Más de la mitad de los hogares de Mendoza (el 52,3 %) presentó algún tipo de inseguridad alimentaria, una realidad que se agrava si una mujer es el único sostén, si vive en una zona rural, si tiene bajo nivel educativo y si hay niños, niñas y adolescentes a su cargo.
Esas fueron las conclusiones de un informe que realizó un grupo de profesionales de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE).
Las conclusiones del trabajo se presentaron en el 1.º Conversatorio “Por un país sin hambre, estrategias para lograr la seguridad alimentaria en Mendoza”, que organizó el Banco de Alimentos Mendoza con el apoyo de la Sociedad Civil en Red.
El suceso, que se realizó en el espacio Julio Le Parc, fue justamente una conversación sobre las acciones que impulsan la sociedad civil, el Estado y las empresas para intentar mitigar la falta de acceso a bienes esenciales de un porcentaje de la población, así como la búsqueda de alternativas y de visiones creativas para avanzar en ese objetivo.
La primera expositora del encuentro fue la nutricionista Evangelina Sosa, que definió a la seguridad alimentaria siguiendo el concepto que utiliza la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Explicó que implica que todas las personas tengan garantizado el acceso físico y económico a alimentos de calidad, que sean suficientes y que esto se sostenga a lo largo del tiempo. Por el contrario, la inseguridad aparece cuando la ingesta es insuficiente, lo que puede ser transitorio, por ejemplo, en una época de crisis, o de tipo crónico, es decir que se sostiene en el tiempo.
La profesional también comentó que la inseguridad alimentaria se puede clasificar en tres niveles, teniendo en cuenta la cantidad, la calidad y la frecuencia de las ingestas, entre otros factores. Estos son: leve, que da cuenta de la preocupación sobre una hipotética falta de alimentos en el futuro, y moderada y severa, que tienen en cuenta la falta efectiva de acceso a los mismos.
Sosa explicó otro aspecto esencial para comprender la dimensión del problema. Dijo que, si bien la inseguridad alimentaria se asocia a la vulnerabilidad social y a la falta de ingresos, también puede existir en hogares que no sufren privaciones básicas, pero en las que no hay diversidad de alimentos ni preocupación por su calidad nutricional.
La inseguridad alimentaria en hogares de Mendoza
Las siguientes expositoras fueron Laura San Martín y Claudia Bello, coordinadora e integrantes –respectivamente– del área de estadísticas sociales de la DEIE, que compartieron las conclusiones del informe sobre inseguridad alimentaria, introducido como un módulo en la Encuesta de Condiciones de Vida en 2023, que se publicó en 2024.
Las profesionales explicaron que el tema alude a la Agenda 2030 impulsada por ONU, que tiene 17 objetivos de desarrollo sostenible. Tomaron dos como referencia: poner fin a la pobreza y poner fin al hambre.
La inseguridad alimentaria –comentaron– se puede abordar desde cuatro dimensiones: acceso, disponibilidad, utilización y estabilidad. Ellas tomaron la primera dimensión e incluyeron 8 preguntas en la encuesta de condiciones de vida, que les permitieron determinar cuántos hogares enfrentan esta problemática y en qué grado, es decir, si es leve, moderado o grave.
Esas preguntas fueron: En los últimos 12 meses, ¿usted o algún integrante del hogar, por falta de dinero u otros recursos, se ha preocupado por no tener suficientes alimentos para comer, no ha podido comer alimentos sanos o nutritivos, ha comido poca variedad, ha tenido que saltarse una comida, ha comido menos de los que pensaba que debía comer, su hogar se ha quedado sin alimentos, ha sentido hambre pero no comió, ha dejado de comer durante todo el día? Con base en las respuestas, se elaboró el informe.
Las conclusiones sobre la inseguridad alimentaria en Mendoza
Si bien las profesionales de la DEIE basaron su exposición en el informe 2024, adelantaron algunas de las conclusiones preliminares del nuevo trabajo que publicarán este 2025: visualizaron un pequeño aumento de los hogares que presentan inseguridad alimentaria leve, que está vinculada a la preocupación por la posible falta de alimentos o por no tener los recursos suficientes para acceder a ellos.
En cuanto al informe que ya fue publicado en 2024, concluyeron que el 47,7 % de los hogares no presentaron inseguridad alimentaria, mientras que más de la mitad de los hogares presentó inseguridad de algún tipo, lo que representó el 52,3 % del total. Este porcentaje se obtuvo de sumar los hogares donde el problema se caracterizó como leve (el 27,2 %), moderado (el 27,2 %) y severo (el 13,1 %).
San Martín explicó a Unidiversidad que existen diversos factores que agravan la situación de la población que sufrió algún tipo de inseguridad alimentaria y los detalló: el género; la zona de residencia; la escolaridad de los adultos, y si tienen, y en qué cantidad, niños, niñas y adolescentes a cargo.
En cuanto al género, el trabajo concluyó que los hogares regidos por mujeres mostraron una prevalencia mayor de inseguridad alimentaria que los regidos por varones. Otro factor agravante fue la presencia de niñas y niños, que aumentó las probabilidades de presentar el problema en sus modalidades más severas.
La profesional también advirtió las diferencias que visualizaron según las regiones. En este sentido, los hogares ubicados en Valle de Uco y el Sur arrojaron la menor prevalencia de inseguridad alimentaria, mientras que la mayor se observó en el Noreste, donde se destaca la forma severa.
Otro aspecto que se destacó fue el ingreso de los hogares, porque permite no solo comprar alimentos, sino diversificar la dieta e incluir algunos ricos en nutrientes como proteínas, frutas y verduras. Sin ingresos suficientes, concluyó el informe, a menudo se recurre a dietas poco variadas y ricas en carbohidratos baratos pero pobres en otros nutrientes, lo que incrementa el riesgo de malnutrición.