Valeria y Uma se encontraron hace seis años, cuando la joven caminaba por las calles de San Rafael, Mendoza, durante una noche de invierno y la perrita deambulaba sin un lugar donde dormir. Desde ese momento no se separaron y hacen todo juntas, pero hay una actividad que es su favorita y la comparten con mucho amor: viajan en moto, las dos solas y a todos lados.
“El año pasado me surgió la necesidad y las ganas de recorrer Latinoamérica, pero lo que me frenaba era mi perrita, porque no me quería ir sin ella”, contó Valeria en diálogo con TN. Viajar sin su mascota no era una opción, por lo que buscó distintas formas de incluirla en su sueño de conocer los distintos países. En ese momento supo que existían butacas para perros y no dudó en comprar una. “La fui a buscar a Córdoba y volví”, relató.
Al principio la mendocina pensó que vivir la experiencia sería una complicación, ya que durante sus 8 años la perrita nunca se había subido a una moto y era algo completamente nuevo. Sin embargo, aseguró que tuvo una reacción increíble. “Apenas la subí, vi que estaba muy contenta. Fue como si toda la vida hubiera estado esperando esa butaca”.
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Como todo, que Uma se acostumbrara a viajar durante varias horas arriba de una moto llevó su proceso. Por eso, Valeria salía todos los días a una vuelta manzana con ella y de a poco sumaban más y más kilómetros. “Me di cuenta que le fascinaba. Pensé que estábamos preparadas y el primer viaje que hicimos fue a la Patagonia”, contó.
Cómo es emprender un viaje de larga distancia en moto
A pesar de que lo siente como una forma de vida inigualable, Valeria comentó que trasladarse junto a su mascota es mucho más complejo que si lo hiciera sola, debido a los distintos preparativos que debe hacer. “Hay que organizarse mejor y prepararte psicológicamente para que en muchos lugares te digan que no aceptan animales”, aseguró. En esos casos, dijo que prefiere quedarse afuera junto a su perra: “Somos un equipo”.
Sin contar con un lugar fijo donde dormir, por sus viajes que llevan meses, van alternando entre hoteles, las casas de las personas que se ofrecen a hospedarlas o simplemente se acomodan en una carpa en el medio de la nada. “A veces me ofrecen alojamientos por canjes de publicidad en mi Instagram”, relató Valeria haciendo referencia a que en su red social cuenta con más de 170 mil seguidores, donde los videos junto a su perra son furor.
“Lo que me pasa cuando estoy arriba de la moto es que no quiero volver. Toda mi vida está ahí”, exclamó. Un anafe, ollas, cubiertos, ropa, bolsas de dormir y otros elementos de supervivencia son los objetos indispensables que necesitan para realizar sus recorridos y lo único que llevan para no sumar demasiado peso. “La moto te enseña a valorar cada pequeña cosa y a darte cuenta que no se necesita tanto para vivir y mucho menos para ser feliz”, expresó.
Ahora, juntas emprendieron el viaje más largo de su vida pero, tal vez, el más inolvidable de todos: llegar a Venezuela, pasando primero por Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia.
“Para mí no es mi perra, es mi familia”
Las personas que tienen mascotas conocen el amor cien por ciento real y puro que brindan, y Vale es una de ellas. Cuando adoptó a Uma, su vida cambió por completo y hoy en día es su amiga más fiel. “Es el ser más maravilloso que conocí. Desde que está conmigo mis tristezas son diferentes”, dijo emocionada. “Cuando estoy triste ella viene, me toca con su patita y eso es un remedio inmediato para mí”, se sinceró.
Por último, la motoviajera remarcó que su mascota no es su perra, sino su familia. “Si hay alguien con quien quiero vivir la aventura de recorrer Latinoamérica es con ella”, completó.