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Gustavo Alfaro, de Rafaela a Qatar

El entrenador argentino, al frente de Ecuador, dirigirá su primera Copa del Mundo. En esta entrevista de FIFA+ combina sus experiencias personales con la mirada sobre el duelo inaugural frente a Qatar y las expectativas con su equipo

Redacción
13/08/2022 19:45
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Entre Rafaela y Jor existen treinta años y más de 13,600 kilómetros de distancia. Después de colgar los botines tras una breve carrera como mediocampista central en Atlético de Rafaela, Gustavo Alfaro empezó en 1992 su aventura como entrenador con un único objetivo: cumplir sus sueños postergados. Tres décadas después, con todos sus objetivos cumplidos, será protagonista de un momento que ni siquiera se había animado a imaginar: dirigirá su primera Copa Mundial. A 100 días de su debut en el escenario más importante del mundo deportivo, Alfaro le abre las puertas de su intimidad a FIFA+ para empezar a vivir su travesía catarí.

- Cuando empezaste a dirigir, hace más de 30 años, te leí decir que tu sueño era llegar a Primera. ¿En ese momento el Mundial no estaba ni en tus mejores sueños?

- ¡No! Eso está en las ilusiones más remotas. Cuando empecé la cuesta era muy alta. Yo arranqué desde el interior del interior: en Rafaela, una ciudad argentina con más pasión por el automovilismo que por el fútbol. Lo primero que tenía que demostrar era que podía dirigir en mi club y trabajar para dirigir en Primera División. Ese era el sueño máximo. Después trabajé como comentarista para la televisión colombiana de cuatro Copas Mundiales de la FIFA. La primera fue Alemania 2006. Ahí entró en mi cabeza el deseo por dirigir en un Mundial, pero mi parte pragmática me pedía que me enfocara en Argentina, en afianzarme en Primera. Es una lucha entre el pragmatismo y la ilusión. Y ahí empecé a buscar sin buscar, como hacen los budistas: uno no busca algo pero la ilusión le queda dando vueltas.

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- En esa primera Copa Mundial a la que fuiste a trabajar, ¿qué sentías que te faltaba?

- Terminar de formarme como entrenador. Tener un perfil. Yo no tuve un entrenador que me marque. Para mí fue todo cuesta arriba. Si bien a los 34 años estaba dirigiendo a Quilmes, siempre fue desde una búsqueda solitaria. Me reunía con entrenadores y buscaba la receta mágica que te garantice el éxito. Así fui modelando mi perfil. Pero todavía estaba en una etapa de preparación: había un camino importante para recorrer. Establecer metodologías de trabajo, ser confiable, saber cómo responder a las situaciones de crisis, cómo prepararme para los desafíos que demandaran más exigencias. Aunque el fútbol es uno solo, las responsabilidades son diferentes según los niveles de exposición: los niveles altos demandan más presión. No cambia la metodología según un equipo grande o chico: cambia la exposición o las cosas a las que uno debe estar atento. En síntesis, tenía que afinar mi método y darle fineza porque en estos lugares el margen de error es casi inexistente.

- Después de más de dos décadas en clubes llegó la posibilidad de Ecuador. ¿Qué evaluaste en ese momento?

- Era un momento de pandemia muy complejo. Yo había salido de Boca, y buscaba otro desafío con ese nivel de demanda. No había muchos equipos en Sudamérica que me ofrecieran ese desafío. Ecuador era algo diferente: debía convertirme en un seleccionador a 30 días del primer partido de las Eliminatorias. Si bien el riesgo era grande, yo veía que el desafío estaba a la altura de la demanda de Boca: porque jugar un Mundial es un evento absoluto. El tema era meternos adentro del desafío y darle la propia dinámica que uno quería a este proyecto sin cambiar la idiosincrasia del fútbol ecuatoriano, pero sí darle cosas diferentes para ver si podíamos romper la inercia de por qué Ecuador no había jugado en Rusia.

- ¿Ahí consideraste necesario hacer un recambio generacional en el plantel?

- Lo primero que hicimos fue analizar la eliminatoria anterior, la Copa América de Brasil 2019, los amistosos que había jugado el equipo, y los juveniles que venían asomando. Notábamos que había un proceso terminado. Al mismo tiempo había talentos dispersos, algún buen rendimiento del Sub-20 en Mundiales, pero muchos de los chicos de esa camada no estaban en grandes equipos o jugando en lugares importantes en el mundo. Por un lado era la incertidumbre de agarrar un equipo que no estaba formado, pero por el otro era arrancar y hacer todo de cero. Podía mantener lo que estaba y tener poco riesgo, aunque no le iba a impregnar mi propia impronta, o podía asumir el mayor riesgo posible porque entendía que era un proceso condenado al fracaso antes de empezar, y que si le dábamos un sentido evolutivo podíamos terminar jugando una Copa Mundial, algo que en 2006 me parecía una utopía, y que en un año y medio podía hacerse realidad.

- Y ahí te encontraste con futbolistas que no querían jugar en la selección. ¿Cómo se lo convence para regresar, cómo son esas charlas? ¿Cómo le ganás el corazón a un futbolista que lo tiene roto?

- Lo que marcas fue la piedra angular del proceso. Cuando llegué a Ecuador tenía 30 días para armar un equipo para jugar contra Argentina. Empecé a hablar con jugadores y me encontré con esas respuestas: algunos no querían venir a la selección. No era su prioridad. Ahí entendí la gravedad del escenario: vos podés tener jugadores buenos o malos, pero tener futbolistas desinteresados es muy grave. Se había perdido el sentido de pertenencia, que es lo más sublime que puede sentir un futbolista. El proceso, entonces, debía ser diferente: armar un plantel, formar un grupo, para después tener un equipo. Y necesitábamos estar conectados con algo superior, que estuviera por encima de los nombres y los hombres, que estuviera conectado con una bandera, un escudo, un himno nacional. Necesitábamos una causa que nos superara. Teníamos que diseñar un sueño lo suficientemente grande como para que los 17 millones de ecuatorianos entren en él, y para que todos quieran participar de ese lugar. Cuando me presentaron como entrenador me dijeron: "Profe, te entregamos la ilusión de 17 millones de personas". No era la ilusión: me transferían la responsabilidad de no defraudar a un país.

- En esa conferencia de prensa incluso hiciste mención a la separación geográfica y cultural del país, y vos dijiste que todos debían estar atrás de la camiseta...

- Exacto. A mí me preguntaron dónde iba a vivir. Y yo dije en Ecuador. Porque si vivó en la sierra, en el llano o en Cuenca, marca una postura. Había que unificar a un país, no convencer a un jugador. El trabajo era más arduo. En la primera charla con los jugadores les mostré la camiseta. Les pregunté qué era. Respondieron la camiseta del país. Pregunté dónde está el escudo, y me dijeron en la parte de adelante, en la izquierda. ¿Adelante o atrás? Adelante. ¿En qué parte? En la izquierda. ¿Dónde está el corazón? En la izquierda. Entonces, si el escudo estaba adelante y en la izquierda, es porque está en el lado de los sentimientos. ¿Y el nombre? Atrás. ¿Eso qué significa? Que nunca el que tiene la camiseta está por encima del sentimiento. Si entendemos qué significa esta camiseta, entendemos el significado de una selección. Y de ahí partimos.

- ¿Lo entendieron rápido?

- Muy rápido. Hicimos un ejercicio de imaginación en el que les planteé todo el recorrido: el punto de partida hasta el final posible, con la clasificación al Mundial, y cómo eso iba cambiando en base a lo que ellos hacían. Y los llevé al escenario final: el pitido final del partido contra Argentina en la última fecha, y yo les decía que en ese momento se iban a mirar, a abrazar por la clasificación, y que eso era la gloria. Les dije que eso era la gloria, y los invité a eso: a la gloria. A pelear por la gloria. En ese momento se pusieron de pie e hicieron un grito de guerra. Y dije: "Ya está, la piedra fundacional está puesta".

- Ahí le ganaste el corazón.

- Sí, porque ahí empezamos a generar el sentido de pertenencia.

- Fueron el equipo con edad más baja en las Eliminatorias de Conmebol. El entrenador debe ser valiente y confiar en los jóvenes. ¿Cómo te das cuenta que están para jugar? ¿Lo ves en la práctica? ¿Te fijás en lo emocional?

- Lo que observás es lo que ves, pero cuando lo tenés recién ahí lo podés medir. Y a mí me pasó a que muchos jugadores los citaba porque los tenía, pero no para ese partido: los iba preparando para dos o tres fechas más adelante. Siempre digo que es más importante la inteligencia que la experiencia. La inteligencia es darte cuenta rápido cómo son las cosas. Yo les digo a los chicos que no necesitan 30 años para demostrarse que son buenos jugadores: si tienen 19 y aprenden rápido, sirve. El problema es cuando repiten los mismos errores. Y yo quiero jugadores inteligentes. Mi desafío es enseñarles a pensar, darle herramientas para que puedan resolver. Y armar una red de contención. Esa red la tengo que armar yo en transmitirle y darle confianza de que la responsabilidad es mía. Y establecer esa red de contención también con los jugadores más grandes. Decirles que los jóvenes no vienen a quedarse con su lugar, que vienen a darle un nuevo impulso a la selección, y que ellos tienen que colaborar conmigo desde otro lugar. Yo necesito tipos identificados con la causa. Que la defiendan como si fuese propia. Y ahí entran los jugadores grandes. Por eso para mí fueron tan importantes como los jóvenes.

- ¿Qué cambió desde el primer día del ciclo al final? ¿Qué maduración viste en vos, en el grupo y en los jugadores?

- La clave fue el camino. Uno se queda con la clasificación pero fue más importante el camino que la clasificación, porque eso nos llevó a la clasificación. Era armar un plantel, formar un grupo, tener un equipo. ¿Qué cambió en el medio? Del inicio al fin fueron las formas, las maneras, pero no las convicciones ni los principios. Eso no se negoció nunca. Pero sí hubo la suficiente autocrítica para detenernos en los distintos momentos para saber corregir a tiempo. No hay que olvidarse del camino recorrido: de las buenas, de las luces, de la incertidumbre, de las tensiones, de los malos, porque todo lo que pasó desembocó en la realidad. Y si mantenemos viva esta llama, ese es el desafío de que esta situación perdure más allá de Catar.

- ¿Cuántos videos viste de Catar desde el sorteo?

- Todavía no muchos...

- ¿En serio? 

-Hay tiempo para cada cosa. Catar no va a ser el mismo que yo vi en la Copa de Asia, y Ecuador no va a ser el que jugó con Argentina o Brasil al que es ahora. Va a haber cambios. Se va a mantener la forma o la esencia, pero el verdadero perfil de lo que somos se va a empezar a ver de ahora en adelante. Hoy es el tiempo de estar más enfocado en las cosas que nosotros tenemos que cambiar, mejorar y buscar, para llegar de la manera que queremos llegar, porque la construcción de lo que podamos hacer contra ellos va a ser de la inversión que nosotros hagamos en este tiempo. Todavía es tiempo de estar enfocado en lo nuestro, más que en los rivales. Porque nosotros dependemos mucho de lo nuestro. Para nosotros todos los rivales que tenemos son difíciles. Tenemos al campeón de Asia, al campeón de África, a Países Bajos con Van Gaal que llegó con la ilusión de ser campeón del mundo.

- Ese fijémonos en nosotros, después vamos a estudiar a los rivales, ¿es un mensaje de fortalecimiento al grupo?

Sí. Si bien hemos hablado de cada equipo, hoy lo prioritario pasa por acá: por nosotros. Nosotros podemos tener un conocimiento absoluto de Catar, Senegal y Países Bajos, que si no estamos bien, la información no sirve de nada. Y para sacarle provecho a esa información tenemos que mejorar nosotros.

- ¿Qué ves de cada equipo?

-Somos tres equipos con similitudes. Catar tiene jugadores jóvenes, pero no está habituado al escenario de las Copas Mundiales, ni con experiencia en ese escenario, como tampoco Ecuador ni Senegal. Senegal es un equipo muy fuerte, muy duro, campeón de África, pero tampoco están en escenarios de disputas de Mundiales a ese nivel. Y Países Bajos es un equipo muy joven: con una realidad muy buena, pero con una generación muy joven. Estuvieron en finales de copas del mundo, y no pudieron cerrar, y esta generación va en este camino, pero es una generación nueva. Catar es el que va a llegar más ajustado: es el que tiene más tiempo de trabajo. Hoy están trabajando juntos y jugando amistosos. Va a ser muy difícil que encuentres a un Catar desajustado. En ese sentido la ventaja la tiene Catar. Países Bajos es distinto: desde la tenencia de la pelota te marcan su forma de juego. Pero yo les dije a mis jugadores: jugamos con Argentina y Brasil, dos equipos de perfil europeo con talento sudamericano. Y les hicimos buenos partidos. ¿Por qué no hacerlo con Países Bajos? Senegal es mirarse al espejo. Es un equipo potente, rápido, fuerte, con líneas cortas, con bloques compactos, con jugadores en ofensiva que marcan una diferencia y dan valor agregado, pero... jugar contra Senegal es jugar contra Ecuador. Ese fue el pincelazo inicial que les di del universo que nos íbamos a encontrar.

- ¿Qué significa jugar el partido inaugural después de ver los cuatro anteriores en la cabina o el pupitre?

- Es algo maravilloso. Cuando vi Ecuador-Catar, dije, chau, los ojos del mundo van a estar ahí. E es un privilegio muy grande. Yo soy muy creyente y les dije a los chicos: por algo nos tocó, por algo teníamos que estar acá después de tanto sacrificio y sufrimiento. Esto es un premio, y hay que vivirlo y disfrutarlo como eso: con el privilegio de estar en el partido que inaugura la Copa Mundial. Pero por otro lado para nosotros es la final del mundo. Porque ese partido define mucho tanto para nosotros como para Catar, y lo que puede suceder en el grupo. Hay que vivirlo con esa dualidad de placer y responsabilidad. Cuando esté por empezar el partido, no tengas dudas de que voy a mirar al cielo, a mis seres queridos, a mi viejo, a mi vieja, a mi hermana que están ahí, a Daniel Comba, mi representante, que se fue y me dijo que iba a jugar una Copa Mundial, para decirles que llegué, que estoy acá, en este escenario.

 

Fuente: FIFA+

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