Eintracht Frankfurt disponía de 5.000 entradas para vender entre sus aficionados, pero la necesidad de hacer caja para recuperar de todas las formas posibles una situación económica crítica hicieron que la junta directiva del Barcelona pidiera a los abonados que decidieran no acudir al partido y que liberaran el asiento sin una contraprestación económica, es decir, para que el club comercializara las localidades y recibiera el 100% del ingreso.
Esta decisión provocó que las decenas de miles de aficionados del Eintracht adquirieran entradas y llenaran las gradas de un Camp Nou que rugió con los goles del conjunto alemán. El intento de frenar la masiva asistencia de seguidores alemanes a 24 horas del partido, anulando la venta con tarjetas de crédito del país germano, no fue suficiente para evitar la marea blanca.
En el descanso, en señal de protesta por la masiva presencia de aficionados del Eintracht, la grada de animación del Camp Nou abandonó las localidades de la parte baja del Gol Sur del estadio azulgrana.