Como buen jesuita, el Papa Francisco cree en las grandes ideas de San Ignacio de Loyola, en particular la de utilizar el discernimiento para decidir el camino a seguir. Y sabe que si su salud se lo permite, más allá de los problemas de deambulación que lo obligan a moverse en una silla de ruedas, el tiempo de la vejez avanza inexorable y el momento critico de hoy es un aviso de lo que vendrá.
Hay que seguir adelante pero “creando el espacio” para gobernar el futuro de su papado “aprendiendo a despedirse”, como él mismo ha dicho.
Sus catequesis sobre la vejez en estas últimas semanas en la audiencia general de los miércoles lucen como una preparación para que los fieles sepan que el pontífice sabe que debe prepararse para renunciar y lo mejor es hacer las cosas con tiempo.
En el Vaticano, un optimista recordó que en 2025 se celebrará un Año Jubilar, una oportunidad para retirarse tras haber preparado el terreno. Pero entonces el Papa estará recorriendo los 89 años de edad que cumplirá el 17 de diciembre.