El Alpataco es un árbol sagrado para los ranqueles, venerado también por los nativos de nuestra zona
Por Jorge Sosa / Mendoza te cuenta
Árbol de los nuestros de los pocos que se adaptan a la respiración de Cuyo. El lugar estaba (está) lleno de alpataco y por eso se llamaba “Alpatacal”, cerquita de La Paz, cerquita del adiós a la provincia. Eran las 4.30 de la mañana y el pasaje de ese tren especial venía durmiendo.
Tren especial porque había sido especialmente preparado para que llevara Buenos Aires a los 269 cadetes chilenos que iban a participar de las ceremonias de festejo de un 9 de julio más y el centenario del natalicio de Bartolomé Mitre. Llevaban un vagón con caballos para el desfile. Los chicos tenían entre 12 y 15 años. Afuera el silencio de lechuza vigilante y alpataco erguido, pero silencio.
El traqueteo del tren que le ponía más sueño al sueño. De pronto el estallido, la explosión, el espanto sin aviso, como una bomba, como un tsunami de ruido y horror. Un ruido que no paraba, que iba sumando el de hierros retorcidos y maderos destrozados y relinchos de caballos y los ayes de los heridos. Las calderas de las máquinas estallaron y entonces también se sumó el fuego al horror.
El tren portador de los cadetes había colisionado de frente con otro, proveniente del litoral, que esperaba un desvío. Los minutos posteriores fueron inusitadamente espantosos para los heridos y los sobrevivientes. Largas horas pasaron para que pudiera llegar ayuda a ese paraje solitario.
El resultado fue terrible: 30 muertos, de los cuales 12 eran cadetes. La noticias enlutó a nuestro país y a Chile. Sin embargo el presidente chileno ordenó a los sobrevivientes que siguieran con la misión encomendada. El 9 de julio desfilaron por las calles de Buenos Aires.
Las muestras de solidaridad y admiración de los porteños para los adolescentes chilenos fueron inolvidables. Hubo cambio de nombres, la estación conocida como Alpatacal pasó a llamarse Cadetes Chilenos.
Dos calles en la ciudad de Mendoza aún recuerdan el hecho: Cadetes Chilenos y Ferroviarios de Alpatacal. En el lugar se erigió una estatua recordando la tragedia. Se la robaron para aprovecharse de su bronce. Nunca fue repuesta, hoy solo queda el pedestal. Ocurrió el 7 de julio de 1927, fue la tragedia ferroviaria más grande de Mendoza y una de las más grandes de dos países: Argentina y Chile. El alpataco fue testigo inmutable de tanto y tanto dolor.
Copyright © 2020 Diario Jornada Mendoza | Todos los derechos reservados