Recordaba en estos días, en mis años de estudiante de ingeniería, como secretario de mi carrera en el centro de estudiantes, pusimos un cartel en el buffet de la facultad, que decía “No se queje si no se queja” La contradicción literal, provocaba al lector, a pensar de nuevo, tratando de encontrar el sentido al mensaje.
La idea era no se queje en charla de café, si no se queja en el centro de estudiantes. Recién constituidos los centros de estudiantes luego de los años de la dictadura, intentábamos instalar en la cultura de los estudiantes, que los reclamos y las inquietudes se canalizaran a través de esa institución recuperada. Era notable la cantidad de asuntos que podían tratarse y resolverse por esa vía, pero aún no estaba incorporada en la conciencia de los alumnos.
El recuerdo me vino mientras leía noticias, y apareció el déjà vu del femicidio. Hace tiempo que tengo la sensación que desde las instituciones se visibiliza, se critica, se debate, se condena, pero en los hechos no cambiamos nada como sociedad para erradicar esa tragedia auto infligida. Más allá de la desidia de los jueces y fiscales en subvalorar el riesgo de muchas mujeres que acuden a denunciar, y la falta de cuidado social del entorno de esas mujeres, el problema es cultural. Hay un altísimo porcentaje de varones que tienen internalizado que las mujeres son pertenencia de los varones, y actúan en consecuencia. Y lo más grave, es que esos mismos varones siguen formando a sus hijos en la misma perspectiva.
El cambio cultural sólo podrá producirse si rompemos esa dinámica. Alguien tendrá que formar esos niños (nuevos varones) con una perspectiva de igualdad respecto de la mujer. Y esa tarea, sólo podrá hacerla la institución social formativa por excelencia: la escuela. Y en ese sentido va mi propuesta.
Una de las tareas más internalizadas socialmente, que determinan el lugar de la mujer en la sociedad, es la limpieza. La limpieza de los espacios y ambientes domésticos y de trabajo. Creo que deberíamos empezar por allí. Mi propuesta es que los alumnos en las escuelas, ocupen unos minutos por día a limpiar las aulas que habitan durante el horario escolar, pero empezando por los varones. Sí, los últimos veinte minutos del horario escolar, los varones limpian el aula y la dejan impecable para el próximo turno. Creo que esta tarea (asignada socialmente a las mujeres y reproducida casi universalmente en cada hogar) realizada en la escuela por los varones, podría ayudar a cambiar la perspectiva de muchos niños, sobre el “lugar” de cada uno en la sociedad.
Ya puedo imaginar a muchos padres poniendo el grito en el cielo, porque “¡mi hijo no viene a la escuela a limpiar!” y cientos de otros argumentos en contra. Los argentinos somos especialistas en admirar y elogiar a sociedades foráneas, especialmente a las de los llamados países desarrollados o del primer mundo, y al mismo tiempo pasar totalmente por alto, lo que esas sociedades hacen para tener los resultados que tienen. En este caso quiero recordar una costumbre de la sociedad japonesa. Los alumnos de las escuelas, antes de retirarse, deben limpiar no sólo las aulas, sino los baños que usan durante el horario escolar. O sea que mi propuesta no es original. Más bien se trata de una copia de lo que hacen otras sociedades. Todavía recuerdo el episodio ocurrido durante el mundial de Fútbol el Rusia. La atónita mirada de los medios de buena parte del mundo, transmitiendo en vivo a muchos japoneses limpiando de desechos la tribuna que habían ocupado mientras miraban jugar a su selección. ¿Se imaginan a los miembros de “la Doce”, o a “los borrachos del tablón” limpiando las tribunas antes de irse de cada partido???
Creo que además de declamar y lamentarnos por los femicidios, debemos tomar medidas que realmente ayuden a cambiar la cultura machista y patriarcal, y el sentimiento de pertenencia de la mujer por parte de los varones, que está en la raíz del maltrato y la violencia de género, y su paroxismo, el femicidios.
(Por Gustavo Montilla)