El papa Francisco, de 88 años, sufrió este jueves una caída en su residencia de Santa Marta, se hizo un hematoma en el antebrazo derecho y se lo inmovilizaron con una venda como medida de precaución. Los médicos del Vaticano descartaron que tuviese una fractura.
A pesar de la caída, Francisco continuó con su agenda de trabajo -que consistía en cinco audiencias- sin problemas, aunque con el brazo inmovilizado con una venda blanca como se observa en las fotos y los videos difundidos por el Vaticano.
Se trata de la segunda caída del Papa en poco tiempo, ya que el pasado 7 de diciembre, apareció con un gran hematoma a la altura del mentón. En aquel momento, Francisco había sufrido “una contusión cuando se golpeó con la mesita de luz”, según el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.
También en esa ocasión, el pontífice continuó con su agenda y la celebración del décimo consistorio, en el que nombró a 21 nuevos cardenales y en el que apareció con el vistoso moratón a un lado derecho de la cara.
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La salud del papa Francisco
Francisco, que se desplaza en silla de ruedas, tuvo una serie de problemas de salud en los últimos años, en particular en las rodillas, las caderas y el colon. También padeció varias bronquitis, una gripe y una infección pulmonar por la que fue internado en el hospital Gemelli de Roma en 2023.
Según indicó el periodista de TN Sergio Rubin, a los 21 años se le extirpó al papa el lóbulo superior del pulmón derecho.
Años después, cuando ya era sacerdote, fue operado de urgencia de una gangrena vesicular, poco antes de que se convirtiera en un cuadro muy grave. Y siendo arzobispo de Buenos Aires sufrió un preinfarto por el que se le debió hacer un cateterismo, teniendo una completa recuperación.
Además, siempre sufrió de problemas en huesos de los pies que lo obligaron a usar zapatos ortopédicos -fue el argumento que usó para no ponerse los zapatos rojos al ser elegido Papa- y fuertes dolores en la columna -además de padecer ciática- por lo que se somete a dos sesiones semanales de kinesiología.
En el noveno año de su papado debió extraérsele una parte del colon por una diverticulitis y al siguiente tuvo que ser sometido a la mencionada operación abdominal de carácter reparatoria.
Entre medio, comenzó a padecer una gonartrosis o artrosis de rodilla que se complicó con una microfractura en la rodilla derecha, de la que no quiso operarse para no someterse a la anestesia.
Optó por un tratamiento kinesiológico. Para no afectar la recuperación debió usar una silla de ruedas, lo que lo llevó a decir. “No se gobierna con la rodilla, sino con la cabeza”.