Adriano Leite Ribeiro fue mucho más que un goleador temido: fue un ícono del fútbol brasileño y mundial. Con apenas 19 años, dejó Flamengo para conquistar Europa y convertirse en el "Emperador" del Inter de Milán. Su potencia y habilidad definieron una carrera que pasó por clubes como Parma, Roma, São Paulo y Corinthians, además de brillar con la selección brasileña, con la que levantó la Copa América 2004 y la Copa Confederaciones 2005.
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Sin embargo, su historia no es solo de glorias. En pleno apogeo, Adriano tomó la decisión de alejarse de los lujos y las presiones del fútbol profesional. Volvió a Vila Cruzeiro, la favela donde creció, en busca de paz y libertad. Allí vive hoy, a sus 42 años, rodeado de rumores y mitos que él mismo se encargó de despejar en un conmovedor texto publicado en The Players' Tribune, basado en su libro de memorias “Adriano, meu medo maior”.
En este relato, el exfutbolista se sumerge en los momentos clave de su vida: los días de gloria, los desafíos en Europa, la pérdida de su padre y su regreso a las raíces. Una carta que invita a conocer a Adriano más allá de los goles y las camisetas, mostrando al hombre detrás del mito.
La carta completa de Adriano
“Siempre me preguntan: 'Adriano, ¿por qué dejaste el fútbol?' Es una pregunta difícil de responder. Pero si quieres entender mi vida, necesitas conocer mi historia desde el principio.
Nací en Vila Cruzeiro, una de las favelas más peligrosas de Río de Janeiro. La favela es todo para mí. Me enseñó a ser fuerte, a sobrevivir. Mi madre trabajaba día y noche para mantenernos. Mi padre, que era mi héroe, siempre estaba ahí para darme amor y enseñarme los valores de la vida. Fue él quien me llevó a jugar al fútbol por primera vez.
Cuando firmé con el Inter de Milán, mi vida cambió por completo. Llegué a Europa como un niño de 19 años, sin hablar italiano, sin saber qué esperar. Al principio, fue un sueño hecho realidad. Marcaba goles, ganaba títulos, era el Emperador. Pero entonces, recibí la peor llamada de mi vida. Mi padre había fallecido. No supe cómo lidiar con eso. El fútbol dejó de tener sentido para mí.
Intenté seguir adelante. Intenté ser fuerte. Pero en mi corazón, algo se rompió ese día. Las personas veían a Adriano, el jugador. Pero yo era solo Adriano, el hijo de Almir. Y sin él, nada era igual.
Volver a Vila Cruzeiro no fue una decisión fácil. Todos me decían que estaba loco. Pero yo sabía que necesitaba regresar a mi lugar, a mis raíces. Aquí encontré la paz. Aquí soy feliz.
Algunos dicen que desperdicié mi talento. No lo creo. Viví mi vida como quise. Jugué al fútbol con el corazón. Y cuando sentí que era momento de parar, lo hice. No me arrepiento de nada.
Hoy, cuando camino por mi favela, no soy un exjugador. Soy Adriano, el hijo de Almir, el chico que creció jugando descalzo en las calles. Y eso, para mí, es lo más importante.
Gracias al fútbol por todo lo que me dio. Pero sobre todo, gracias a mi familia y a Vila Cruzeiro por enseñarme lo que realmente importa en la vida.
Con cariño,
Adriano