El fin del cepo cambiario trajo consigo una serie de movimientos esperados en el mercado, entre ellos una rápida reacción en algunas listas de precios. Sin embargo, esta vez el mensaje desde los canales de venta fue contundente: supermercados y mayoristas se niegan a aplicar aumentos sin fundamentos claros.
Tras el anuncio del Gobierno de adoptar un régimen de flotación entre bandas para el tipo de cambio —que llevó al dólar oficial de $1078 el viernes a $1198 el lunes, para luego estabilizarse en torno a $1120—, varias empresas líderes en consumo masivo actualizaron sus listas con incrementos que rondaron el 9%.
Unilever, Molinos Río de la Plata, Molino Cañuelas, Aceitera General Deheza y Softys (Elite, Higienol), entre otras, enviaron nuevos precios. Pero la respuesta fue inmediata: tanto supermercados como distribuidores mayoristas decidieron frenar esas subas. “Las empresas deberán explicar en qué parte del producto impactó la devaluación para que aceptemos una modificación en los precios”, afirmaron fuentes del sector.
Desde la Cámara Argentina de Distribuidores y Autoservicios Mayoristas (CADAM) explicaron que si bien algunas listas fueron recibidas, sólo se están evaluando casos específicos donde la incidencia de insumos dolarizados es directa, como sucede con algunos commodities. En el resto, la postura es de rechazo o revisión hasta tener mayor claridad.
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Este freno a las remarcaciones se da en un contexto de consumo retraído y con la inflación todavía en niveles altos, por lo que el objetivo de los comercios es evitar impactos adicionales sobre los precios al consumidor. “No podemos trasladar aumentos arbitrarios. La transición del dólar debe ser razonable y no una excusa para remarcar sin control”, señalaron desde cadenas de supermercados.
Por otro lado, algunas empresas optaron por suspender temporalmente la distribución de productos, a la espera de mayor certidumbre sobre el comportamiento del tipo de cambio. Este reacomodamiento es leído por el sector como parte de un proceso lógico ante el nuevo escenario, pero no como una vía libre para ajustes generalizados.
La reacción de los canales de venta marca un cambio de clima respecto a otras devaluaciones, donde los aumentos se aplicaban sin cuestionamientos. Hoy, la consigna es clara: no convalidar subas sin sustento. Para muchos analistas, se trata de un paso clave hacia una economía con reglas más claras, donde el mercado comienza a autorregularse con criterios de responsabilidad y transparencia.
El Gobierno celebra esta actitud como un gesto positivo. Destaca que el nuevo esquema cambiario busca justamente ordenar precios relativos y generar previsibilidad. En ese marco, el rol activo de los distribuidores y minoristas resulta central para evitar abusos y preservar el poder adquisitivo de los consumidores.
Así, en una economía aún sensible, el mensaje que comienza a imponerse es claro: sin fundamentos, no hay aumentos. Y con diálogo, se puede atravesar la transición sin que el costo recaiga una vez más en el bolsillo de la gente.