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Coincidencia en Pascuas

31/03/2021 14:10
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                                                                                                                     Editorial

El levantamiento militar, de los carapintadas, estalló durante la Semana santa del año 1987, hace 34 años, cuando oficiales y suboficiales de rangos altos, medio y bajo del Ejército se amotinaron en Campo de Mayo, el principal centro militar del país

Fue el primero de los levantamientos que hubo entre 1987 y 1990, pero también el más importante por el impacto político que tuvo y la tensión social que se vivió esos días.

Raúl Alfonsín había ganado las elecciones presidenciales hacía más de 3 años, las primeras desde la vuelta de la democracia constitucional con el 51,7% de los votos, frente al 40% que obtuvo el candidato peronista Ítalo Lúder.

Argentina estaba viviendo en ese momento una especie de “primavera democrática” después de 8 años de dictadura. Los movimientos de Derechos Humanos cobraron mucha fuerza e incluso desde comienzos de los 80 las movilizaciones en su contra se volvieron masivas por eso la campaña de Alfonsín se centró en levantar como idea fuerza los “valores democráticos”, con un discurso progresista.

En esta situación se fortalecieron los partidos políticos mientras que al mismo tiempo las Fuerzas Armadas se desprestigiaron completamente. Habían fundido al país y fueron brutalmente derrotados en Malvinas. Y a esto se sumó el repudio general al accionar represivo que se conoció con los juicios que sacaron a la luz el plan sistemático de terrorismo de Estado.

El levantamiento estalló el jueves 16 de abril (jueves de Semana santa) cuando el mayor Ernesto Barreiro, un genocida de la Perla -el Centro de Detención Clandestino más grande de Córdoba-, se negó a declarar y cuando las fuerzas policiales lo fueron a buscar, todo su personal se terminó acuartelando.

Al día siguiente el Teniente Coronel Aldo Rico dejó su regimiento en Misiones y se amotinó junto a otros militares en Campo de Mayo reclamando que ellos también estén incluidos en el pacto de impunidad, igual que sus jefes. Tomaron la Escuela de Infantería y desplegaron un show muy bizarro con armas pesadas, artillería y tanques apostados en todo el predio, pintados con betún y cargando granadas en señal de combate.

Estas imágenes recorrieron todos los diarios y programas de tele agitándose la amenaza de un nuevo golpe. Mientras las supuestas fuerzas leales al gobierno dilataron su ingreso a Campo de Mayo mostrando que en la práctica estaban de acuerdo con los reclamos de los carapintadas.

Hubo una reacción rápida de cientos de miles de personas que se movilizaron durante ese de fin de semana en todo el país rechazando los levantamientos. Hubo dos escenarios muy masivos:

Por un lado, Campo de Mayo donde desde ese viernes Santo se juntaron miles de personas que cantaban “que se vayan, que se vayan” y “si se atreven, les quemamos los cuarteles”.

Por el otro, la Plaza de Mayo registró una de las movilizaciones más masivas de su historia el domingo de Pascuas. Marcharon sindicatos, los organismos de DD.HH, los partidos políticos Pero también se movilizaron miles de familias, estudiantes, trabajadores. Todos en las calles.

Alfonsín hablo ese día dos veces en la plaza, la primera anunció que iría el mismo a Campo de Mayo a exigir la rendición de los amotinados diciendo que la democracia no se negocia, y volvió con el histórico saludo de “Argentinos Felices Pascuas” y el mensaje: “Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión. Y hoy podemos dar todos gracias a Dios. La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a la Plaza de Mayo que vuelva a sus casas a besar a sus hijos y a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina”.

En aquel momento, transitábamos el año 1987 y nuestra joven democracia intentaba sortear infinidad de problemas político-institucionales, socio-económicos e internacionales, que la dictadura más sangrienta y miserable que padeció Argentina supo conseguir.

En esta conmemoración de la Semana Santa coinciden los 34 años del intento de golpe de los Carapintadas, con un nuevo aniversario del fallecimiento de aquel principal protagonista, Raúl Alfonsín.

Quien falleció hace 12 años, a los 82 años, el 31 de marzo de 2009, debido a un cáncer de pulmón y luego que su salud se viera agravada, en sus últimos días, por una neumonía broncoaspirativa.

En política suele haber poco lugar para los consensos. Pero Raúl Alfonsín logró su sitial como el padre de la democracia moderna.

La consolidación de la democracia y el paso del tiempo pusieron a Alfonsín en la justa dimensión que logró al capear tempestades en tiempos de azotes reales y permanentes. Después casi un siglo de permanentes golpes militares, la recuperación de los valores democráticos y los derechos humanos quedarán como una marca que le debemos, en gran parte, al “padre de la democracia”.

Doce años atrás, Raúl Alfonsín era despedido con honores tanto desde las máximas autoridades argentinas, con palabras elogiosas de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de todo el arco de la dirigencia política, como también por amplios sectores de la población, muchos de los cuales formaron la multitud que lo despidió en Recoleta.

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