbonero, que cerró el partido con dignidad y orgullo, aunque sin la remontada deseada.
Botafogo, por su parte, avanza a la primera final de su historia en la Copa Libertadores, donde el próximo 30 de noviembre disputará el título en un enfrentamiento brasileño. Atlético Mineiro, aspirante a su segundo trofeo continental, buscará revivir la gloria de 2013, cuando venció a Olimpia de Paraguay para levantar su única Copa Libertadores.