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Paola Delbosco: “Muchos profesores universitarios no pueden empezar sus clases por el bajo nivel de los que ingresan”

La flamante presidente de la Academia Nacional de Educación analiza la situación actual de la escuela: “Si aprender o no da lo mismo, se desincentiva al que se esfuerza y se consiente al que no lo hace”

Redacción
29/03/2022 14:39
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“Si la escuela pública es buena el país crece con menos injusticia”, sostiene Paola Scarinci Delbosco, doctora en Filosofía y profesora en la Universidad Austral, con décadas de experiencia docente en el nivel superior y secundario.

Delbosco es la nueva presidente de la Academia Nacional de Educación. Sucede a Guillermo Jaim Etcheverry que la presidió hasta ahora. La acompañan Héctor Masoero como vicepresidente 1° y Jorge Vanossi como vicepresidente 2°.

Actualmente es profesora adjunta en la Cátedra de Historia de la Filosofía Contemporánea de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCA, también trabaja en el Instituto de Altos Estudios Empresariales y enseña ética de la comunicación en la Universidad Austral.

En su libro Educar en posmodernidad, Delbosco define a la educación como “la actividad que abre las puertas para que cada persona en crecimiento no sólo descubra que es valiosa, no sólo perciba que tiene dones, sino que también tenga la oportunidad para desarrollarlos y para ponerlos generosamente al servicio de los demás”.

Paola Delbosco, y la casi totalidad de los miembros de la Academia Nacional de Educación, junto a otras personalidades de la cultura, firmó recientemente un duro documento, casi una requisitoria, con el título “A las autoridades les pedimos que empiecen a educar en serio y reconstruyan la escuela argentina”.

En esta charla con Infobae, señala algunos puntos que deberían considerarse en esa reconstrucción. Delbosco cursó la primaria y el secundario en Italia, de donde es originaria. Como en la Argentina hasta hace algunas décadas, recuerda que en esos tiempos “se iba a la escuela pública y a la que estaba más cercana a la casa”.

Existe hoy un consenso en torno a que la educación argentina sufre un deterioro desde hace muchos años. ¿Coincide con ese diagnóstico?

— Muchos de los diagnósticos sobre la decadencia educativa los hacen los mismos ciudadanos; ellos son el parámetro cuando perciben que lo que recibieron en su educación es mucho mejor que lo que se enseña hoy y me refiero a gente que se formó en escuelas de gestión pública. La educación era un orgullo argentino y el país era también un faro cultural en Latinoamérica.

 Si la escuela pública es buena el país crece con menos injusticia. Una evidencia más concreta es que en las pruebas PISA hay un retroceso continuo de nuestro país. Ecuador en cambio creció de manera asombrosa.

— ¿Y cómo logró eso Ecuador?

— Nosotros hablamos con la que fue ministra de Educación de Rafael Correa (Gloria Vidal Illingworth) cuando se desempeñó como embajadora de Ecuador en Argentina. Ella no pertenecía al partido de Correa, pero junto con otro especialista habían elaborado una propuesta y hablaron con los tres candidatos a presidente y Correa cuando ganó los convocó.

Uno de los elementos centrales, que acá sería casi imposible de aplicar, fue una continua evaluación de los docentes. El maestro que no alcanzaba el nivel requerido, debía realizar un curso de fortalecimiento.

Si fallaba en una segunda evaluación, se le daba una segunda oportunidad; a la tercera, debían pagar ellos su curso y salir del sistema por un tiempo.

— Es frecuente escuchar a las autoridades educativas decir que el docente no es el dueño del conocimiento, que aprende a la par del alumno. ¿Qué opina?

— Eso viene del (pedagogo brasileño Paulo) Freire joven que sostenía que no hay transmisión del conocimiento. Pero el Freire más maduro corrigió eso: dijo que hay una asimetría, uno sabe de un tema y lo enseña. Un chico puede abrirme ventanas. Los chicos pueden darnos dones, podemos recibir de ellos originalidad, generosidad, Pero la palabra autoridad tiene un origen latino, derive de auctoritas, de auctor, cuya raíz es augere, que significa aumentar, promover, hacer crecer. Autoridad no es hacer sonar los tacones, la autoridad bien entendida es una acción de servicio y una mínima reflexión puede devolverle su significado.

— Hay alarma por la mala preparación que da el secundario en estos momentos.

— Es cierto y los mismos estudiantes lo padecen. La mayoría de los chicos que ingresan a la facultad se quejan de eso, de la falta de preparación adecuada para la carrera universitaria, de que se aflojó la exigencia, que hay una menor preparación. Esto se agudizó en los últimos dos años claro. Hay que compensarlo de algún modo. Reforzar con cursos de lectoescritura y matemática, materias troncales que son base de todo. Muchos profesores dicen que no pueden empezar a dictar los contenidos del programa de sus materias por la mala preparación con la que llegan los alumnos.

 En reacción al enciclopedismo se pasó al extremo de dictar cada vez menos contenidos...

— Sí, potenciado por la idea de que todos los datos están en la web. Para qué memorizar, recordar, si está todo en internet. Se memoriza menos contenido, porque basta con el celular. Pero el contenido que no se repite, que no se ejercita, no se fija. Un curso sin ejercitación se olvida. Hoy hay una especie de recibimiento entusiasta de lo nuevo en materia de pedagogía, pero hay cosas sólidas que funcionan bien siempre.

Algunos métodos de la educación hoy consideradas anticuadas son buenas. Me contaban de un alumno que le decía al profesor: ¿por qué me pregunta todo de memoria? Y el profesor le dijo: “Decime algo que no te acuerdes”.

Y es imposible, no podemos pensar, enunciar, lo que no está en nuestra cabeza. Ejercitar la memoria es fundamental para que los contenidos sean propios, sin Google, sin diccionario. Para tener autonomía para pensar.

Para poder distinguir lo verdadero de lo fabricado. Por ejemplo, al alumno que no ha incorporado conocimientos de historia se le puede dar una versión del pasado que coincida con la lucha del presente. El espíritu crítico no surge de la nada, sino del conocimiento.

El espíritu crítico debe ser respetuoso del conocimiento. No se trata de rellenar cabezas sino de tener capacidad de análisis. La imaginación, la fantasía, la creación, surgen de lo vivido y de lo aprendido. Todo eso no se reemplaza con herramientas.

La tecnología no reemplaza a la educación. La educación es un trabajo artesanal, entre personas, internet no es la panacea. Vimos en estos dos años el resultado de la falta de contacto. No solo en el menor aprendizaje, sino en deserción.

Más de un millón de alumnos abandonaron la escuela y todavía son unos 600 mil no se han reincorporado. La educación es un trabajo de personas con personas que no se puede delegar en una aplicación.

— Bastaría con repartir computadoras….

— Yo fui a una escuela del Estado; en ese tiempo uno iba a la que quedaba más cerca de la casa, porque todas eran buenas. Pero el último año del secundario lo rendí libre. Era un examen muy exigente.

Estudié trigonometría, astronomía, literatura italiana, griega y latina, un montón de materias. Las aprobé, pero no me acuerdo casi de nada, porque me faltó ese entorno estimulante del aula, del intercambio, de la repetición, de que te preguntan, te expliquen, te vuelvan a explicar.

Si uno se queda en lo teórico las cosas se van. Los ejercicios hacen que los contenidos se fijen.

— ¿Qué habría que hacer? ¿Por dónde empezar?

— La prioridad es entender que el tema es transversal y debe ir más allá de los partidos políticos. No hay país que crezca sin una educación de nivel. Si la escuela pública es buena, el país crece con menos injusticia. 

Desde el ministerio debe haber un acompañamiento para que la fiebre sagrada de enseñar no se pierda en la burocracia; que cada docente tenga un mentor y no secarlo con la fría burocracia; que se fomente la dedicación vocacional de quien enseña.

Ese es un requerimiento para crecer. Guillermo Jaim Etcheverry escribió en La tragedia continúa que “ningún sistema educativo es mejor que sus docentes”. Ellos hacen que el sistema funcione. Por eso uno de los principales problemas reside en la escasa formación docente. Uno no enseña con gusto lo que no sabe en profundidad. 

El menor ingreso a carreras científicas, por ejemplo, se debe entre otras cosas a que los estudiantes no recibieron el estímulo para volcarse a esos estudios porque no tuvieron docentes a la altura. ¿Cómo entregar con pasión algo que esos profesores no recibieron a su vez de modo adecuado?

— ¿A qué se debe esa idea de que se puede enseñar sin disciplina, sin exigencia?

— Voy a decir algo políticamente incorrecto: no nos atrevemos a exigir porque hay una “maternización” de la educación. La exigencia es más propia del padre. Y en la educación hay una ausencia fuerte de lo paterno, de la exigencia.

Pero amar no es dar palmaditas. Es sacar del error, enderezar, corregir. Porque el mundo a ese chico no lo acogerá con abrazos. Por eso las nuevas generaciones necesitan de la experiencia y de la capacidad de servicio, de enseñar, de la anterior.

 Cada nuevo ser humano necesita educarse para poder atesorar lo antes posible las experiencia y conocimientos de otros porque eso mejorará sus posibilidades de desarrollar sus talentos.

— La contracara de la idea de que no hace falta disciplina para enseñar es que se aprende sin esfuerzo.

— Sin embargo, cuando el esfuerzo es coronado con un logro, la satisfacción que eso genera en el alumno es muy grande. Se ve en el deporte donde no se ha abandonado la disciplina ni la idea del esfuerzo.

 Los resultados deportivos enorgullecen. Tendríamos que imitar al Deporte, promover la competencia, pero también vigilar que no haya heridos. El que va lento debe ser sostenido por el sistema.

Pero es necesario que a un chico se lo reconozca cuando se aplica, cuando se esfuerza. Si aprender o no da lo mismo, se desincentiva al que se esfuerza y se consiente al que no lo hace. Hay que estar cerca haciendo crecer para que a cada persona se le dé la oportunidad de desarrollarse.

— El alumno recuerda al profesor exigente, al que le enseñó mucho.

— Sí, porque lo interesante ordena, el interés de los chicos por lo que ofrece el profesor determina los momentos de mayor calma en el aula. En cambio los de desinterés producen problemas y nada positivo

Incluso generan agresividad, porque la energía que no se utiliza para crecer, para aprender, se desvía hacia otras cosas. Muchos días de un régimen blando generan agresividad.

— Con más razón el docente debe ser acompañado...

— El trabajo docente no se puede hacer en solitario. Hay que transmitir, hay que compartir las estrategias que funcionan bien. Debería existir un foro por el cual circulen las buenas ideas. Hoy sucede informalmente en sala de profesores.

Tampoco debe burocratizarse esto. Pero es bueno que los docentes más experimentados monitoreen a los más jóvenes. Lo que yo me propongo es que la Academia piense y repiense la educación a través de jornadas, foros, grupos de reflexión, y mediante la producción de textos.

No se pudo hacer en los últimos dos años pero se retomará ahora. Mi función es coordinar las capacidades reunidas en ese ámbito. También llevar adelante investigaciones específicas, tantos numéricas y también conceptuales.

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