Cada obra es un universo en sí mismo, una exploración dentro del vasto y delicado lenguaje de la acuarela, que juega con sus transparencias, aguadas, capas y matices.
Esta muestra no busca encasillar, sino abrir caminos; mostrar la versatilidad de un medio que permite tanto la sutileza como la fuerza expresiva.
Un viaje visual y celebrar juntos el poder del agua, el pigmento… y el alma que los guía.
Inauguración: 8 de mayo, a las 20 hs. en la Sala de la Alianza Francesa de calle Chile 1754, Ciudad de Mendoza.
Dice Sergio Grimberg sobre el arte en sus acuarelas:
“El arte es un susurro que atraviesa el tiempo, una voz sin palabras que llega al alma de quien lo contempla. No necesita ser preciso, ni ajustarse a proporciones perfectas, porque su propósito no es reproducir la realidad, sino reinterpretarla, moldearla, y llenarla de vida propia. El arte no busca ser exacto; busca ser verdadero, en esa verdad íntima que se revela en la imperfección, en el trazo que tiembla, en el color que se desliza más allá de su borde previsto, en la mezcla de técnicas que coquetean con el caos para encontrar armonía.
Una pintura no es solo un ejercicio de habilidad, es un fragmento del espíritu del artista puesto al servicio de quienes la miran. Cada pincelada es un latido, cada mancha es un suspiro, y cada capa de color lleva consigo la carga de un momento único, irrepetible. Al contemplar una obra, el espectador no solo ve lo que está ahí, también escucha el eco de lo que no se dice: la lucha del creador consigo mismo, la búsqueda de algo que trascienda lo tangible, la necesidad de capturar lo inasible, de dar forma a una emoción, un recuerdo, una idea que no tiene palabras.
Las reglas del arte son maleables, porque no nacen de lo técnico, sino de lo humano. La proporción puede romperse, las formas pueden distorsionarse, los colores pueden mezclarse en una danza caótica, y aun así —o quizá precisamente por eso—, la obra puede tocar el alma. Porque el arte no es un espejo, es una ventana: nos muestra no lo que es, sino lo que podría ser; no lo que vemos, sino lo que sentimos. Y cuando el arte logra alcanzar a alguien, cuando conecta con esa fibra profunda y sutil que todos llevamos dentro, ocurre algo extraordinario: el creador y el espectador se encuentran, aunque nunca se hayan visto. El arte se convierte en un puente, un abrazo invisible que cruza tiempo y espacio. Y en ese instante, el arte cumple su verdadera misión: recordarnos que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos la misma capacidad de emocionarnos, de asombrarnos, de sentir. En su imprecisión, el arte encuentra su verdad, y en su verdad, nuestra humanidad".
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